Capítulo 1: Granja.

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En un rincón olvidado del mundo, donde el eco de la vida se ha desvanecido y la esperanza parece un lujo que pocos pueden permitirse, se erguía un pequeño pueblito, un testimonio silente de lo que alguna vez fue. Las calles, desiertas y cubiertas de hojas marchitas, estaban salpicadas de cuerpos inertes, vestigios de una humanidad que había sucumbido ante el terror de los muertos. Algunos caminantes, desorientados y vacíos, deambulaban como sombras de lo que alguna vez fueron, mientras la brisa arrastraba un susurro de lamento en el aire. Los edificios, desgastados por el tiempo y la desolación, eran testigos mudos de una tragedia sin fin.

En medio de esta desolación, una farmacia, con sus estantes polvorientos y botellas medio llenas, se convertía en un refugio inesperado para dos almas perdidas. Allí, Maggie y Tn se encontraban en un rincón oculto, el mundo exterior desvanecido, como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. Sus labios se encontraban en un abrazo ardiente, un beso que hablaba de supervivencia, deseo y la urgencia de aferrarse a lo poco que quedaba de humanidad. Tn acariciaba el rostro de Maggie, sus dedos trazando caminos de fuego sobre su piel, mientras ella jadeaba, su respiración entrecortada revelando la mezcla de pasión y miedo que saturaba el ambiente.

—¿Te has vuelto sumisa, Maggie? —bromeó Tn, su voz baja y provocativa, un destello de desafío en sus ojos. Ella, con una sonrisa traviesa, respondió con un tono juguetón que encendía aún más el aire entre ellos. —Solo cuando tú me dominas, Tn. Pero, ¿qué harías si me revelo? —La chispa de la provocación bailaba entre sus miradas, creando un juego de poder que los mantenía en un vaivén constante.

Se perdieron en una danza de besos, Tn explorando con intensidad cada rincón de su boca, saboreando la esencia de Maggie, un elixir que lo mantenía vivo en un mundo donde la muerte acechaba en cada esquina. Los gemidos de ella, dulces y casi desesperados, resonaban en la penumbra de la farmacia, creando una melodía que contrastaba con el silencio sepulcral del exterior. El reloj en la pared, testigo de su conexión, marcaba el tiempo sin moverse, como si el universo se hubiera congelado en ese instante perfecto, donde solo existían ellos dos.

Con cada caricia, cada beso, Maggie se entregaba más, dejando que el deseo la consumiera, mientras su cuerpo respondía a la urgencia de Tn. La realidad se desvanecía, y solo quedaba la promesa de un momento eterno, en el que la vida y la muerte se entrelazaban de una manera que solo el amor podía comprender.

Y así, en medio de la devastación y el caos, su pasión ardía como una llama inextinguible. En letras mayúsculas, resonando como un grito en la oscuridad, se formaba el título de su historia, un testimonio de amor en tiempos de horror:

 En letras mayúsculas, resonando como un grito en la oscuridad, se formaba el título de su historia, un testimonio de amor en tiempos de horror:

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La vida en la granja era un intento constante de restaurar algo de normalidad en medio del caos que había arrasado el mundo. A medida que el sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados, Beth se encontraba en el porche, observando el horizonte mientras una brisa suave acariciaba su rostro. Hershel, su padre, se acercó, la mirada profunda y sabia, como si las experiencias vividas lo hubieran preparado para cada conversación que mantenía con sus hijas.

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