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El Gran premio de Hungría dejó un sabor agridulce en la boca de Valerie. Estaba contenta porque su novio había ganado por primera vez una carrera de la Formula Uno sin ser formato Sprint. El problema era la forma en que el equipo manejó la situación para que al final pudiera obtener la victoria. Y estaba segura de que no era la única que se sentía extraña respecto a lo sucedido, puesto a qué Lando Norris también dejó en claro que no estaba para nada contento con haber tenido que cederle puntos extras a Max Verstappen en la lucha contra el campeonato. Fue sin duda alguna, una montaña rusa de emociones para todos.
Pero Oscar, además de estar con los ánimos evidentemente bajos, también se encontraba estresado, podía notarlo por la forma en que se dejó caer bruscamente sobre el asiento dentro de su habitación de piloto. La actividad del día ya había concluido horas atrás. Oscar se había duchado y cambiado su traje para ponerse unos pantalones cortos y la camiseta de McLaren. Su cabello rubio oscuro estaba algo desordenado, pero seguía manteniendo la compostura que lo caracteriza. Un suspiro salió de sus labios cuando tiró la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, como si hubiese olvidado que se encontraba ella allí también.
—Un victoria es una victoria, Osc —trató de tranquilizarlo mientras avanza hacia él y se pone de cuclillas frente a Oscar, descansando sus manos sobre las rodillas desnudas del chico. Él abrió los ojos de manera perezosa y volvió a suspirar.
En muchas ocasiones ella lograría calmarlo, siempre lo hacía, pero había algo distinto esta vez que requería una mejor iniciativa para que el estrés se fuera de su cuerpo, solo que era demasiado caballeroso como para expresarlo abiertamente, así que prefirió mantener ese pensamiento en lo más profundo de su mente. Oscar dejó sus manos sobre las de Valerie, pero sus ojos estaban perdidos en otro lugar, todavía en lo que pasó en la carrera.
—Sí pero... —Valerie chasqueó la lengua y se levantó, llamando la atención de su novio de inmediato. Se sentó en el regazo de Oscar, el cuál la recibió gustoso allí, ya que necesitaba de su contacto a pesar de no decirle en voz alta. La rodeó por la cintura y su otra mano se fue hacia el muslo izquierdo de ella.
