Dos

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Kylie había terminado sus clases, y enseguida le pidió a Lilith, que por favor la llevara a su habitación. Dejar ese lugar seguro para ella, se sentía como un martirio, aquellas cuatro paredes, la mantenían lejos de hacerse daño. De quedar en evidencia, exhibida en su ceguera. No terminaba por aceptar qué no podía ver y topar con las cosas a su paso, en el intento de esforzarse, por abrirse paso. Así que se quedaba de pie junto a la ventana abierta, sintiendo el aire en su rostro y a lado, una silla por si decidía sentarse.



—En un ratito más le subiré la comida señorita.



—Gracias, puedes retirarte y cierra la puerta al salir.



—Lo siento, pero sabe que no puedo hacerlo, órdenes de la señora.



—Está bien. — con eso da por terminada la conversación y suspira, sus manos tocan el barandal de la ventana, lo habían mandado a poner para que no saliera al balcón o podría caer. Su estación favorita, se trataba de nublado, frío, lluvia y nieve. Aunque ahora tal vez ya no pueda ver la blanca brisa teñir su cabello y abrigo, mínimo podía sentirlo.




No tenía muchas cosas por hacer, sus mañanas son ocupadas y sus tardes tranquilas. El sonido del timbre, alertan sus sentidos, volteando, caminando a pasos cortos, miedosos y tentando con la punta, hacia dirección de la puerta. Pero las pisadas en los escalones, la detienen, moviéndose suave y estirando sus brazos para tocar el marco, sin tener éxito. Pues la habitación era inmensa, demasiado grande y espaciosa.




—Señorita Cantrall, alguien la busca.




—¿A mí?. ¿De quién se trata?. — está parada en medio, algo rígida y respirando rápido.




—La señorita que será su nueva acompañante, está justo aquí en la entrada. —El rostro de Kylie y su cuerpo, daban para otra dirección, a una pared dónde no había muebles. Y Lilith la acomoda de modo correcto, tacto sorpresivo para la invidente
—Descuide que he sido yo, y las dejo para que se conozcan.



Malia venía con su mochila, llena de cuadernos. No había tenido oportunidad de irse a cambiar, el chófer ya la esperaba.



El silencio es el primer invitado en la habitación, Kylie espera con el ceño fruncido y Malia se muerde los labios, por los nervios. Sin decidirse a entrar por completo, qué tan cerca debería de estar y si sería contraproducente, coger su mano en un saludo amistoso.



Ajusta su garganta y sonríe —Eh, Hola, soy Malia Baker. — mueve la mano, y luego extiende el brazo, cosa que Kylie no toma, porque no se entera de lo que pasa. No podía verla, y entonces la acompañante, se golpea la frente —Perdón, no debí hacer eso.



—¿Qué cosa?. — levanta una ceja.



—Esperar a que saludaras. — decía muy apenada y arrepentida.



—¿Intenta burlarse de mí?. ¿Olvidó qué soy ciega?. — suspira fuerte.




—¡No!. — le hace saber rápido, siendo ella misma, quién se acerca y rompe la distancia. Cogiendo la mano de Kylie, y agitarla en un saludo frenético —Mi intención nunca fue faltarte al respeto, ni burlarme de ti. Soy algo distraída, lo siento.



Kylie se tensa al más mínimo contacto, siendo invadida por un aroma dulce, embriagador para su sistema. Canela, vainilla y lavanda.
—Está bien señorita Baker, no pasa nada. — ella misma se sorprende con la calma en que responde y no es grosera, ni tajante. Malia ve sus ojos fijamente, son de un color avellana hermoso —¿Me regresará mi mano o ... ? — deja al aire lo último, y la extraña la suelta con el doble y roja de vergüenza.



Sin Tu Mirada "Kylia" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora