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𝐴𝑠𝑡𝑟𝑖𝑑

-¿A donde me llevas? -estabamos en el auto, yendo en dirección contraria a casa.

El sol poniente pintaba el cielo con tonos anaranjados y rojizos, un espectáculo que normalmente me habría cautivado, pero mi atención estaba completamente absorbida por la misteriosa actitud de Kevin.

-Me gustas más cuando andas menos preguntona -respondió con esa sonrisa ladeada que me ponía nerviosa.

-¿A caso estas pensado en secuestrarme? -bromeé.

Aunque una pequeña parte de mí se preguntaba si realmente lo estaba considerando. Su risa, profunda y ronca, llenó el espacio entre nosotros.

-Créeme, si quisiera secuestrarte lo habría hecho a se mucho tiempo -dijo, su tono era burlón pero con un dejo de algo más.

-¿Para torturarme? -pregunté, jugando con la idea.

Aunque la posibilidad, por absurda que pareciera, me hacía sentir un hormigueo peculiar en el estómago.

-¿Qué tipo de tortura hablamos exactamente? -preguntó, con una mirada intensa que me recorrió de arriba abajo-. Por que si nos referimos a follarte hasta que me digas entre lágrimas que me detenga... Si, sería para torturarte.

Mis mejillas ardían. Aún no me había acostumbrado a sus comentarios sarcásticos y hormonales, esa mezcla de picardía y deseo, me dejaba sin aliento.

-¡Oye! -me queje al sentir un golpe de algo que me había tirado.

-Vendate los ojos con eso -ordeno.

-¿Para qué? -pregunte, aunque ya intuía que no obtendría una respuesta.

-Tápate los ojos -repitió, con impaciencia.

-Ahora si creo que me vas a secuestrar.

-Tu solo cúbrete los malditos ojos -exclamó.

Finalmente, me vendé los ojos. El coche se detuvo. Escuché el chirrido de las llantas sobre el asfalto, luego el golpe suave de la puerta al abrirse, y después la mía.

-¿Me vas a tirar a un río y no me enterado? -pregunté, intentando mantener la ligereza.

-Consideraré la idea para otro día -respondió-. Sostiene mi mano, te voy a guiar.

-¿Hacia la muerte?

-La otra opción es cargarte -sugirió, con un tono insinuante.

-Sabes que, prefiero que me gui... - comencé a decir, pero sus brazos me envolvieron, interrumpiendo mis palabras, acallando mi protesta con el calor de su cuerpo contra el mío.

No pude saber a donde me estaba llevando. Me dejo de pie, en lo que supuse que era la entrada.

-Sostiene mi mano.

Le hice caso. No me quería caer. Sus dedos se entrelazaron con los míos, su contacto envió una descarga eléctrica a través de mi cuerpo.

Me adentro al lugar, y sentí sus dedos en mi cabello, quitándome la venda con una delicadeza inesperada.

Entrecerré los ojos por la repentina luz, pero mi vista se enfocó rápidamente en estanterías repletas de... Libros.

Libros juveniles.

Todos, sin excepción, eran libros juveniles, como los que me gustaba leer. Un mar de portadas coloridas, de historias, de vivir vidas que no son la mía. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

Sostuve un libro, lo examiné, la textura del papel bajo mis dedos, el aroma a libro nuevo, y lo volví a dejar en su sitio.

-Agarra todos los que quieras -escuche decir a Kevin-. Seran tuyos.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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