Al día siguiente, Agatha se sumergió en su rutina habitual, casi como si la noche anterior con sus amigas hubiera sido un simple paréntesis en su vida calculada. En cuanto llegó al bufete, el ambiente de profesionalismo y control absoluto le dio esa familiar sensación de dominio que tanto le reconfortaba. Saludó con un leve asentimiento a los empleados que se cruzaban en su camino y cerró la puerta de su despacho, disfrutando por un instante de la paz que le proporcionaba el estar rodeada de las paredes de su propio imperio.
Sin embargo, el eco de las palabras de su padre y de sus amigas seguía reverberando en su mente. ¿Sería acaso cierto que algo le faltaba? Para Agatha, esas dudas eran un lujo. Un lujo que no podía permitirse en medio de juicios cruciales y estrategias legales que demandaban toda su atención.
Suspiró, alejando los pensamientos perturbadores, y encendió la computadora. Pero entonces, su mirada se posó en el folleto de la clínica de fertilidad, que había dejado descuidadamente en el borde de su escritorio. Lo tomó con irritación, recordando la expresión de la Dra. Río Vidal, esa sonrisa descarada y segura que parecía retarla a tomar una decisión que ella ni siquiera había creído posible. La imagen de Río se le aparecía como un eco perturbador, uno que ponía en tela de juicio toda la estructura que había construido a su alrededor.
Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Era Jenn, con esa mirada inquisitiva que ya le era familiar. Jenn no le dio tiempo a protestar y se sentó frente a ella, cruzando las piernas como quien se dispone a obtener respuestas.
—¿Otra vez en modo autómata? —le dijo, alzando una ceja con una sonrisa sardónica. Jenn conocía demasiado bien las tácticas de evasión de Agatha, y no dudaba en enfrentarlas.
—No todos podemos darnos el lujo de salir a tomar café a media mañana, Jenn. —Agatha intentó sonar cortante, pero Jenn se limitó a sonreír, como quien ha escuchado esas palabras miles de veces antes.
—Quizá tú sí podrías, si dejas de hacer de tu vida un campo de batalla constante -Agatha entrecerró los ojos, evaluando si tenía la paciencia para tolerar otra charla motivacional. Pero antes de que pudiera responder, Jenn alargó la mano y tomó el folleto de fertilidad que ella aún sostenía.—¿De verdad piensas en esto en serio? Porque, siendo honesta, nunca te he visto dudar en tomar una decisión... salvo ahora. Y no eres la única sorprendida, créeme. -La mirada de Agatha se endureció. Sentía como si estuvieran examinándola bajo una lupa, lo cual no solo la incomodaba, sino que la irritaba profundamente. Jenn siempre había sido su confidente, su aliada en los peores momentos, pero en esta ocasión sentía que su amiga estaba invadiendo un terreno prohibido.—Jenn, no es algo que tenga que decidir ahora mismo. Es solo... —pausó, buscando las palabras exactas— un pensamiento. Uno que puede o no llevar a algo más. -Jenn la observó en silencio por unos segundos, evaluando su reacción. Finalmente, asintió con una leve sonrisa, pero su tono dejó claro que no se iba a rendir tan fácilmente.—Tal vez, pero sabes que no puedes controlarlo todo, Agatha. A veces la vida simplemente sucede. Y no siempre tienes que estar en control para que algo bueno llegue a ti.
Agatha sintió una punzada de enojo mezclada con algo más profundo, una molestia latente que no lograba identificar. En su mente, la idea de que no podía controlar un aspecto de su vida era casi una blasfemia. Había pasado demasiado tiempo construyendo su mundo a base de orden y precisión como para permitir que algo tan volátil como un deseo incontrolable de ser madre se infiltrara en su estructura.—Gracias por el consejo, Jenn, pero mi vida está bastante bien tal como está. —Su tono era frío, casi cortante.Jenn soltó una risa breve, cargada de sarcasmo.
—Claro, por eso estás aquí, mirando un folleto de fertilidad y dándome esa mirada de "puedo manejarlo todo" cuando en el fondo sé que estás tan perdida como cualquier otra persona.
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Sin Reservas | Agathario
RomanceAgatha Harkness, una abogada de gran prestigio y fría ironía, ha forjado una vida de éxito en Nueva York. Distante y seria, suele mirar a los demás con condescendencia, siempre en control y rodeada del respeto que inspira su habilidad profesional. D...