Kevin tenía 23 años y, para él, la vida era un escenario solitario. Había sido así durante mucho tiempo. Tres años atrás, una relación que parecía prometedora se desmoronó de la manera más cruel, dejándolo con el corazón roto y una desconfianza profunda hacia el amor. Desde entonces, se había alejado de todo lo que tuviera que ver con el romanticismo. Ya no creía en las promesas de amor eterno ni en las palabras dulces susurradas al oído. Para él, el amor era solo una mentira que la gente se contaba para no sentirse tan vacíos.
La música, el café y los poemas se convirtieron en sus refugios. Pasaba horas en su pequeña habitación, escuchando canciones que hablaban de melancolía y despedidas, mientras se preparaba una taza de café oscuro y amargo, tan fuerte como él se sentía por dentro. El sonido de las guitarras suaves y las letras profundas le hacían olvidar un poco la tristeza que había instalado en su pecho.
Kevin no era el tipo de chico que buscaba atención. Si bien había muchas mujeres de su edad que se sentían atraídas por él, él las rechazaba siempre con una sonrisa forzada. Les decía que no estaba listo para una relación, aunque en el fondo sabía que lo que realmente quería era encontrar a alguien que compartiera su visión del mundo, alguien que valorara el hogar y los pequeños momentos de paz más que las fiestas descontroladas y las copas de alcohol. Pero parecía que el destino no le daba esa oportunidad. Las mujeres que encontraba, aunque lindas y simpáticas, solo querían diversión y no buscaban algo profundo.
Por dentro, Kevin sentía que ya no existía nadie con los principios y valores que él anhelaba, pero fingía que no le importaba. Él había aprendido a vivir con esa idea, ya que cada vez que se acercaba a alguien, el miedo a ser herido de nuevo lo paralizaba.
Una tarde, mientras tomaba su café habitual en el pequeño bar del centro, su mejor amigo Cristian lo miró con una sonrisa traviesa.
—Te apuesto a que no te atreves a crear un perfil en una de esas aplicaciones de citas —dijo Cristian, con un tono de desafío en la voz.
Kevin lo miró de reojo, sin darle mucha importancia.
—¿Y tú qué? ¿Te vas a cortar el pelo como si fueras un niño pequeño solo porque te lo pido? —respondió, riendo de manera desinteresada.
—No es solo un reto —Cristian se inclinó hacia él con una mirada cómplice—. Es una prueba de que, a veces, las cosas que no esperamos nos traen sorpresas. Solo es por diversión, pero te aseguro que encontrarás a alguien interesante. Tal vez te cambie la perspectiva de todo esto.
Kevin frunció el ceño, pensativo. ¿Realmente necesitaba una aplicación de citas para encontrar lo que buscaba? No lo sabía. Pero la idea de ver a su amigo luciendo una cabeza completamente rapada le sacó una sonrisa genuina. Después de todo, ¿qué tan difícil podría ser crear un perfil y olvidarse de todo eso en cuanto se hiciera?
—Está bien, lo haré —dijo, levantando las manos en señal de derrota—. Pero después de eso, tú te rapas la cabeza, ¿está claro?
Cristian asintió con entusiasmo, sin dudarlo un segundo. La apuesta estaba hecha, y Kevin no podía evitar reírse de la absurda idea. Sin embargo, algo en su interior le decía que tal vez, solo tal vez, este reto podría ser más significativo de lo que pensaba.
Así fue como Kevin, con una mezcla de diversión y desinterés, creó su perfil en la app de citas esa misma noche. Subió una foto de su guitarra y una breve descripción: "Amante de la música, el café y los días tranquilos. Busco algo real, pero no estoy en busca de drama". Sabía que no iba a cambiar su vida, pero por alguna razón, sintió una extraña emoción al presionar el botón de "crear cuenta". Tal vez la sorpresa de encontrar algo real, algo que de verdad le interesara, no era tan descabellada como pensaba.
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Un poema más
RomanceEn la quietud de su alma solitaria, donde las palabras danzan como hojas al viento, Kevin buscaba un amor más allá de la carne, más allá del deseo, más allá del momento. Entre sombras y luces de un mundo quebrado, se alzaba su voz, única y sincera, ...