El primer amanecer como rey llegó antes de lo esperado. Kuroo se despertó sintiendo el peso de su nueva responsabilidad incluso antes de abrir los ojos, como si la corona que apenas había llevado unas horas estuviera ahí para recordarle su deber. Con un suspiro, se levantó, sabiendo que lo esperaban reuniones y decisiones que marcarían el rumbo del reino.Mientras Kuroo se preparaba, Kenma ya estaba despierto. Se encontraba en el salón de estudio, revisando documentos y pergaminos que podrían ayudar a su amigo. Sabía que Kuroo enfrentaba un día lleno de obligaciones y que, con su padre enfermo, el joven rey apenas tendría tiempo para descansar. Así que Kenma había decidido ayudarlo en lo que pudiera, organizando papeles y revisando la agenda del día.
Un par de horas más tarde, Kuroo entró al salón, sorprendido de ver a Kenma trabajando tan temprano.
—¿Desde cuándo estás aquí? —preguntó Kuroo con una mezcla de curiosidad y agradecimiento.
Kenma alzó la vista y le dedicó una pequeña sonrisa antes de responder.
—Desde hace un rato. Pensé que podrías necesitar ayuda.
Kuroo, tocado por el gesto, se acercó y colocó una mano en el hombro de Kenma. No había necesidad de palabras; Kenma siempre parecía saber lo que él necesitaba, incluso antes de que Kuroo pudiera pedirlo.
Durante el día, Kuroo atendió audiencias, se reunió con consejeros y firmó decretos. Fue un maratón interminable de rostros, voces y expectativas. Sin embargo, en cada pausa, sus pensamientos regresaban a Kenma, recordando su apoyo en la mañana y los instantes compartidos la noche anterior en el jardín. Había algo en él, en su presencia tranquila y constante, que le daba la fortaleza que necesitaba.
Cuando el día finalmente llegó a su fin, Kuroo fue directo al estudio, donde encontró a Kenma, cansado pero aún revisando documentos. Kenma apenas alzó la vista cuando él entró, como si simplemente supiera que Kuroo aparecería en ese momento.
—No tienes que hacer esto todos los días, ¿sabes? —dijo Kuroo suavemente, aunque agradecido.
—Lo sé, pero me gusta estar aquí —respondió Kenma, casi en un susurro. Su mirada era directa, y por un instante, ambos se quedaron en silencio, atrapados en algo que ni siquiera las palabras podían describir.
Sin saber muy bien cómo, Kuroo se sentó al lado de Kenma, más cerca de lo que solía. La cercanía entre ambos era cómoda, pero cargada de algo nuevo, un sentimiento que empezaba a florecer en el corazón de Kuroo.
—Te debo mucho —murmuró Kuroo, desviando la mirada hacia los pergaminos para ocultar el leve rubor en su rostro.
Kenma, sorprendido, solo sonrió con suavidad y posó una mano sobre la de Kuroo.
—Siempre estaré aquí para ti. Eres mi mejor amigo... y mi rey.
Kuroo se quedó sin palabras. La promesa implícita en las palabras de Kenma, la cercanía de su mano y el brillo en sus ojos lo hicieron sentir un impulso protector, una mezcla de gratitud y algo más profundo. Era un sentimiento que apenas estaba entendiendo, pero cada vez que Kenma estaba cerca, el mundo se sentía en calma, y por un instante, todo parecía estar en su lugar.
caer la noche y el cielo oscuro rugía con una furia inusitada. La lluvia no había dado tregua en varios días, y los ríos comenzaban a desbordarse, inundando las calles y dañando los cultivos. Los habitantes del reino se encontraban cada vez más angustiados, temiendo por sus hogares y cosechas.
Kuroo, desde la seguridad del castillo, observaba la tormenta a través de las ventanas de su salón. Cada relámpago iluminaba el panorama desolador de las tierras que ahora eran su responsabilidad. Su corazón se llenaba de una inquietud que iba más allá de la mera preocupación; sentía que no podía quedarse de brazos cruzados.
Esa misma tarde, durante una reunión con sus consejeros, escuchó las quejas de varios líderes de las aldeas cercanas. Hablaban sobre los daños en las cosechas, la falta de refugios seguros y la inminente escasez de alimentos. Los rostros de los consejeros mostraban cautela, y algunos le sugirieron esperar a que la tormenta pasara antes de tomar acción. Sin embargo, Kuroo no podía aceptar eso.
—Debemos hacer algo ahora —dijo Kuroo, con firmeza en la voz, su mirada decidida—. Si no actuamos, nuestro pueblo sufrirá aún más. Necesitamos enviar ayuda de inmediato.
Los consejeros intercambiaron miradas, sorprendidos ante la determinación del joven rey. Pero Kuroo no les dio tiempo para protestar; ya tenía un plan en mente.
Horas después
Kuroo, junto con algunos soldados y Kenma, quien insistió en acompañarlo, se dirigieron hacia las zonas más afectadas. Con la lluvia golpeándoles el rostro, avanzaron entre el barro y el agua. Kuroo sabía que presentarse personalmente no solo era una forma de ayudar a su pueblo, sino también de demostrar que estaba dispuesto a enfrentar los mismos desafíos que ellos.
Cuando llegaron a una de las aldeas, encontraron a varios aldeanos reunidos en la plaza, intentando resguardar a sus familias y sus bienes. Al ver a su rey allí, muchos rostros mostraron sorpresa, otros incredulidad, y algunos, esperanza.
Kuroo se acercó a uno de los aldeanos, un hombre mayor que parecía liderar al grupo.
—He venido a ayudar —anunció Kuroo, su voz firme pero llena de empatía—. Traemos provisiones y refugio temporal para quienes lo necesiten. Si trabajamos juntos, podremos superar esta tormenta.
La gente comenzó a moverse rápidamente, guiada por las instrucciones de Kuroo y sus hombres. Kenma, siempre a su lado, ayudaba a coordinar la entrega de mantas y alimentos, al tiempo que calmaba a los más jóvenes y organizaba a los aldeanos para construir refugios.
Esa noche, después de horas de esfuerzo, lograron habilitar un refugio improvisado en una zona elevada de la aldea. Kuroo, agotado pero satisfecho, observó a su gente. Aunque sus ropas estaban mojadas y el barro cubría sus botas, ver la gratitud en los ojos de sus súbditos le dio una satisfacción indescriptible.
Kenma, que estaba junto a él, sonrió suavemente.
—Hoy has demostrado qué clase de rey eres, Kuroo —dijo en voz baja
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The King's Fiancé
FanfictionEl joven rey Kuroo debe casarse por el bien de su reino, pero su corazón ya tiene dueño: Kenma, su mejor amigo y el hijo del poeta del palacio. ¿Podrá desafiar las normas para seguir lo que realmente siente?†