El amanecer en Berlín trajo consigo un cielo cubierto de nubes grises, como si la ciudad misma fuera un reflejo del ánimo de los dos agentes. Caesar y Zhenya pasaron la noche en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos mientras la realidad del momento empezaba a asentarse. A medida que la primera luz se filtraba por las ventanas rotas del refugio, Caesar se levantó para vigilar desde una esquina estratégica.
Zhenya, que había fingido dormir, lo observó con detenimiento. Había algo en la forma en que Caesar mantenía la guardia, incluso cuando estaba junto a alguien en quien debía confiar.
"Un soldado hasta los huesos", pensó Zhenya, una mezcla de admiración y resentimiento creciendo en su interior.
—Pronto van a notar nuestra ausencia —murmuró Zhenya, rompiendo el silencio. No había suavidad en su voz; la realidad de sus circunstancias exigía claridad.
Caesar asintió, sin girarse. —Lo sé. Pero hay algo más importante que debemos considerar. —Su mirada finalmente se encontró con la de Zhenya, y en sus ojos había una mezcla de determinación y algo más profundo, algo que no había admitido ni siquiera para sí mismo.
El peso de la Verdad durante años, ambos habían jugado un juego peligroso, cada uno actuando como una pieza en el tablero internacional. Pero ahora, los límites entre aliados y enemigos se desdibujaban. Caesar se acercó a Zhenya y sacó un pequeño dispositivo de su bolsillo, uno que brillaba con un punto rojo parpadeante.
—Esto es lo que están buscando, Zhenya. El verdadero motivo detrás de las operaciones que hemos estado siguiendo. Y lo que puede cambiar todo.
Zhenya se quedó en silencio, su mente procesando rápidamente las implicaciones. Ese pequeño dispositivo no solo era un secreto de Estado; era una amenaza que podría desatar una guerra o, peor aún, un arma que convertiría a ambos en objetivos primarios de los hombres más peligrosos del mundo.
—¿Qué vas a hacer con eso? —preguntó, sabiendo que cualquier respuesta sería insuficiente para calmar la tormenta que se avecinaba.
Era como un conflicto interno y lealtades, Caesar observó el dispositivo y luego a Zhenya. —Hay una forma de asegurarnos de que nadie lo use. Pero implica que confíes en mí... completamente.
Zhenya sintió cómo su corazón latía con fuerza. La palabra "confianza" era un lujo que no se había permitido en años, y ahora, Caesar le pedía algo más grande de lo que él mismo sabía si podía ofrecer.
—Lo sé, Caesar. Pero si decides confiar en mí, no habrá vuelta atrás —respondió, sus ojos fijos en los de Caesar. Era una declaración que llevaba el peso de una promesa y una advertencia.
Como una Alianza Frágil, Sin más palabras, Caesar dio un paso adelante y le entregó el dispositivo a Zhenya. Las manos de ambos se rozaron, y en ese contacto, comprendieron que, a partir de ese momento, sus destinos estaban irrevocablemente entrelazados.
Pero la quietud del momento fue interrumpida por el sonido lejano de sirenas y vehículos acercándose. Los dos se miraron, sabiendo que la tregua había terminado y que la caza se reanudaba.
Caesar y Zhenya salieron juntos al amanecer, el frío de la mañana mordiéndoles la piel y la promesa de desafíos aún mayores delante de ellos. Con una mirada rápida y un asentimiento, ambos sabían que no habría tiempo para dudar. La carrera por sus vidas apenas comenzaba, y con ella, el riesgo de perderlo todo, incluido el extraño vínculo que ahora compartían.
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En La Sombra De La Obsesión. CAESAR X ZHENYA.
Hayran KurguLa misión en Praga los llevó al mismo lugar: una antigua galería, donde el arte se mezclaba con secretos de Estado. Caesar Alexandrovich Sergeyev, el agente ruso conocido por su mirada glacial y precisión letal, y Yevgeny (Zhenya) Vissarionovich Bo...