Traiciones y Verdades

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El refugio en Berlín pronto quedó atrás, y Caesar y Zhenya se encontraron viajando por carreteras secundarias, evitando las principales rutas vigiladas por las fuerzas de inteligencia. El paisaje cambió de las luces frías de la ciudad a los campos y bosques oscuros, un lugar que parecía tan desolado y enigmático como sus propios pensamientos.

El silencio en el auto que compartían era palpable. Zhenya miraba por la ventana, la sombra de la duda cruzando su expresión. Caesar, al volante, mantenía su mirada fija en la carretera, aunque sus pensamientos estaban divididos entre la misión y el hombre a su lado. Habían acordado trabajar juntos, pero esa alianza era frágil, tan delgada como el borde de un cuchillo.

Después de horas de silencio, Caesar finalmente habló, rompiendo la tensión. —Necesitamos un plan concreto para evitar que el dispositivo caiga en manos equivocadas. No solo somos nosotros quienes lo buscan, y lo sabes.

Zhenya giró la cabeza lentamente, sus ojos grises brillando con una mezcla de desafío y preocupación. —¿Y cómo planeas detener a todos? ¿Vas a enfrentarte a tus superiores? Porque si es así, te convertirás en un traidor para tu país, Caesar.

La palabra "traidor" resonó en el auto, envolviendo el aire con una tensión pesada. Caesar apretó el volante, sus nudillos volviéndose blancos. Por un momento, el soldado dentro de él luchó contra el hombre que había empezado a ver más allá del deber.

—Si traicionar significa evitar un desastre y proteger algo más grande que la política, entonces, sí, Zhenya. Lo haré.

El silencio se instaló de nuevo, pero esta vez era diferente. Zhenya lo miró con una mezcla de respeto y algo más profundo que no había admitido ni siquiera para sí mismo.

Como un paso revelado esa noche, al encontrar refugio en una cabaña abandonada en los márgenes de un bosque, Zhenya finalmente rompió el muro entre ellos. Sentados junto a una pequeña fogata que apenas lograba calentar la habitación, Caesar notó que Zhenya parecía más inquieto que de costumbre.

—¿Qué te hizo esto, Caesar? —preguntó Zhenya en voz baja, las sombras de las llamas bailando en su rostro. —¿Qué te hizo ser el soldado perfecto dispuesto a romper las reglas?

Caesar suspiró, sintiendo el peso de las decisiones pasadas. —No siempre fui así, Zhenya. Hubo un tiempo en el que creí en la pureza de la lealtad. Pero vi cosas, traiciones y sacrificios innecesarios, que me enseñaron que la verdad rara vez es blanca o negra. Y tú, ¿Qué te trajo aquí? ¿Por qué te arriesgaste en Praga?

Zhenya apartó la mirada, un atisbo de vulnerabilidad apareciendo en sus facciones. —Buscaba algo que me devolviera el control de mi vida. Algo que me demostrara que no todo estaba perdido... y luego apareciste tú.

El silencio entre ellos se volvió intenso, y esta vez, Caesar fue el que tomó la iniciativa. Se inclinó hacia Zhenya y apoyó una mano sobre la suya, un gesto que no era solo de consuelo, sino de promesa.

La noche se alargó, y aunque el peligro acechaba afuera, en ese momento, ambos encontraron un breve respiro en medio de la tormenta. Sus miradas se encontraron, y Caesar supo que proteger a Zhenya y completar su misión ya no eran tareas separadas; se habían convertido en una sola causa.

En La Sombra De La Obsesión. CAESAR X ZHENYA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora