Lo que mi padre me heredo

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Me encontraba en mi habitación del castillo realizando unas cuantas lagartijas en el suelo, tenía los brazos exhaustos, los sentía en llamas. Pero por más dolor que sintiera no hiba a parar hasta terminar las 45.

-34...35...36...37...Vamos, solo un poco más.- Decía para mi misma.

Con cada lagartija que hacia una gota de sudor que provenia de mi cabeza caía en el suelo y así se hiban coleccionando.

-44...solo una y ya...

Con mis últimas fuerzas baje nuevamente y cuando sentí que los brazos me fallarían para desplomarse en el suelo sin pensármelo dos veces subí rápidamente terminando por fin la rutina.

‐¡Vamos!- Decía mientras me dejaba caer en el suelo y me ponía boca abajo, mi respiración era rápida y pesada.

-Si se logró...-Mi vista se dirigía el techo y cerré los ojos para calmarme.

Me levante unos segundos después y agarre mi vaso de agua que estaba en la mesita de noche que estaba al lado de mi cama, a decir verdad la habitación era muy espaciosa, no tanto como las de la realeza pero si con suficiente espacio para ejercitarme.

-Muy bien, ahora a bañarse.-  Agarre mi toalla que se hallaba colgada en un perchero de madera que se encontraba cerca de la puerta y me encamine al baño. Abrí la regadera y mientras esperaba a que el agua caliente saliera me desacia de mi ropa, delante del lavabo en la pared había un espejo en el que me miré por unos segundos.

-Si, tengo un buen abdomen...- Decía mientras pasaba mi mano por mi abdomen, podía sentir con mis dedos los cuadritos que tenia que apenas eran notables. Hice unas cuantas poses para ver el poco musculo en mis brazos.

Cuando pude notar el vapor del agua caliente en el aire entre a la regadera.
Algo que me gusta es entrar al agua caliente después de una intensa sesión de entrenamiento y sentir como el agua recorre todo mi cuerpo mientras mis músculos se alivian del estrés lentamente.

A decir verdad, toda mi vida se ha basado en una rutina la cual cuando era niña consideraba "estricta" pero mi padre lo hacía por mi bien. Como el era un caballero la disciplina era su día a día... Y ese es un valor el cual deseaba transmitirselo a sus hijos, desde los 5 años mi padre me a instruido la disciplina y los buenos hábitos.

Me refiero a dormir temprano, ejercitarme todos los días, comer saludable (Recuerdo que había veces en las que comíamos ensalada y carne por un mes entero, nada de pan y grasa), me compraba libros de filosofía y me ponía a leerlos para luego en una libreta hacer un apunte de lo que entendí respecto a cada capitulo del libro, al principio se sentía un infierno esa rutina pero con los años me di cuenta que lo hacía por mi bien. A pesar de que en el transcurso de ese tiempo le pedí por demasiadas veces que me quitara esa pesada rutina. Pero sin importar nada él no quería quitarme esa "carga" de los hombros...

Cuando llegue a la adolescencia solía ir a la ciudadela con mi padre a pasear o para hacer las compras, y había veces en las que veía a las chicas de mi edad, pero había una diferencia, yo había sido educada de manera distinta...

Flashback:

El leve bullicio de los civiles se escuchaba a mi alrededor mientras hiba caminando de la mano con mi padre mientras nos dirigíamos a la tienda para comprar comida. Una vez ahí entramos y nos dirigimos a la parte de verduras.

-12 zanahorias, 5 calabazas, 9 tomates....- Decía mi padre mientras agarraba las verduras y las metía en una bolsa.

-Hace falta avena.- Le recordé a mi padre.

-Cierto, gracias por recordarme hija- En ese momento la mirada de mi padre se dirigió a donde se realizaba la compra y vio que había una fila no tan larga.

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⏰ Última actualización: Nov 14 ⏰

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