Pedido de Mapa022016
Pedri estaba en la cafetería del club, riéndose de alguna broma de Ferran.
Era una risa sincera y despreocupada, y aunque para él solo era una charla entre amigos, desde el otro lado de la sala, Pablo lo miraba con el ceño fruncido.
Había tratado de convencerse de que solo era su imaginación, que no tenía derecho a sentir celos, pero ya no podía soportarlo más.
Después del entrenamiento, Pablo se quedó rondando el vestuario, esperando a que Pedri se despidiera de Ferran y entrara solo.
Cuando Pedri lo hizo, completamente distraído, Pablo lo siguió, sintiendo un impulso que llevaba semanas acumulándose en su pecho.
—¿Todo bien, Pablo? —Preguntó Pedri al notarlo acercarse.
Su sonrisa era tan natural, tan inocente, que Pablo sintió que le quemaba el pecho.
En lugar de responder, Pablo dio un paso hacia adelante y lo acorraló contra la pared, colocando una mano al lado de su cabeza.
Pedri lo miró sorprendido, sin comprender, su risa congelándose en sus labios.
—¿Qué pasa? —Preguntó, su voz un poco temblorosa, aunque trató de sonar tranquilo.
—¿De verdad no te das cuenta, Pedri?—Dijo Pablo, con la voz cargada de frustración.
—¿De verdad no ves lo que me haces sentir cuando te veo con otros?
Pedri lo miraba, confundido, sin saber cómo reaccionar.
Su corazón empezó a latir con fuerza, como si de repente todo el aire en el vestuario se hubiera vuelto demasiado espeso.
No tuvo tiempo de responder ni de entender lo que Pablo quería decir porque, de pronto, sintió sus labios sobre los suyos.
Fue un beso corto, lleno de emoción, pero antes de que pudiera procesarlo, Pablo se apartó y lo miró, como si temiera haber ido demasiado lejos.
—Perdón, Pedri… No sé qué me pasó. Es solo que… odio verte con alguien más.—Murmuró, con la voz temblorosa.
—Te quiero solo para mí.
Pedri se quedó en silencio, sin moverse, hasta que sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, sin poder evitarlo.
Había soñado con ese momento tantas veces, había pensado en lo que diría si Pablo alguna vez le confesaba algo así, pero ahora, frente a él, lo único que podía hacer era dejar que sus emociones salieran.
—Pedri… ¿Por qué estás llorando? —Preguntó Pablo, alarmado, y trató de apartarse, como si temiera haberlo lastimado.
Pero antes de que pudiera alejarse, Pedri, sin pensarlo, lo rodeó con los brazos y lo besó de vuelta, esta vez con toda la ternura y la emoción que llevaba tanto tiempo guardando.
—No sabes cuánto esperé que dijeras eso.—Murmuró Pedri, con una sonrisa temblorosa cuando se separaron un poco.
—Pensé que nunca me verías de esta forma.
Pablo dejó escapar una risa nerviosa, y lo miró con una mezcla de alivio y cariño.
—¿Cómo no podría verte de esa forma?—Le acarició el rostro, aún sin creérselo del todo.
—Eres lo único en lo que pienso todo el día. Te quiero solo para mí, Pedri. Siempre.
Pedri sonrió y le dio un ligero empujón en el pecho.
—Entonces no seas tan celoso, Ferran es solo mi amigo.—Dijo, riéndose, y Pablo suspiró, abrazándolo más fuerte.
—No prometo nada.—Respondió Pablo, con una sonrisa traviesa.
—Pero mientras tú seas solo mío, creo que puedo soportarlo.