67. La Promesa de una Traición

6 1 0
                                    

Draco, Snape y Sarah se encontraban huyendo, perseguidos por el caos que provocaban los mortífagos a sus espaldas. Mientras corrían, se toparon con Neville, que estaba en medio del tumulto. Sarah, que iba al frente porque sabía que si se quedaba atrás sería atrapada, no dudó en lanzar un hechizo para despejar el camino.

Al salir a las afueras del castillo, el grupo se encontró con la imagen desoladora de la cabaña de Hagrid en llamas. Mientras tanto, Harry y Eileen seguían de cerca a los Snape. Severus había ordenado a Draco que se fuera, y aunque Sarah sabía que debía hacer lo mismo, ignoró su orden y continuó corriendo.

Harry, furioso y decidido, no dejaba de lanzar hechizos hacia Snape, quien desviaba cada ataque con una calma casi despreocupada. Eileen, llena de rabia, también arremetía contra Sarah con hechizos implacables. Había perdido todo respeto por ella al enterarse de su traición al unirse al lado de Voldemort.

—¡Yo confiaba en ti! —gritó Eileen, recuperando el aliento entre cada palabra—. ¡Te defendí! ¡¡YO TE AMABA!! Ni siquiera te mereces mi odio...

—¡¿Ahora me odias?! —respondió Sarah con una furia incontrolable—. ¡¡Debería ser yo quien te odie a ti!! ¡¡TE VOY A MATAR!! ¡¡NO SALES VIVA DE AQUÍ, COMO QUE LO DIGO YO!!

Con una determinación feroz, Sarah lanzó un hechizo asfixiante hacia Eileen. Cintas emergieron de su ropa y se enroscaron alrededor de los brazos y el cuello de su oponente. Sarah corrió hacia ella, preparándose para asestarle una patada en la cabeza. Sin embargo, al girarse, se dio cuenta de que Snape estaba en problemas; Buckbeak lo estaba atacando con ferocidad.

—¿¡QUÉ INTENTAS HACER, PAJARRACO DE MIERDA!? —gritó Sarah, apuntando con su varita hacia el hipogrifo—. ¡¡¡AVADA KEDAVRA!!!

Un rayo de luz verde salió disparado de su varita y alcanzó al hipogrifo. Buckbeak cayó al suelo, inerte. Sarah sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras miraba cómo la vida se extinguía de la criatura. Sin perder tiempo, salió corriendo hacia su padre, quien también se apresuraba a escapar. A pesar de que Severus ya había cruzado la verja, Sarah sabía que debía alcanzarlo.

Finalmente, llegó a su lado y tomó su mano, que él había estado extendiendo desde hacía un rato, listo para partir en cuanto ella se acercara. Con una mezcla de alivio y desesperación, se apretaron mutuamente la mano, listos para huir de la escena del caos y la traición que había marcado su vida.

Se aparecieron en una casa que Sarah no reconocía. El lugar parecía haber sido abandonado durante años y emanaba una sensación de desolación. La sala estaba repleta de libros polvorientos, todos en tonos apagados que contribuían a un ambiente deprimente. Solo había una mesa que, de tocarla, probablemente se desmoronaría, junto con un sillón y una butaca que Sarah prefería evitar, temerosa de caer en el intento de sentarse. Le recordaba un poco a su propia habitación, aunque su espacio personal siempre le había parecido más acogedor.

Al materializarse, Sarah perdió el equilibrio y cayó al suelo, aturdida por la transición abrupta de correr a estar quieta. Con esfuerzo, se apoyó debajo del sillón, respirando con dificultad; Snape parecía estar en la misma situación. Se cubrió la cabeza con las manos, tratando de procesar lo que acababa de suceder.

—¡Matas a Dumbledore, le lanzo un hechizo a Neville, huimos del castillo, ahogo a Eileen y luego elimino a ese pajarraco con una maldición imperdonable porque, si no lo hacía, él te mataría! ¡Y ahora estamos aquí! ¿Estás contento? ¡Porque yo no!

Snape evitaba su mirada, perdido en sus propios pensamientos mientras observaba por la ventana. Finalmente, salió de la habitación, buscando distraerse y evitar una explosión de emociones. Comenzó a sellar la casa con encantamientos anti intrusos, asegurando el lugar contra cualquier amenaza externa. Luego, regresó y encendió luces, barriendo el polvo acumulado por el tiempo.

Our Safe Place | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora