El acuerdo

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Max no recordaba haberse sentido tan traicionado. Sus padres lo miraban con calma desde el otro lado del despacho, como si lo que acababan de decirle fuera tan natural como pedirle que asistiera a una cena familiar. Pero aquello era todo menos natural.

—¿Casarme con Checo? —repitió, incrédulo.

Su padre asintió, sin rastro de duda en su rostro.

—El matrimonio con la familia de Sergio es la mejor forma de asegurar el futuro de nuestras empresas, Max. Esto va más allá de lo que tú quieras o no.

Max sintió una mezcla de rabia y desesperación, y en su cabeza, solo una imagen seguía apareciendo: la sonrisa burlona de Checo, esa que lo había irritado desde el primer día en que lo conoció. Max no soportaba a Checo. Era arrogante, despreocupado y, para empeorar las cosas, parecía no tener un solo defecto. Todo en él le recordaba que jamás podrían llevarse bien.

—¿Y él qué opina de todo esto? —preguntó Max, tratando de ocultar su incomodidad.

—Lo mismo que tú. Está dispuesto a hacer lo que haga falta para asegurar el éxito de su familia —respondió su madre, como si estuviera hablando de un trato cualquiera y no de unir su vida con la de alguien a quien odiaba.

Max no tuvo elección. Dos días después, se encontró en una reunión privada con Checo, ambos solos en una sala, con miradas de mutua antipatía. Ni siquiera intentaron ser cordiales.

—¿Así que también te convencieron a ti? —preguntó Checo, acomodándose en la silla como si aquel encuentro fuera una broma.

Max lo miró con frialdad.

—A ti parece encantarte la idea —respondió con sarcasmo—. ¿Vas a actuar como el buen hijo y fingir que esto es lo que quieres?

Checo rió sin gracia y lo miró de arriba abajo, como si estuviera evaluándolo.

—No creas que eres especial, Max. Si acepté esto, fue solo por la empresa. No porque quiera pasar el resto de mi vida atado a alguien como tú.

La frialdad en su tono hizo que Max apretara los puños. Sabía que Checo intentaba provocarlo, y aunque trató de controlarse, no pudo evitar que un chispazo de ira cruzara su rostro.

—Perfecto, entonces estamos de acuerdo en algo —respondió, manteniendo el tono ácido—. Solo somos dos personas atrapadas en una farsa.

Sin embargo, ambos sabían que la situación era más complicada que eso. Al día siguiente, sus padres organizaron una cena para anunciar la alianza, y ellos debían fingir que eran una pareja perfecta. Max odiaba el teatro que debía hacer. Durante la cena, se sentó junto a Checo, quien parecía disfrutar de la incomodidad que sentía al estar tan cerca de él. De vez en cuando, Checo le susurraba cosas al oído, apenas perceptibles para los demás, pero lo suficientemente incisivas para que Max deseara levantarse de la mesa y salir de ahí.

—¿Podrías, por un momento, hacer que esto parezca real? —susurró Max entre dientes cuando las miradas estaban en ellos.

Checo le lanzó una sonrisa que casi parecía provocativa.

—Tranquilo, Max. Solo estoy ayudando a que parezca que estamos enamorados. ¿No se trata de eso?

Max respiró profundo, tratando de contenerse, pero la cercanía de Checo y el tono burlón de su voz solo hacían que deseara más distancia entre ellos.

Esa noche, al final de la cena, mientras estaban en la salida del evento, Checo no pudo resistirse a lanzar otro comentario.

—Sabes, pensé que podrías ser un poco más profesional en esto. Pero parece que hasta para fingir eres malo.

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Max empujó a Checo contra la pared y lo miró, con una furia contenida en sus ojos.

—Escucha, Checo, no tienes idea de lo que estás diciendo. No me importa cuánto quieras jugar a ser el tipo perfecto. Si sigues provocándome, te juro que vas a arrepentirte.

Checo lo miró, no con miedo, sino con una chispa de diversión en sus ojos.

—¿Por qué, Max? ¿Te intimido? —preguntó en un tono suave, casi en un susurro.

Max no respondió. Lo soltó, sintiendo que la situación se le escapaba de las manos. Se alejó, sabiendo que aquella relación obligada no iba a mejorar. De hecho, presentía que aquello solo iba a empeorar. Pero en su interior, una pequeña parte de él sabía que, aunque odiaba cada segundo junto a Checo, también había algo en esa tensión entre ambos que lo mantenía alerta.

Era un odio que quemaba, sí, pero también una conexión que ninguno de los dos parecía poder romper.

matrimonio por conveniencia (chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora