CAPITULO 7

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Hoseok.

Había bajado temprano a desayunar, con la esperanza de encontrarme con Taeyong. Después de todo, la noche anterior había dejado un montón de preguntas rondando en mi cabeza, por su extraño comportamiento. Sin embargo, no había ni rastro de él en la mansión. Intenté disimular la desilusión que se había instalado en mi pecho mientras me dirigía hacia el comedor, esperando verlo aparecer en algún momento. En cambio, al doblar la esquina del pasillo, me encontré con Jungwoo, mi otro guardaespaldas, quien me lanzó esa mirada fija y desconfiada que parecía reservada solo para mí, como si fuera un peligro en la misma casa donde vivía.

Ignoré su mirada y seguí caminando, repasando mentalmente los eventos de la noche anterior. Taeyong se había comportado de una manera extraña, y cada vez que intentaba darle sentido a su cambio repentino, me encontraba en el mismo callejón sin salida. Habíamos compartido un momento... cálido, pero luego, sin ninguna explicación, se había apartado de mí como si hubiera cometido un crimen solo por estar cerca de él.

Tomé asiento en el comedor, esforzándome por concentrarme en el desayuno que habían dispuesto, aunque el nudo en mi estómago me quitaba el apetito. Cada bocado se sentía mecánico, vacío, porque mi mente seguía dándole vueltas a la actitud de Taeyong. Algo en su mirada la noche anterior había cambiado tan bruscamente que no podía dejar de pensar que, de alguna manera, había sido mi culpa. ¿Había hecho o dicho algo que lo hubiera molestado? A medida que los minutos pasaban, el pensamiento se volvía más insistente, y no podía evitar sentir una punzada de autocrítica.

— ¿Está esperando a alguien, señor Hoseok? —la voz de Jungwoo interrumpió mis pensamientos, y al levantar la vista, noté su expresión crítica. Estaba observándome como si intentara descifrar qué hacía yo allí sentado, en mi propio comedor, perdido en mis propias emociones.

No —respondí de forma cortante, y volví mi atención al plato sin mirarlo.

Sabía que estaba siendo grosero con el pelinegro, lo que me sorprendía, porque desde que había llegado a esta mansión, había estado acostumbrado a ocultar mis molestias y siempre ser sumiso ante todos, pero no era como si él hubiera sido amable conmigo desde que llego a la mansión. Siempre viéndome como una amenaza, como si mi sola presencia no la tolerara.

Jungwoo se quedó observándome unos segundos más, sus ojos oscuros evaluándome en silencio. Finalmente, su voz rompió el incómodo silencio.

— Si necesita algo, señor Hoseok, hágamelo saber —dijo, aunque su tono no mostraba un verdadero interés, más bien parecía una cortesía mecánica que debía cumplir.

Asentí sin siquiera levantar la vista. Apenas escuché sus pasos alejarse, me sentí aliviado, como si finalmente pudiera respirar con libertad. Volví a quedarme solo en el enorme comedor, rodeado de un silencio tan pesado como el ambiente de esta casa, que parecía absorber cualquier intento de alegría o paz que pudiera surgir.

El aire seguía siendo tenso, incluso después de que Jungwoo se fue. La mansión se sentía vacía, fría, como si fuera un reflejo de la distancia que Taeyong había puesto entre nosotros de la noche a la mañana. Tomé un sorbo de mi café, tratando de ignorar la incomodidad que me rondaba desde el momento en que desperté. Me dolía no poder dejar de pensar en lo ocurrido la noche anterior; cada detalle me volvía una y otra vez a la mente, como una película que no podía detener. La risa compartida, los pasos de baile y esa inexplicable cercanía... todo se había desmoronado tan rápido que apenas podía comprenderlo.

Mientras me perdía en mis pensamientos, el sonido de la puerta del comedor se abrió, pero no presté atención de inmediato, tan ensimismado estaba en mis cavilaciones. Fue solo cuando sentí una mano suave tocar mi hombro que salté en mi asiento, sobresaltándome, el corazón latiendo con fuerza. Al levantar la vista, allí estaba Taeyong, su rostro iluminado por una sonrisa que parecía desafiar la pesadez que reinaba en la habitación. La sorpresa me golpeó como un balde de agua fría, y mi reacción instintiva me hizo sentir un poco avergonzado.

EL DONCEL Y LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora