silencio y ruinas

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Después de aquella noche, las cosas entre Max y Checo no volvieron a ser las mismas. Aunque no había discusiones abiertas ni grandes enfrentamientos, una quietud extraña se instaló en la casa. Una tensión en el aire, invisible pero palpable, llenaba cada espacio y cada conversación. Max, aún atrapado en la confusión y el arrepentimiento por lo sucedido, seguía intentando actuar como si todo hubiera sido solo un desliz, algo que debía dejar atrás. Pero para Checo, las cosas no eran tan sencillas.

Checo había intentado seguir adelante, pero el dolor se cernía sobre él de formas sutiles. No lo entendía completamente, pero había algo dentro de él que se sentía quebrado. Max había dicho que aquello había sido un error, y aunque Checo trató de ignorarlo, las palabras seguían resonando en su cabeza como un eco constante. Max había hablado como si lo sucedido no tuviera importancia, como si solo fuera una consecuencia inevitable del momento, algo que no debía significar nada más que un simple desliz. Pero para Checo, no había sido eso. Para él, había sido un paso hacia algo que no podía describir, algo que no entendía, pero que lo había tocado profundamente.

En los días siguientes, Checo intentó mantener la compostura. Sabía que el error había sido de Max, que había sido su inseguridad y su rechazo lo que había generado esa distancia emocional, pero eso no cambiaba lo que él había sentido. Lo que había compartido con Max, aunque impulsivo, había sido real para él. Se sentía vulnerable, más de lo que había querido admitir incluso a sí mismo. Y ahora, con la actitud distante de Max, el vacío comenzó a llenar su pecho.

Max no parecía darse cuenta de la magnitud del daño emocional que había causado. Para él, había sido solo una noche más, un acto cometido bajo la influencia del alcohol y la confusión, algo que podía borrar con el tiempo. Pero para Checo, todo eso se había convertido en una herida abierta. Las palabras de Max, el rechazo inmediato, lo habían dejado atrapado en una marea de inseguridades. No era solo el hecho de que Max no compartiera sus sentimientos, sino que también había negado lo que había sucedido, como si todo fuera una equivocación, como si él no fuera suficiente.

Checo comenzó a aislarse más de lo que ya lo hacía. Empezó a evitar las conversaciones profundas con Max, incapaz de mirar a los ojos al hombre que había sido su rival durante tanto tiempo y, en esa ocasión, algo más. Cada vez que Max lo miraba o hablaba, Checo sentía que veía el rechazo reflejado en esos ojos, aunque no fuera intencional. No podía dejar de preguntarse si Max lo veía como una amenaza o simplemente como un estorbo en su vida. La inseguridad se apoderó de él con fuerza.

Había momentos en que Checo sentía que lo que había pasado entre ellos solo había servido para demostrar que nunca podría ser lo que Max quería. Era una sombra de lo que Max había deseado y esa idea lo carcomía por dentro. Se encontraba revisando cada conversación, cada gesto, buscando señales de que Max lo despreciaba o lo veía como un error más. Los recuerdos de la noche, de sus roces, de la cercanía que había experimentado, lo golpeaban como si fueran un recuerdo prohibido, algo que no debía haberse permitido sentir.

Pero Max parecía tan ajeno a todo eso. Continuaba con su vida, sus negocios, sus momentos de relajación, mientras que Checo se hundía lentamente en la duda. La actitud de Max lo había dejado estancado en un mar de pensamientos contradictorios. Un momento estaba convencido de que podía ser algo más para Max, pero en el siguiente, se sentía un extraño más, una figura que solo era un obstáculo en la vida de Max.

Una tarde, mientras ambos estaban en la casa después de una reunión de trabajo, Checo intentó hablar, intentó abrirse, pero sus palabras se atoraron en su garganta. Max estaba tan centrado en su teléfono, revisando correos electrónicos y negociaciones, que ni siquiera le prestó atención. Eso solo lo hizo sentir más invisible. Se levantó abruptamente, se dirigió hacia la cocina y comenzó a preparar algo para distraerse, para calmarse. Pero mientras cortaba las verduras, sus manos temblaban, y no podía dejar de pensar en lo que había sucedido.

Max se acercó poco después, sin darse cuenta de la tormenta emocional que se desataba en Checo. Solo preguntó algo trivial sobre la comida, como si nada hubiera cambiado, como si esa desconexión emocional que ahora los separaba no existiera. Checo respondió sin ganas, apenas mirando a Max. Era como si ambos vivieran en mundos diferentes, aunque estuvieran físicamente cerca.

—¿Todo bien? —preguntó Max, al notar que la actitud de Checo parecía distante, pero sin ninguna intención de profundizar.

Checo levantó la mirada por un momento, sus ojos ocultando la tormenta interna, y forzó una sonrisa. —Sí, todo bien.

Pero no lo era. Max no lo sabía, no podía verlo. Checo había empezado a derrumbarse por dentro, sin encontrar una salida a la confusión que sentía. La inseguridad lo estaba carcomiendo, y el hecho de que Max no percibiera su malestar solo lo empeoraba. Sentía que era invisible para Max, como si sus emociones y sus sentimientos no importaran en lo absoluto.

En las semanas siguientes, Checo comenzó a evitar hablar de lo sucedido. No quería que Max supiera cuánto le había afectado, pero la verdad era que cada vez que se encontraba a solas con él, el recuerdo de esa noche lo atormentaba. Sus emociones, siempre tan controladas, ahora estaban desbordándose, y no sabía cómo manejar todo eso. Intentó distraerse con el trabajo, con las reuniones, con todo lo que pudiera hacerlo olvidar, pero el vacío seguía ahí, y las inseguridades seguían creciendo.

Max, por su parte, seguía ajeno a todo. En su mente, las cosas habían vuelto a la normalidad. Pensaba que ambos estaban en la misma página, que podían seguir adelante sin hablar de lo sucedido. Había tratado de olvidar lo ocurrido, aunque en el fondo, el arrepentimiento seguía ahí, latente. Sin embargo, no tenía ni idea del daño que su rechazo había causado. No se daba cuenta de lo lejos que había empujado a Checo, ni de cómo lo había dejado en un lugar de vulnerabilidad del que ahora parecía imposible salir.

La relación entre ellos, aunque menos cargada de peleas abiertas, seguía siendo un campo de minas emocionales. El silencio entre ellos lo decía todo. Y mientras Max vivía su vida sin pensar en las consecuencias de sus actos, Checo se hundía cada vez más en la confusión, los celos y la inseguridad.

matrimonio por conveniencia (chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora