preguntas sin resolver

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Los días posteriores a la conversación con Max fueron una tormenta constante en la mente de Checo. Los ecos de las palabras de Max resonaban en su cabeza, una y otra vez. "Eres mío, Checo. Eres mi esposo, y como tal, no tienes por qué estar con él, ni con nadie más..." Cada vez que lo recordaba, una sensación de incomodidad se apoderaba de él. No sabía si sentirse herido, confundido o tal vez asfixiado. Las dudas se acumulaban, y el miedo a no saber qué hacer lo envolvía por completo.

Se encontraba a solas en la oficina de la empresa, la pantalla de su computadora frente a él sin que su mente se concentrara en ningún documento. Las palabras de Max, la forma en que lo había reclamado como si fuera una pertenencia, seguían martillando en su cabeza. ¿Qué quería Max realmente? ¿Qué estaba pasando con ellos?

Sabía que su relación había comenzado de la forma más inesperada y vacía posible: un acuerdo entre familias, una farsa disfrazada de matrimonio para fusionar empresas, para crear un imperio. Al principio, todo fue calculado. Las sonrisas, las promesas, los gestos amables... nada de eso parecía tener un valor real. Pero poco a poco, sin que ninguno de los dos lo hubiera planeado, las cosas cambiaron. O al menos eso parecía.

Checo comenzó a preguntarse si Max se estaba aferrando a algo más allá de la conveniencia. Si ese comportamiento posesivo era, en realidad, una forma de miedo, un miedo a perder lo que había conseguido: no solo el poder, no solo el control sobre su vida, sino sobre Checo mismo. "¿Realmente me quiere?", pensaba Checo. La incertidumbre lo consumía. El recuerdo de aquella noche, cuando Max había considerado su acercamiento como un "error", lo seguía acechando, como una sombra que no desaparecía. Si esa noche había sido un error, ¿qué había cambiado ahora? ¿Por qué esas actitudes posesivas de Max? ¿Qué buscaba él realmente?

Los pensamientos de Checo eran como un enjambre de abejas revoloteando en su mente. No encontraba respuestas claras. La distancia entre ellos seguía creciendo, aunque Max no lo quisiera aceptar. La relación no solo estaba teñida de inseguridades, sino también de una verdad incómoda: ellos no habían decidido estar juntos por amor, ni por deseo genuino. Estaban juntos por negocios, por una necesidad de sus familias de expandir el imperio empresarial. Y eso pesaba mucho más que cualquier otro sentimiento que pudieran intentar construir.

Decidió ir a dar un paseo por la playa. A veces, el sonido de las olas era lo único que lo calmaba, que le permitía pensar con claridad, aunque solo fuera por un momento. Necesitaba respuestas. Necesitaba entender qué estaba pasando en su mente y, sobre todo, qué quería Max. Después de todo, Max había sido claro al principio: su relación era un acuerdo, no un romance. Pero esos gestos posesivos, esa manera de mirarlo, como si fuera suyo, como si estuviera marcado… todo eso lo desconcertaba más que nunca. ¿Por qué, entonces, ese comportamiento tan contradictorio?

A lo lejos, vio el mar chocar contra las rocas, y sintió una paz temporal, pero luego su mente lo atrapó de nuevo. La duda lo abrazaba, lo apretaba. Decidió tomar el teléfono y enviarle un mensaje a Max, algo simple, sin expectativas. Solo una pregunta.

"¿Qué estamos haciendo, Max?"

El mensaje salió y, en cuanto lo envió, la ansiedad lo inundó. ¿Era esa la pregunta correcta? ¿O acaso había algo más profundo detrás de todo esto? No quería ser solo un peón en el juego de Max, y no quería que él fuera solo una pieza más en el suyo. Checo se había empezado a sentir atrapado, no por las expectativas ajenas, sino por los propios sentimientos que había comenzado a desarrollar hacia él, sentimientos que Max no parecía capaz de ver o tal vez no quería ver.

Una respuesta de Max nunca llegó rápidamente. Checo regresó a la casa, con el peso de las preguntas aún aplastando su pecho. Al entrar, Max no estaba en el salón como normalmente lo encontraría. Buscó en su oficina, pero tampoco estaba allí. Finalmente, lo encontró en la cocina, sirviéndose un vaso de agua, con una expresión distante. Checo se quedó parado en la puerta por un momento, observándolo.

Max levantó la mirada y vio a Checo. Un suspiro escapó de sus labios. —¿Ya llegaste? —preguntó, sin mucho interés, como si la conversación anterior entre ellos no hubiera sucedido. La frialdad en su tono hizo que Checo sintiera el espacio aún más distante entre ellos.

Sin poder soportarlo más, Checo soltó las palabras que había estado guardando todo el día. —Max, ¿qué estamos haciendo? ¿Qué quieres de mí? —Su voz tembló un poco, pero estaba decidido a sacar esa carga de su pecho.

Max lo miró, y en su mirada había algo que Checo no pudo leer, algo que parecía ocultar más que revelar. —No entiendo a qué te refieres —dijo Max, con una calma que contradecía la tensión que Checo sentía en el aire.

—No hablo de los negocios, Max. Hablo de nosotros. —Checo dio un paso hacia él, desbordado por la necesidad de respuestas. —Al principio esto fue solo un trato entre nuestras familias, pero ahora… ahora siento que no sé si esto es real o solo estamos atrapados en algo que ninguno de los dos quiere admitir.

Max guardó silencio por un largo momento. Luego, finalmente, habló. —Lo que pasa es que no quiero perderte —su voz se suavizó, pero había algo en ella que sonaba como si fuera una confesión forzada, como si se estuviera conteniendo.

Checo se quedó en silencio, mirando a Max, buscando algo en su rostro que le diera claridad. Pero no lo encontró. —Max, no entiendo… —dijo, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir con más fuerza. —Me hiciste sentir que lo que pasó entre nosotros fue un error. Y ahora me dices que no quieres perderme… ¿qué significa eso? ¿Realmente me quieres, o solo tienes miedo de perder lo que hemos construido?

Max se acercó lentamente, pero no dijo nada. La tensión entre ambos se hizo palpable, y Checo no sabía si lo que sentía era el deseo de acercarse o el temor de que Max solo lo estuviera usando. Algo se había roto en su interior, y ya no sabía si podría repararlo.

Checo tomó una bocanada de aire. —No quiero seguir dando vueltas, Max. Necesito saber si esto es lo que quieres de verdad, o si solo estamos atrapados en un juego en el que ninguno de los dos entiende cómo salir.

Max no dijo nada más. Solo se quedó allí, mirando a Checo con una expresión que parecía vacía, como si las palabras ya no fueran suficientes. Ambos estaban atrapados en la misma pregunta, una pregunta que ya no sabía si quería oír la respuesta. Y así, el silencio llenó la habitación, como una condena no resuelta.

matrimonio por conveniencia (chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora