discusión sin salida

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El ambiente en la casa era denso, cargado de palabras no dichas y miradas evitadas. Desde que Max le había dejado aquellas marcas, Checo no había vuelto a mirarlo de la misma manera. Había algo en sus ojos, una mezcla de coraje y dolor, que Max no podía ignorar, pero tampoco sabía cómo enfrentar. Finalmente, aquella tensión acumulada llegó a un punto de quiebre.

Checo, harto de las miradas posesivas y el silencio de Max, se plantó en la sala, decidido a obtener respuestas. Max, que al principio parecía dispuesto a ignorarlo, levantó la vista y notó la expresión decidida de Checo. Había evitado esta confrontación, pero sabía que, en algún momento, la furia contenida de ambos saldría a la superficie.

—¿Qué estamos haciendo, Max? —comenzó Checo, con la voz cargada de enojo—. Desde que empezó esto, no has hecho más que confundirme, controlarme, dejarme marcas como si yo fuera algo que te pertenece. ¿Para qué? ¿Cuál es el punto de todo esto?

Max lo miró, su expresión endurecida. Sabía que Checo estaba esperando respuestas que él mismo no quería dar, pero las palabras de Checo lo hirieron más de lo que estaba dispuesto a admitir.

—¿No entiendes que tengo una posición que mantener? —replicó Max, con una mezcla de frustración y enfado—. No puedo permitirme ser débil, ni contigo ni con nadie. Lo nuestro fue un acuerdo, y lo sabes. Pero aun así, insistes en actuar como si no fuera suficiente.

Checo lo miró incrédulo. Su frustración crecía con cada palabra que salía de la boca de Max.

—¿De verdad, Max? ¿Eso es lo único que puedes decir? ¿Que tienes una posición que mantener? Yo también tengo mi orgullo, y no tienes derecho a tratarme como si fuera algo que puedes controlar a tu antojo solo porque te incomoda ver a alguien más a mi alrededor. No soy una propiedad.

Max sintió que la rabia se acumulaba en su pecho, pero más allá de eso, una punzada de inseguridad lo golpeaba. No sabía cómo expresar lo que sentía sin perder el control, sin permitir que Checo viera cuánto le afectaba todo. Sin embargo, su tono permaneció frío, tratando de esconder esa vulnerabilidad.

—No te estoy tratando como una propiedad, Checo. Solo… solo quiero que entiendas que esto no es fácil para mí. Tú piensas que todo esto es simple, pero no lo es. Tú no eres el único que tiene dudas.

Checo soltó una risa amarga. Estaba cansado de las excusas, de las evasivas.

—¿No es fácil? ¿Y tú crees que para mí lo es? Max, desde el principio tú fuiste el que impuso barreras, el que dejó claro que esto solo era un negocio. Pero ahora, con tus marcas, con tus escenas de celos, no haces más que confundirme. Un día actúas como si yo fuera solo una carga, y al siguiente te comportas como si no quisieras dejar que nadie más se acerque a mí.

Max desvió la mirada, incapaz de enfrentar el dolor en los ojos de Checo. Sabía que había sido injusto, pero no quería admitirlo. No quería aceptar que sus propias inseguridades y miedos lo estaban empujando a herir a la única persona que realmente había comenzado a importarle.

—No sé cómo manejar esto, Checo. No sé cómo hacer que entiendas que… —Max se detuvo, sintiendo que, por primera vez, las palabras no eran suficientes. No sabía cómo admitir lo que sentía, ni siquiera a sí mismo.

Checo lo miró, notando la tensión en su rostro. Una parte de él quiso sentir lástima, quiso entender, pero el dolor que Max le había causado era demasiado profundo.

—Si de verdad no sabes cómo manejar esto, entonces tal vez deberías dejarme ir —dijo Checo, con voz temblorosa, aunque firme—. No quiero seguir siendo tu forma de desahogar tus frustraciones. Yo también tengo derecho a sentir, a entender qué está pasando entre nosotros.

Max sintió un vacío en el estómago al escuchar esas palabras. Era como si la amenaza de perderlo se volviera tangible, y eso le generaba un temor que no sabía cómo controlar.

—No quiero perderte, Checo —confesó, finalmente, aunque sus palabras sonaron más como una orden que como un ruego. Pero al instante, su orgullo lo obligó a agregar—: Pero tienes que entender que esto no es simple para mí. Estoy tratando de proteger lo que tenemos… a mi manera.

Checo negó con la cabeza, agotado. Sabía que esa confesión, aunque mínima, había costado mucho a Max, pero no era suficiente.

—¿De qué sirve que quieras proteger algo si al final solo me estás lastimando? —replicó, mirándolo con los ojos llenos de una mezcla de rabia y tristeza—. Max, esto… nosotros… no debería ser así. Si de verdad significo algo para ti, entonces necesito algo más que palabras vacías y gestos de posesión.

Max sintió cómo el peso de sus propios miedos lo aplastaba, pero no estaba listo para ceder, para dejar de lado la coraza que había construido. En su mundo, la vulnerabilidad era una debilidad que no podía permitirse. Sin embargo, frente a Checo, esa coraza parecía desmoronarse un poco más con cada segundo.

—No sé cómo cambiar, Checo —admitió, casi en un susurro. Había algo en su mirada, algo que Checo no había visto antes: una inseguridad profunda, un miedo real a perder lo que tenían, aunque no supiera cómo mantenerlo.

—Entonces quizás debas empezar por dejar de verme como algo que te pertenece y verme como alguien a quien realmente le importas —respondió Checo, su voz teñida de un dolor sincero—. Porque, hasta ahora, solo me has demostrado que prefieres mantenerme cerca bajo tus condiciones, aunque eso signifique herirme.

Max se quedó en silencio, incapaz de responder. Las palabras de Checo le llegaron más hondo de lo que quería admitir. Había actuado con orgullo, con miedo, y ahora veía las consecuencias. Había algo más entre ellos, algo que ambos sabían, pero que Max se negaba a aceptar.

Ambos se miraron, atrapados en una batalla de emociones y preguntas no resueltas. Ni los reclamos de Checo ni las excusas de Max parecían suficientes para calmar la tormenta que ambos sentían. Sabían que había algo más, algo profundo que los unía, pero ninguno estaba dispuesto a ceder completamente, a enfrentar sus propios miedos y entregarse a una verdad que podría cambiarlo todo.

Y así, se quedaron en silencio, ambos sintiendo que la distancia entre ellos solo crecía, sin saber cómo acortar el espacio que ellos mismos habían creado.

matrimonio por conveniencia (chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora