abismo entre emociones

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La tensión en la casa no parecía disiparse. Max y Checo compartían el mismo espacio, respiraban el mismo aire, pero sus corazones parecían ir en direcciones opuestas. Max, con su necesidad de posesión, lo veía a través de una lente de control y dominio. Para él, Checo era suyo, una extensión de su vida, una pertenencia en la que se refugiaba para no sentirse solo, alguien que le daba una sensación de estabilidad que no encontraba en nadie más. Pero detrás de esa posesión también había un miedo profundo, una inseguridad constante que intentaba disfrazar de poder.

Checo, en cambio, sentía algo completamente diferente. Cada vez que veía a Max, su pecho se llenaba de emociones genuinas. No era solo atracción; era algo más profundo, más complicado. La frialdad de Max lo lastimaba, pero en el fondo, sentía que si él podía llegar a ver más allá de esa armadura de control, había algo bueno, algo valioso que le hacía querer intentarlo. Quería que las cosas funcionaran entre ambos, quería creer que Max también sentía algo real. Pero, cada vez que lo miraba, recordaba que esa atracción suya no era correspondida de la misma manera.

Aquella noche, sentados en la sala, el silencio era incómodo y pesado. Ambos sabían que había llegado el momento de hablar, de intentar entender qué significaban el uno para el otro. Max fue el primero en romper el silencio, incapaz de contener más las palabras que había estado guardando.

—No entiendo por qué esto tiene que ser tan complicado, Checo —dijo, tratando de sonar sereno, aunque su tono cargaba una nota de frustración—. Lo que tenemos funciona, ¿no es suficiente?

Checo lo miró, sorprendido por la pregunta. "Funcionar" no era precisamente la palabra que usaría para describir lo que compartían.

—¿Funciona? —repitió con incredulidad—. Max, tú me ves como algo tuyo, algo que puedes controlar. Pero… para mí esto es diferente. No quiero estar aquí solo porque te sientas seguro teniendo a alguien cerca. Yo… yo siento algo real por ti. Algo que tú no puedes devolverme.

Las palabras de Checo lo dejaron expuesto, vulnerable. Había sido difícil admitirlo en voz alta, pero ya no podía seguir pretendiendo que sus sentimientos eran simples o superficiales. Esperaba que, tal vez, de alguna forma, Max lo entendiera.

Max frunció el ceño. No le gustaba el rumbo que estaba tomando la conversación. Para él, la relación era un pacto de mutuo beneficio. Sin embargo, no podía negar que, en algún lugar profundo, las palabras de Checo lo desestabilizaban. Era cierto que lo veía como algo suyo, pero no solo por control, sino porque le daba algo que nunca había sentido antes. Y, sin embargo, no sabía cómo entregarse sin dejar de sentir que estaba perdiendo el control.

—No necesitas que yo sienta lo mismo para que esto funcione —replicó, su tono algo frío, como si intentara convencerse de ello—. Yo… no tengo la capacidad de dar eso que tú pides, Checo. Para mí, esto es suficiente.

Checo sintió que esas palabras le caían como un balde de agua fría. Sabía que esperar un cambio completo en Max era ingenuo, pero una parte de él deseaba que hubiera, al menos, un poco más de apertura. No podía soportar que Max lo tratara solo como una posesión, como algo a lo que aferrarse para no sentirse vulnerable.

—Si tú no puedes darme algo más, Max, entonces esto solo me está lastimando —dijo, sin contener la tristeza en su voz—. Porque yo… yo siento algo real por ti. Me importas más allá de este trato, más allá de lo que nuestras familias quieren. Y duele ver que, para ti, solo soy algo que tienes que controlar.

Max cerró los puños, frustrado. Quería decirle que él también sentía algo, pero no sabía cómo hacerlo. No sabía cómo dar ese paso sin sentir que se estaba traicionando a sí mismo, que estaba mostrando una debilidad que no podía permitirse. Así que, en lugar de abrirse, lo único que hizo fue redoblar su frialdad.

—No me pidas que cambie, Checo. Yo… soy así. Esto es lo que puedo ofrecer. No entiendo por qué tienes que complicarlo.

Checo lo miró, decepcionado, y algo dentro de él se rompió un poco más. Sabía que Max lo estaba evitando, que no quería confrontar sus propios sentimientos, pero también entendía que no podía seguir persiguiendo a alguien que no estaba dispuesto a reconocer lo que compartían.

—Tal vez porque quiero algo más que solo “funcionar” —respondió Checo, en un susurro cargado de amargura—. Yo quiero a alguien que me vea como una persona, no como una posesión. Y, Max, si tú no puedes ver eso… no sé si puedo seguir aquí.

Max sintió un pánico que no había experimentado antes. La idea de perder a Checo era un golpe al que no estaba preparado para enfrentar. Pero, en lugar de abrirse, en lugar de confesar su miedo, solo pudo responder con frialdad.

—Eres mío, Checo. Eso es lo único que necesitas entender.

Checo se quedó en silencio, observando a Max, herido y cansado. Sabía que intentar buscar algo más solo lo lastimaría más profundamente. Pero también sabía que no podía seguir ignorando sus propios sentimientos. Tal vez, pensó, esta relación estaba destinada a lastimarlos a ambos, porque Max jamás vería en él a alguien digno de sus emociones, y él, por su parte, nunca podría conformarse con ser solo una posesión.

Ambos se miraron, atrapados en una relación que parecía llevarlos inevitablemente al dolor. Sabían que sus sentimientos eran diferentes, que había un abismo entre lo que querían, y que cruzar ese abismo probablemente los dañaría aún más. Pero ninguno estaba dispuesto a soltar al otro.

Así, en ese silencio tenso, ambos se dieron cuenta de que estaban atrapados.

matrimonio por conveniencia (chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora