Max había llegado a la ciudad costera con una sola misión en mente: encontrar a Checo, confrontarlo, y exigirle respuestas. El viaje había sido largo, pero el dolor en su pecho lo mantenía alerta, como si cada kilómetro recorrido fuera una urgencia, una necesidad de resolver lo que había quedado roto entre ellos. La rabia y los celos lo impulsaban, más que cualquier otra cosa, y la imagen de Checo sonriendo junto a Carlos le seguía rondando la cabeza.
Finalmente, después de varios días de buscar sin descanso, Max lo encontró. Estaba sentado en una pequeña cafetería junto al mar, un lugar tranquilo que, de alguna forma, lo hacía sentir más alejado del mundo que había dejado atrás. Checo no vio llegar a Max hasta que estuvo demasiado cerca, y cuando lo vio, su corazón dio un vuelco. Max, con su expresión severa, no parecía haber cambiado nada, pero los ojos de Checo reflejaban un agotamiento que no se podía ocultar.
Max caminó hacia él con paso firme, su mirada fija, el rostro marcado por una mezcla de enojo y desesperación. Cuando estuvo frente a él, no dijo nada por un momento, pero la tensión en el aire era palpable, como si todo el peso de su relación finalmente estuviera a punto de caer sobre ambos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Checo, levantando la vista, sin querer mostrar cuán quebrado se sentía por dentro. Había logrado mantener una apariencia tranquila durante días, pero al ver a Max, todas esas barreras comenzaron a desmoronarse.
Max lo miró con una dureza que sorprendió a Checo, pero lo que más lo sorprendió fue la pregunta que Max lanzó sin rodeos.
—¿Qué haces con él? —Max señaló a Carlos con desprecio, dejando claro que no le importaba lo que Checo estuviera haciendo en ese momento. Solo podía ver que estaba con él, con alguien más, y eso lo hacía sentir rabia.— ¿Te es más fácil estar con él que conmigo? ¿Es eso lo que querías? ¿Olvidarme y seguir con tu vida como si nada?
Checo, completamente atónito ante la forma en que Max lo trataba, respiró hondo, tratando de mantener la calma. Pero el dolor que sentía en su pecho, el dolor de haber amado a alguien que solo lo había manipulado, estaba a punto de desbordarse.
—¿Olvidarte? —repitió, con voz quebrada pero llena de impotencia—. No, Max, no es eso. Nunca fue eso. Lo que pasa es que estoy cansado. Cansado de todo esto. Cansado de que me trates como si fuera tu posesión. No te importa lo que yo sienta, solo te importa lo que yo represento para ti. Soy solo una extensión de tu poder, algo que puedes controlar y manipular, ¿verdad?
Max, visiblemente molesto, dio un paso hacia él, casi como si quisiera interrumpirlo, pero Checo lo detuvo al levantar la mano, pidiendo silencio.
—¡No me toques! —dijo, con la voz quebrada, las lágrimas amenazando con caer—. Estoy harto, Max. Harto de sentirme invisible para ti, de que cada vez que te acercas, lo haces con un interés egoísta, sin pensar en mí. ¿Sabes lo que me hace sentir tu constante control sobre mí? Me siento vacío, como si no fuera nada sin tu aprobación. Lo que pasó entre nosotros, las marcas que dejaste en mi cuerpo, las promesas que nunca cumpliste… todo eso solo me hizo sentir más perdido.
Max abrió la boca, pero nada salió. Había algo en las palabras de Checo que lo paralizó por un momento. Un silencio incómodo se instaló entre los dos, y Checo aprovechó ese momento para respirar hondo, preparándose para decir lo que había estado guardando durante tanto tiempo.
—Sé lo que haces, Max. Sé que me ves como algo tuyo, como algo que puedes controlar. Y yo… yo me dejé arrastrar por todo eso porque pensé que me querías. Pensé que, de alguna forma, podría ser suficiente para ti. Pero no lo soy. Nunca lo fui. Lo que pasó esa noche, el error que cometí, solo me mostró que soy incapaz de seguir en esto. Yo… yo quiero ser feliz, Max. Y esa felicidad no está en ti.
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matrimonio por conveniencia (chestappen)
أدب الهواةambos se ven enredados en un acuerdo organizado por sus padres dónde implica un matrimonio probablemente muy caótico