Entre Dolor y Esperanza

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El frío del amanecer mordía la piel de Caesar y Zhenya mientras se movían por el bosque, más lentos de lo que deberían. Zhenya apretaba los dientes, su mano ensangrentada presionando la herida en el hombro para contener el sangrado. Caesar miraba hacia atrás constantemente, buscando cualquier señal de sus perseguidores, mientras el peso de la preocupación lo mantenía en tensión.

Finalmente, encontraron una cueva oculta entre la maleza y decidieron refugiarse allí. La penumbra y el silencio del lugar los envolvieron. Caesar encendió una pequeña linterna y examinó la herida de Zhenya. No era letal, pero necesitaba atención.

—Esto va a doler —advirtió Caesar, buscando un trozo de tela y un desinfectante improvisado que llevaba en su bolsa.

Zhenya soltó una risa sarcástica. —Como si todo esto no doliera ya —dijo, con una mueca de dolor.

Con un cuidado Silencioso Caesar trabajó con rapidez y cuidado, limpiando la herida y vendándola con destreza. Zhenya lo observaba en silencio, notando la concentración en su rostro y cómo sus manos fuertes, acostumbradas a manejar armas, ahora eran precisas y gentiles. Por un momento, el dolor en su hombro fue eclipsado por un calor que no tenía nada que ver con la fiebre.

—No tienes que hacer esto —susurró Zhenya, rompiendo el silencio. Caesar levantó la mirada, sorprendido por el tono de vulnerabilidad.

—Sí, sí tengo que hacerlo —respondió Caesar, sus ojos fijos en los de Zhenya. La respuesta no era solo por el deber, sino por algo más profundo que había nacido en esos momentos compartidos, entre balas y huidas desesperadas.

Como una Confesión en la Oscuridad, La respiración de Zhenya se estabilizó y la tensión en el aire se disipó poco a poco. Ambos se sentaron en el suelo de la cueva, el sonido del viento y el crujido de las ramas siendo la única compañía.

—No puedo seguir negándolo —dijo Zhenya finalmente, con la voz baja y temblorosa. —Cuando te vi en Praga, pensé que eras solo otro obstáculo en mi camino, otra pieza de este juego de poder. Pero ahora... —Zhenya se detuvo, buscando las palabras que parecían atragantarse en su garganta. —Ahora sé que es más que eso. No solo quiero sobrevivir, Caesar. Quiero hacerlo contigo.

Caesar permaneció en silencio por un segundo, las palabras de Zhenya resonando en el eco de la cueva. Sintió cómo algo en su pecho, que había estado endurecido por años de guerra y desconfianza, comenzaba a quebrarse.

—Zhenya, si seguimos por este camino, no habrá vuelta atrás. —La voz de Caesar era firme, pero había una suavidad que nunca antes había mostrado.

Zhenya lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de desafío y esperanza. —Ya no la quiero, Caesar. Que no haya vuelta atrás.

Caesar se inclinó hacia adelante, y por un momento, el peligro, el miedo y las heridas quedaron en segundo plano. Sus labios se encontraron en un beso cargado de todo lo que habían callado, de todas las promesas hechas en silencio.

Cuando se separaron, ambos sabían que, pasara lo que pasara, lo enfrentarían juntos. Y esa noche, en la cueva, con la amenaza de una captura cada vez más cercana, encontraron una chispa de esperanza en medio de la oscuridad.

El amanecer iluminó la entrada de la cueva, y con él, la promesa de un nuevo desafío. Caesar y Zhenya se miraron, listos para continuar. No sabían qué les deparaba el futuro, pero sabían que, al menos, no estarían solos en la lucha.

En La Sombra De La Obsesión. CAESAR X ZHENYA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora