𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏.

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La infancia de Khao fue como un libro abierto, lleno de páginas de risas, juegos y días interminables de sol. Tenía siete años, pero su mundo ya estaba lleno de pequeños momentos perfectos que, aunque simples, se sentían eternos. Era un niño que no sabía de preocupaciones, que no entendía del dolor ni de la tristeza. Tenía a sus amigos, Dunk y Phuwin, y entre los tres formaban un pequeño grupo de aventureros, una cuadrilla inseparable. Pero había algo que los hacía diferentes a otros grupos de niños: siempre incluían a Ciize, su hermana menor. Para ellos, Ciize no era una molestia, ni una carga. La trataban como una igual, y a Khao no le molestaba en lo más mínimo. Al contrario, se sentía orgulloso de tenerla cerca, de saber que no había lugar en su vida donde su hermana no tuviera cabida.

Dunk, el más extrovertido de todos, siempre tenía ideas locas para juegos. A veces, los convencía a todos a correr por el vecindario como si fueran superhéroes, otras veces, simplemente se quedaban sentados en el jardín, compartiendo secretos y soñando con lo que serían de grandes. Phuwin, con su carácter tranquilo, a menudo se encargaba de ser el pacificador. Si alguien discutía, él estaba ahí para poner orden, sin que nadie lo pidiera, pero lo hacía con tanta calma que todos terminaban de acuerdo. Y Ciize, aunque aún era pequeña, siempre lograba hacer que los demás la incluyeran en todo, ya fuera a la hora de dibujar con tizas en la acera o de hacer castillos de arena en el parque.

Las madres de los tres niños también compartían una relación especial. Eran más que amigas: eran hermanas de corazón. En la pequeña comunidad en la que vivían, sus hogares estaban tan entrelazados que no había diferencia entre las familias. La madre de Khao cuidaba de Dunk Y Phuwin como si fuera su propio hijo, y las madres de ambos hacían lo mismo con Khao. Si alguna de ellas necesitaba ayuda, las otras estaban allí sin pensarlo. Cuando los niños se reunían a jugar, las madres se sentaban a charlar en las terrazas, cuidando a sus hijos de lejos, pero con la certeza de que todos estaban en buenas manos. Había una confianza implícita entre ellas, una certeza de que su amistad les brindaba seguridad, no solo a ellas, sino a sus hijos también.

Así, los días pasaban sin sobresaltos, llenos de juegos y risas, con la tranquilidad de saber que la vida siempre estaría llena de amor y de momentos sencillos que harían la infancia de Khao algo que nunca olvidaría. 

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En el jardín de la casa de Khao, una pequeña fiesta de cumpleaños estaba en pleno auge. La decoración era sencilla pero alegre: globos de colores brillantes, serpentinas flotando en el aire y una mesa llena de dulces y pastel. Los niños corrían de un lado a otro, riendo y jugando sin preocupaciones.

Khao, con su camiseta de rayas y una sonrisa de oreja a oreja, estaba rodeado de sus dos mejores amigos, Dunk y Phuwin. El momento más esperado de la fiesta había llegado: el intercambio de regalos.

—¡Feliz cumpleaños, Khao! —exclamó Dunk, su rostro radiante de emoción mientras sostenía un pequeño paquete envuelto en papel colorido.

Khao lo miró curioso mientras Dunk lo extendía hacia él. Con manos rápidas y nerviosas, Khao abrió el paquete, encontrando un collar con un delicado dije en forma de sol. Sus ojos se iluminaron de inmediato.

—¡Dunk, esto es... es genial! —dijo Khao, tocando el dije con una mezcla de sorpresa y felicidad. El collar brillaba a la luz del sol, y Khao sentía una calidez en su pecho, como si la pieza misma del sol lo conectara aún más con su amigo.

Dunk, con una sonrisa cómplice, sacó dos collares más de su mochila, uno con un dije de luna y otro con un pequeño mundo en el centro.

—Este es para mí —dijo Dunk, mostrándole el collar con el dije de luna, que resplandecía con una luz plateada. —Y este es para ti, Phuwin, el mundo.

Everything || FirstKhaotung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora