Por más que quise estar bien el malestar no se iba, me sentía peor. Fui al baño reiteradas veces a tratar de controlar mi ansiedad, incluso una vez vomité y terminé con naúseas acompañando esa sensación de asfixia.
Estoy en la terraza sentada en un banquito intentando calmarme, respirando el aire fresco de la noche y recordando que estoy a salvo. Estuve un buen rato, a solas, Guido vuelve con un vaso de agua y lo deja en el suelo a mis pies, ya que me niego tomarlo, y me cubre con una mantita que pone sobre mis hombros.
-¿Te sentís mejor? -me pregunta con suavidad.
Asiento.
Al ver que no hablo, Guido vuelve a hacerlo.
-Pato dijo que nos quedemos a dormir si querés. Hay un cuarto libre que uso yo cuando vengo a veces. Benja se queda también porque le hizo mal el whisky y está caido de un avión en el sillón -me cuenta, así como me fue contando el transcurso de la noche mientras me acompañaba de a momentos; me dio mi espacio y lo valoré mucho.
Sonrío un poco y Guido, al notarlo, también.
-Solo Pato aguanta esas cantidades de whisky -digo, riéndome, hablando por primera vez. Mi voz ya sale casi normal, sin temblores ni titubeos.
-Y yo -agrega, excepcional. -En cambio hay otros que les pega más rápido -insinúa y me pellizca juguetón la mejilla. Intento morderlo y se ríe. -Bueno, entonces, ¿querés quedarte?
Lo miro y me paro, asintiendo. No sé si esta noche quiero estar sola en casa, necesito que Guido se quede conmigo.
—¿Querés comer algo? No comiste casi nada —pregunta, acariciándome la mejilla.
–No. ¿Me abrazas? —le pido, como varias veces lo hice. Guido me envuelve en sus brazos enseguida, haciéndome sentir la calidez de su piel y su pecho, en el cual apoyo la cara. Sus abrazos me dan la seguridad de que estoy bien. Todo va a estar bien.
Guido y yo nos vamos a dormir, él me acaricia el pelo hasta que se queda dormido. Yo logro dormirme un poco después, pero me despierta la ansiedad y ver mi celular en la mesa de noche, ubicado junto al de Guido. Me tenso, empiezo a maquinar pensando si me mandó más mensajes, si me llamó, si estaba enojado por haberlo bloqueado. Trato de seguir durmiendo pero ya se desató otra crisis. Sé que son miedos irracionales más que nada, pero no puedo controlarlos ni pisar tierra.
Me suelto despacio del abrazo de Guido para no despertarlo, por suerte su sueño es un poco pesado y no lo hace. Me transpiran las manos y tengo la sensación de que mi cuerpo está cargado de una mala energía. Me está arruinando todo. Miro a Guido dormido y pienso en si despertarlo o no, finalmente decido que no, y salgo del cuarto sintiendo naúseas. Todo esta en silencio y a oscuras.
Ya en el baño me permito soltar bocanadas de aire para intercambiarlo por otro más fresco, como si fuese a cambiar algo. Me agarro el pecho y me inclino frente al inodoro para intentar vomitar, y estoy así unos minutos hasta que me rindo. Me ato el pelo con la colita que le robé a Guido esa noche y que yacía en mi muñeca, y me siento en el suelo frío abrazada a mis rodillas, cerrando los ojos mientras me intento convencer de que todo está bien.
( ... ...)
Guido esta despierto desde que escuchó a Cielo salir del cuarto, quiere esperar a que vuelva para poder seguir durmiendo y preguntarle si está bien. Mientras la espera usa un poco el celular sin interés, pero pasan los minutos y le preocupa ver que todavía, habiendo pasado cuarenta minutos aproximadamente, no vuelva. Se levanta de la cama, estirándose, y sale del cuarto. Ve la luz del pasillo prendida y la puerta del baño cerrada. Duda un poco, se siente desubicado ir a golpear y molestar, pero como ella se sentía mal previamente, Guido tiene miedo de que le haya pasado algo. Decidido, da un par de golpes en la puerta y no recibe respuesta. La llama y tampoco. Espera un poquito más e insiste, y como sigue sin tener respuesta abre la puerta.
Al mismo tiempo, Cielo abre y se chocan. Ella lo mira confundida y sorprendida.
—Dios, me asustaste —dice.
—¿Todo bien? —le pregunta Guido, curioso y preocupado. La ve bien, salvo por los ojos cansados y apagados que le dan una señal de alarma que no puede ignorar. Pareciera que no durmió casi nada.
—Sí, sí —responde ella, evitando mirarlo mucho. —¿querías ir al baño? Pasá, perdón —le da lugar y sale, volviendo a caminar a pasos rápidos hacia el cuarto con la idea de acostarse y hacerse la dormida antes de que él vuelva. Guido la ve irse, desorientado, y entra al baño pensando en cómo encararla sin quedar como un pesado. Sabe que Cielo no expresa mucho cómo se siente y a veces él siente que la agobia con tanta atención. Es una situación de mierda, si le preguntan.
Cuando vuelve al cuarto la ve como esperaba, ya acostada de lado y con los ojos cerrados, aunque sabe que no está dormida. Guido se acuesta boca arriba y después de unos segundos se impacienta.
—¿Me vas a decir qué te pasa? —le pregunta de golpe y la siente removerse a su lado. Cielo se da vuelta y lo mira.
—¿De qué hablas? Te dije que me cayó mal la birra.
—Qué se yo, estás rara —suelta él sin esconder que ya la situación lo supera; si la "presiona" se siente un pesado, si no la presiona ella no dice nada, y él en ambos casos es quien se queda con la incertidumbre y el malestar. Es desgastante.
—No me pasa nada, estoy cansada.
—Bueh...
—Dale, no empieces, Guido, por favor. Mañana hablamos, quiero dormir —dice ella terminando el tema de forma tajante y le da la espalda, volviendo a intentar dormirse.
—Dale, listo.
El bufido de agobio que suelta Guido se escucha entre ambos, y apaga la luz para después acostarse dándole la espalda también. Él ya conoce el cuento de memoria, se da cuenta que Cielo está a la defensiva y que le pasa algo pero se lo esconde como siempre...
Siente que ella no confía en él, que seguramente tiene uno o varios prejuicios en su contra que le impiden confiar, como si él no hubiera demostrado ya que es honesto, simple, confiable. Le duele y le molesta porque no cree merecerse ese trato. Cada intento por acercarse a ella es igual a alejarla, Cielo se vuelve alguien fría, desconfiada, hiriente, imposible de alcanzar.
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tarde .guido sardelli.
Fanfictionte acordaste tarde en llamar, tarde en estar, ya no importa más.