Capítulo XIV

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Logan observaba detenidamente el cuerpo desnudo de Katherine, como un pintor que examina cada trazo antes de tocar el lienzo, el marcador en su mano temblaba levemente mientras marcaba la zona exacta que abriría. Katherine, entre sollozos desgarradores y ojos anegados en lágrimas, suplicaba: —Logan, por favor—. Pero él, con una voz fría y firme, respondía: —Mi niña hermosa, tuviste una oportunidad de ser libre y vivir tu vida sin miedo, pero no pudiste.

La habitación, envuelta en un silencio opresivo, fue interrumpida por mi voz, que trataba de sonar calmada: —Logan, mi amor, ¿podemos subir a comer?, por favor—. Lo observé actuar como si nada estuviera pasando, esperando que mi tono suave lograra desviar su mente. Logan, con una mezcla de deseo y seriedad, preguntaba: — ¿Quieres subir a tener una cena romántica y después tener mucho sexo salvaje? —. Asentí levemente mientras mi corazón martilleaba dentro de mi pecho: —Sí, mi amor.

No esperaba que mi plan funcionara, pero la mente de Logan estaba tan enferma que el engaño resultó efectivo. Con una sonrisa extraña, comenzó a desatar los nudos de las cuerdas que sujetaban mis manos y pies. Me puse de pie con algo de dificultad, cada paso pesado por el miedo y la tensión. Caminé junto a él, sin voltear a mirar a Katherine, quien estaba atada a aquella mesa, gritando con desesperación que la ayudara. Mi corazón se rompía con cada uno de sus gritos, pero simplemente los ignoré.

Cada paso que daba hacia la supuesta libertad era una mezcla de dolor y liberación. El sonido de sus gemidos lejanos se desvanecía lentamente como un eco perdido en un valle profundo. Subimos la escalera, cada peldaño resonaba en mi mente como un tambor de guerra, anunciando el futuro incierto que me esperaba. Pero por ahora, sólo podía concentrarme en el siguiente paso, en engañar a Logan un instante más, en sobrevivir a la noche.

Ya estando en la sala de la casa de Logan, no podía evitar mirar hacia todos lados como si buscase una salida invisible en este ambiente que se sentía cada vez más opresivo. El silencio entre nosotros era denso, casi palpable, y sentía la necesidad urgente de romperlo.

Logan, ¿puedo darme un baño antes de cenar? Me siento muy sucio—, pregunté mientras lo observaba tiernamente, esperando que mi rostro no delatara la ansiedad que me carcomía por dentro.

Sí, toma un baño caliente, mientras yo preparo la cena—, respondió Logan, su voz serena como si nada hubiera sucedido, un oasis de calma en medio de mi tormenta interior.

Al subir a la habitación de Logan y entrar al baño, mi mente giraba frenéticamente, buscando algún resquicio de esperanza. Abrí el botiquín con manos temblorosas, buscando algún sedante que calmara mi agitada mente; sin embargo, no encontré nada. Resignado, tomé un baño con agua caliente, dejando que el vapor me envolviera mientras mis pensamientos se enredaban en planes de escape.

La cena ya está lista—, mencionó Logan mientras tocaba suavemente la puerta del baño, su voz quebrantando momentáneamente mi ensimismamiento.

Está bien, solo me visto y bajo—, respondí desde dentro del baño, mi voz tratando de imitar su calma.

Me vestí lo más rápido que pude, cada pieza de ropa una barrera contra la desesperación. Saliendo a la habitación, miré por la ventana y vi la única salida posible. La altura era considerable, pero sentí que podía lograrlo. Con mucho cuidado me sujeté fuertemente del barandal del balcón de la habitación, el frío metal contra mis palmas heladas. Al soltarme, caí sobre unos arbustos que amortiguaron la caída, y en ese instante sentí una mezcla de alivio y adrenalina correr por mis venas, mientras mi escape se hacía realidad entre las sombras de la noche.

Empecé a correr tan rápido como podía, tratando de distanciarme lo más posible de aquella casa maldita. A medida que me alejaba, no podía evitar pensar en el sufrimiento de Katherine. Sabía que si lograba escapar, tal vez podría ayudarla, pero también era consciente de que, en el momento en que Logan descubriera mi huida, la mataría sin piedad y escaparía.

Diario de un AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora