Era un día como cualquier otro. El sol se filtraba por las rendijas de la ventana y el aire en el salón estaba denso, como si el tiempo mismo hubiera decidido tomar una siesta. Los chavizos estaban en su lugar habitual: tirados en el sofá, rodeados de humo de cigarro y envueltos en una atmósfera de pereza extrema. El olor a tabaco se mezclaba con el eco de los pedos que salían sin cesar, como si la gravedad de la situación fuera tan densa como el humo que los rodeaba.
—¡Esos pedos están matando a la gente, bro! —exclamó Matrak, mirando su celular con los ojos entrecerrados, casi como si la luz le molestara.
Erny, con el rostro demacrado y los ojos apagados, miró con desesperación el humo que se levantaba en el aire.
—Esto no puede seguir así, tíos, de verdad... —dijo Erny, tapándose la nariz—. ¡¿A quién le gusta este olor?! Esto no es normal, por Dios... esto no me ayuda con la depresión joder.
—No te quejes, Erny, si no te comes una mierda, ¿qué quieres, es un día increíble? —respondió Sorgon, mirando el techo con aire desinteresado, se encendía un cigarrillo mientras se acomodaba en su silla—. El que está a tu lado está igual de quemado, y ahí sigues.
—Chicos, ¿quién tiene más tabaco? —preguntó Luigi, levantando la mano tímidamente desde el rincón del sofá.
—Te va a dar una sobredosis al final Luigi brother —bromeó Elian, con su acento argentino inconfundible, mientras lanzaba un pedo en dirección a la ventana—. ¿Qué te pasa, boludo, qué te pasa, querés otro cigarro eh pelotudito?
—Tranquilos, chicos, en Cuba no hay comida, no tengo energía para más pedos —murmuró Erny, casi en tono de lamento, mientras el humo del tabaco se disolvía lentamente en el aire—.
En ese instante, sin más, después de tanta tensión, se quedaron todos callados y, consecuentemente una explosión de risas y pedos sonó por todo el salón.
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Mientras tanto, en un rincón oscuro del universo, en una nave alienígena flotando en la quietud del espacio, los personajes extraterrestres estaban organizando la invasión de la Tierra. Pero, como todo buen plan, estaba siendo afectado por algo mucho más básico: los eructos.
—Vorpino, por el amor de dios, ¿¡puedes parar de eructar!? —gritó Zogtonio, el líder de la invasión, mirando con furia a su segundo al mando mientras la nave temblaba cada vez que un nuevo eructo sacudía el sistema de navegación.
—¡¿Qué!? ¿Es que no sabes que los eructos son la forma natural de liberar la tensión? —respondió Vorpino, completamente despreocupado, mientras se sentaba frente a un panel lleno de botones, echándose otro eructo ruidoso. —¡Esto es ciencia, chaval!
Bobesgorpa, que estaba rodeado de pantallas holográficas que mostraban imágenes de la Tierra, levantó la cabeza, molesto por el bullicio.
—A ver si entienden algo, muchachos. ¡Tenemos que invadir un planeta! —dijo Bobesgorpa, el más mayor del grupo, antiguo segundo al mando del comandante Zogtonio haciendo un gesto exagerado—. No es momento para estar eructando como animales. ¿Quién nos tomará en serio así?
De repente, Tengele, el científico aprendiz de la nave, intervino con un tono alegre.
—Claro, claro. Pero ¿qué tal si usamos los eructos como una señal de invasión? —propuso con voz monótona, mientras programaba algo en su consola—. Como un... "¡Hola, Tierra, vamos a invadirlos!" con estilo.
—¿Estás seguro de eso, Tengele? —preguntó Zogtonio, frunciendo el ceño, aunque la idea no le desagradaba del todo.
Tengele, se encogió de hombros.
—No tenemos mucho que perder. —Y, sin esperar más, dejó escapar un eructo tan fuerte que hizo que las luces de la nave parpadearan—. ¡Eso sí que es una señal de guerra!
Vorpino se giró hacia Zogtonio y dijo en voz baja:
—Ya está, Zogtonio, no lo digas. ¡Esto va a ser épico!
Zogtonio suspiró, mientras se ajustaba su capa y miraba el holograma de la Tierra.
—Vamos a por ellos, pero con estilo, como los grandes conquistadores. ¡Un ejército entero de eructos intergalácticos! Dijo Vorpino emocionado.
Los alienígenas se rieron entre ellos, ignorando el hecho de que estaban creando una invasión que tal vez no fuera tan efectiva como pensaban. Mientras tanto, en la Tierra, los chavizos seguían fumando y tirándose pedos, ajenos a lo que acababa de suceder en el espacio exterior. Nadie sabía que lo que había comenzado como una tarde aburrida y llena de humo estaba a punto de convertirse en el comienzo de una guerra cósmica...
Capítulo 2.5: El decreto nacional del Eructo
(Estos hechos se sitúan antes de que el grupo extraterrestre salga de camino a la Tierra)
En el planeta natal de los alienígenas, una atmósfera solemne impregnaba la enorme sala de gobierno. La élite de la Alianza Galáctica, que incluía a Zogtonio, Vorpino, Bobesgorpa, Tengele y otros miembros de la alta sociedad intergaláctica, se había reunido para una sesión extraordinaria. Los asientos de la asamblea estaban ocupados por una mezcla de figuras de autoridad y respeto, todas esperando expectantes el motivo de aquella llamada inusual. Todo y que el emperador no se presentó a la reunión.
Mientras los asistentes susurraban entre sí, compartiendo especulaciones sobre el propósito de la reunión, una figura imponente, que destacaba por su estatura y sus distintivos ropajes, se levantó. Era el Gran Líder de la Alianza Galáctica, un alienígena de rostro arrugado y ojos pequeños, cuyos gestos siempre resultaban precisos y ceremoniosos. Su sola presencia bastaba para imponer un silencio absoluto en la sala. Entonces, su voz resonó con claridad, amplificada por los altavoces que rodeaban la estancia.
—¡A partir de hoy, el eructo será nuestra nueva forma oficial de comunicación! —declaró, mirando a todos los presentes con un aire solemne.
Los miembros de la asamblea se miraron entre sí, desconcertados al principio, pero pronto un murmullo comenzó a recorrer la sala. Vorpino, siempre tan impulsivo, rompió el silencio con un eructo ruidoso.
—¡Eso es, eso es! —gritó entusiasmado—. ¡El pedo terrestre está anticuado! ¡Es tiempo de un nuevo comienzo!
Los alienígenas, inspirados por la declaración y el entusiasmo de Vorpino, comenzaron a eructar en respuesta, formando una sinfonía caótica de sonidos que reflejaba el nuevo espíritu de la Alianza. Bobesgorpa, siendo el científico mayor del grupo, lanzó un eructo de manera experimental, como si estuviera evaluando las resonancias y efectos de esta nueva forma de comunicación. Tengele, por su parte, intentó sumarse de manera un poco más moderada, pero la ocasión era tan singular que incluso él se dejó llevar, imitando a sus colegas.
Los registros intergalácticos quedaron llenos de aquel sonido glorioso. La antigua tradición del pedo fue desterrada y reemplazada por un futuro lleno de eructos, en el que las interacciones y las declaraciones se harían con la misma elegancia y poder que esos ruidosos y liberadores sonidos. Mientras el eco de los eructos aún resonaba, el Gran Líder miró con satisfacción a los presentes: había comenzado una nueva era de comunicación en la Alianza Galáctica.
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Pexodus
Humor¿Qué harías si el destino de la humanidad dependiera de... pedos épicos? Erny y su grupo de amigos, "los chavizos", jamás imaginaron que un simple descuido podría provocar una invasión alienígena. Ahora, la Tierra está a merced de Vorpino y su imp...