Los días pasaron en un torbellino de emociones. La carta que había estado en su mochila se había convertido en una presencia constante en su vida, recordándole su compromiso de ser sincero. Marco sabía que el momento de hablar con sus padres se acercaba, y cada día que pasaba parecía más y más real.
Una tarde , después de clases, se encontró con Lucía en su cafetería favorita. Ella lo estaba esperando, una taza de café en la mano y una expresión de entusiasmo en su rostro.
—¡Marco! Tengo una idea —dijo, iluminando su rostro con una sonrisa—. ¿Qué tal si hacemos una cena en mi casa este fin de semana? Podríamos invitar a Adrián también. Sería una buena oportunidad para relajarte un poco antes de que hables con tus padres.
Marco pensó en ello. La idea de una cena en un ambiente acogedor lo hizo sentir un poco más tranquilo. Pasar tiempo con sus amigos siempre lo había ayudado a despejar la mente.
—Sueña genial. Creo que me vendría bien un poco de distracción —respondió, agradecido por la oferta.
Esa noche , mientras se preparaban para la cena, Marco sintió una mezcla de ansiedad y emoción. Había estado hablando con Adrián sobre lo que quería compartir con sus padres, y aunque se sentía más seguro de sí mismo, la idea de dar ese paso lo mantenía en un estado constante de nerviosismo.
Al llegar a casa de Lucía, el aroma de la comida recién hecha llenó el aire, y pronto se unió a ellos Adrián, quien traía una botella de vino tinto como regalo.
—Espero que no te importe que haya traído esto —dijo Adrián, sonriendo mientras le daba la botella a Lucía.
—¡Para nada! Esto hará que la cena sea aún mejor —respondió Lucía mientras empezaba a preparar la mesa.
Mientras cenaban, las risas y las anécdotas llenaban el espacio. Marco se sintió aliviado, dejando de lado por un momento las preocupaciones que lo acosaban. Había algo reconfortante en estar rodeado de amigos que lo aceptaban tal como era.
Después de la cena, se sentaron en el sofá, charlando de sus planes para el futuro. Adrián habló de sus aspiraciones en el arte y cómo soñaba con viajar a diferentes ciudades para exponer su trabajo. Marco escuchaba fascinado, admirando la pasión que Adrián ponía en cada palabra.
—Quiero explorar todo lo que pueda y, si tengo suerte, llevar a alguien especial conmigo —dijo Adrián, mirándolo a los ojos.
Marco sintió que su corazón se aceleraba. Esa persona especial era él, y por un momento, se sintió en la cima del mundo, imaginando su vida juntos, viajando y descubriendo nuevos horizontes.
Al día siguiente , Marco decidió que era el momento de prepararse para la conversación con sus padres. Se sentó en su habitación, la carta frente a él, y comenzó a repasar lo que quería decirles. La carta no solo contenía sus pensamientos sobre su identidad, sino también sobre su amor por Adrián y cómo había cambiado su vida. Cada palabra escrita era un reflejo de sus sentimientos más profundos.
Pasó horas ajustando y reescribiendo partes de la carta, hasta que finalmente sintió que había encontrado la manera adecuada de expresarse. La carta ahora se sentía como una extensión de su propio corazón.
—Quizás deba hacer algo especial cuando la entregue —pensó, imaginando un escenario en el que sus padres pudieran entenderlo y apoyarlo. Se dio cuenta de que, en su mente, necesitaba crear un espacio donde pudiera sentir que era realmente él mismo.
El día de la cena en casa de Lucía , Marco estaba más nervioso de lo que había esperado. Mientras se preparaban, se dio cuenta de que era un momento clave en su vida. Sabía que lo que iba a hacer no solo cambiaría la forma en que sus padres lo veían, sino que también marcaría el comienzo de una nueva etapa en su vida.
¿Estás listo para esto? —le preguntó Adrián en un susurro mientras se acomodaban en el sofá, justo antes de que llegara Lucía.
Marco se tomó un momento para responder, sintiendo el latido de su corazón resonar en su pecho. Miró a Adrián, quien lo miraba con una mezcla de apoyo y amor.
—Sí, creo que estoy. No puedo seguir ocultando quién soy. Si quiero ser feliz, necesito ser honesto, no solo con ellos, sino también conmigo mismo.
Durante la cena , aunque Marco disfrutó de la compañía de sus amigos, su mente estaba llena de pensamientos sobre lo que vendría. Lucía y Adrián hicieron un esfuerzo por mantener la conversación ligera, hablando de anécdotas graciosas y de los planes para el verano. Pero Marco no podía evitar sentir una mezcla de ansiedad y esperanza.
Finalmente, cuando la noche llegó a su fin y todos se despidieron, Marco sintió un nuevo impulso de valentía.
—Mañana, definitivamente voy a hablar con ellos —se dijo a sí mismo. Y en ese momento, se sintió listo. Había llegado el momento de enfrentarse a su verdad, y aunque sabía que no sería fácil, también estaba seguro de que era un paso necesario para vivir plenamente.
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Entre susurros y miradas
Teen FictionA sus 20 años, Marco creía tener su vida perfectamente definida: sus estudios de arte, su grupo de amigos de toda la vida y su camino claro hacia el futuro. Pero todo cambia cuando conoce a Adrián, un compañero de clase carismático y seguro de sí mi...