El ambiente era frío a causa del clima, la lluvia llevaba ya más de dos horas y parecía que tenía para más. Los rayos rompían la oscuridad del cielo y los acompañaban estruendos ruidosos que más bien parecían gruñidos de bestias gigantes. No era que me diera miedo aquel sonido, es solo que nunca había escuchado algo igual.
Me paré junto a la ventana y observé como el cielo se iluminaba completamente a causa de los relámpagos. Los imponentes pinos, que se alzaban orgullosos a más de 50 metros, se movían con una gracia sorprendente. A pesar de la furia del viento, sus troncos robustos parecían bailar, flexibles pero firmes, como si estuvieran en perfecta armonía con la tormenta. Las ramas se mecían y crujían, pero no se rompían; era un espectáculo de resistencia y belleza.
Y en medio del caos, me sentí pequeña, maravillada por la fuerza de la naturaleza.
— ¡Ciara! —escuché a Tara; mi mejor amiga, la cual entraba a la habitación un poco embriagada— ¿Qué haces aquí? Todos estamos abajo preguntando por ti —dijo riendo sin poder controlar sus movimientos.
— No me apetece jugar —le dije mientras me abrazaba a mí misma porque la temperatura bajaba cada vez más.
En eso veo a Joe asomarse a la puerta junto con Marcos y Antonella, todos parecían divertidos.
— Ey aquí estás —dice Marcos entrando a la habitación. Marcos era amigo de mi hermano Alex. Era un chico de sangre liviana, de ojos marrones y cabello negro rizado como afro, era alto y de tez morena.
— ¿Qué hacen aquí? ¿No van a bajar? —pregunta Antonella.
— Bajo en un momento —dije.
Justo en ese momento las luces se fueron y todos nos quedamos en total oscuridad. Pero no en silencio, las chicas que se encontraban abajo empezaron a soltar gritos agudos.
— ¿Están bien? —gritó Joe de forma protectora.
— ¿Dónde está mi celular? —escuché a Antonella en medio de la oscuridad.
En eso un fuerte estruendo en el cielo nos hizo gritar a todos mientras la habitación se iluminaba a causa de un relámpago.
Rápidamente siento el cuerpo de Tara abrazar el mío, yo correspondo su abrazo mientras siento un escalofrío lleno de adrenalina recorrer todo mi cuerpo.
De pronto el generador de luz se activa, regresándonos la visión. Todos estábamos abrazando a alguien y justo al vernos a las caras las risas estallaron.
— ¡Qué susto! —chilló Antonella.
— ¿Están bien? —escucho la voz de mi hermano acercándose por las escaleras.
— ¡Sí, aquí todos estamos bien! —avisa Marcos mientras sale de la habitación.
Joe y Antonella lo siguen para reunirse todos abajo en el lobby.
— Creo que invitaron a gente del pueblo, van a hacer una fiesta —me dice Tara con una chispa de emoción en sus ojos.
Mi hermano y yo habíamos organizado un fin de semana en la cabaña familiar lejos de la ciudad, pero cerca de un pequeño pueblo. La cabaña estaba dentro del bosque, no teníamos vecinos, así que las fiestas eran casi tradición cada vez que veníamos.
— De echo, me duele un poco la cabeza —mentí.
— ¿Quieres que me quede contigo? —Tara pone su mano sobre mi hombro. Pero la verdad es que no quería estar con alguien ahora.
— Tranquila, tú diviértete. Yo me voy a dormir —dije.
— Si necesitas algo mándame un mensaje, voy a tener mi celular —me abraza con fuerza y luego sale de la habitación.