Las primeras luces del amanecer se filtraban a través de las enormes ventanas del castillo, bañando la habitación de Kuroo en una cálida penumbra. Apenas había dormido después de la conversación y el beso con Kenma la noche anterior, pero el cansancio en su cuerpo era reemplazado por una renovada fuerza. Aunque el peso de la corona seguía presente, saber que Kenma lo apoyaba incondicionalmente lo hacía todo más llevadero.Sin embargo, mientras Kuroo se preparaba para enfrentar otro día de audiencias y reuniones, el eco de sus preocupaciones no se desvanecía del todo. La estabilidad de su reino dependía de él, y con los últimos problemas de escasez y las tensiones por la tormenta, el clima en el castillo se sentía más tenso de lo habitual.
Al mediodía, durante una audiencia con su consejo, comenzaron a surgir discusiones sobre decisiones económicas para la reconstrucción del pueblo. Uno de los consejeros más antiguos, Lord Hayashi, alzó la voz, su tono lleno de impaciencia.
—Majestad, con el debido respeto, el pueblo necesita certezas. Sus decisiones son lentas y, sin medidas fuertes, esto se convertirá en un caos económico.
Kuroo mantuvo la calma, pero sentía la presión del consejo aumentando. No había nada que él quisiera más que ser el líder firme y decidido que todos esperaban, pero sabía que cada decisión afectaría a las personas que amaba y al pueblo que juró proteger.
Intentando controlar sus emociones, respondió con firmeza:
—Lord Hayashi, cada decisión debe ser medida. Las consecuencias de cualquier paso en falso afectarían directamente a nuestro pueblo. No es solo cuestión de actuar rápido, sino de actuar con prudencia.
La respuesta pareció calmar momentáneamente al consejo, pero el día no hizo más que agravarse. Horas después, durante la planificación de los recursos para las aldeas cercanas, llegaron noticias de posibles descontentos en algunas regiones lejanas del reino.
Kuroo decidió tomar un descanso y, sin pensarlo demasiado, buscó el refugio de los jardines del castillo, donde solía encontrarse con Kenma. Caminó entre los setos hasta una fuente rodeada de flores, el único lugar donde podía respirar sin el peso de las expectativas.
Poco después, escuchó pasos ligeros detrás de él. Era Kenma, quien siempre parecía saber cuándo lo necesitaba. Con una pequeña sonrisa, se acercó sin decir nada, y ambos se sentaron al borde de la fuente, sumidos en un silencio cómodo.
—A veces creo que estoy perdiendo el control, Kenma. —Kuroo rompió el silencio, sus palabras cargadas de frustración—. Los consejeros… la situación… todo parece fuera de mi alcance.
Kenma lo miró con comprensión y, después de un breve momento, deslizó su mano sobre la de Kuroo, apretándola con delicadeza.
—No necesitas controlarlo todo, Kuroo. Un buen líder sabe cuándo confiar en los demás. Tú llevas el peso del reino, pero no tienes que hacerlo solo. Todos están aquí para ayudarte.
Kuroo bajó la vista, absorbiendo las palabras de Kenma. Sentía que su amigo era su ancla, alguien que lo mantenía en tierra cuando las corrientes se volvían demasiado fuertes. Pero antes de que pudiera responder, la paz de aquel momento se rompió por la repentina aparición de Lord Hayashi, quien se acercó con un tono de urgencia en su voz.
—Majestad, lamento interrumpir, pero ha llegado un mensaje urgente de una de las aldeas cercanas. Parece que una banda de bandidos está causando disturbios y robando recursos vitales para la reconstrucción.
Kuroo se levantó de inmediato, su expresión transformada en una mezcla de furia y determinación. Era su deber proteger a su gente, y este ataque era una amenaza que no podía ignorar.
—Prepárense para salir. Iremos a la aldea de inmediato. —Su tono firme no dejaba espacio para la duda.
Kenma se acercó, tomándolo del brazo antes de que pudiera marcharse.
—Voy contigo, Kuroo. No puedes enfrentar esto solo.
Kuroo asintió, agradecido de que Kenma estuviera dispuesto a acompañarlo en este nuevo desafío. En cuestión de minutos, ambos partieron junto con un pequeño grupo de guardias, dejando el castillo en dirección a la aldea bajo ataque.
En la aldea
Al llegar, el panorama era desolador: varias casas habían sido saqueadas y las cosechas arruinadas. Los habitantes miraban con miedo y tristeza, pero la presencia de su rey les devolvió una chispa de esperanza.
Kuroo y Kenma se dirigieron hacia los líderes del pueblo para entender la situación. Mientras escuchaba las historias de pérdidas y desesperación, Kuroo sintió una ira ardiendo en su interior. Pero más allá de eso, sentía una profunda tristeza por su pueblo y la impotencia de no haber podido prevenirlo.
Esa noche, bajo las estrellas, Kuroo y Kenma se sentaron junto a una fogata en el campamento improvisado. La vista de la aldea en ruinas era un recordatorio doloroso de las responsabilidades que Kuroo debía asumir como rey.
Kenma lo miró, notando la tensión en su mandíbula y la tristeza en sus ojos.
—Kuroo, no siempre podrás proteger a todos. A veces, estas cosas escapan de nuestras manos.
—Pero ¿qué clase de rey soy si no puedo proteger a mi propio pueblo? —susurró Kuroo, su voz llena de dolor.
Kenma se inclinó hacia él, apoyando una mano en su hombro.
—Eres el tipo de rey que, incluso en la oscuridad, está dispuesto a darlo todo por su gente. Eso es lo que te hace digno, Kuroo. Lo que te hace alguien en quien puedo confiar sin reservas.
Kuroo volvió la mirada hacia él, y en ese instante, todas las dudas parecieron desvanecerse. A veces, no era suficiente con ser un rey poderoso; a veces, necesitaba ser simplemente un hombre que hacía lo mejor por aquellos a los que amaba. Y en Kenma encontraba la fuerza para seguir adelante, incluso cuando todo parecía perdido.
Con una suave sonrisa, le tomó la mano y la sostuvo entre las suyas, sintiendo el calor y la calma que solo él podía brindarle.
—Gracias, Kenma. No sé qué haría sin ti.
—Nunca tendrás que averiguarlo, porque estaré aquí, a tu lado. —Kenma le devolvió la sonrisa, y en ese instante, el peso de la corona se desvaneció un poco.
Ambos quedaron en silencio, con la promesa de una nueva esperanza entre ellos.
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The King's Fiancé
FanfictionEl joven rey Kuroo debe casarse por el bien de su reino, pero su corazón ya tiene dueño: Kenma, su mejor amigo y el hijo del poeta del palacio. ¿Podrá desafiar las normas para seguir lo que realmente siente?†