CAPÍTULO CINCO

153 22 14
                                    

Anastasia

Los próximos tres días, literalmente he tomado las clases desde afuera, mirando a través del cristal a mis compañeras y a Bastian.

Le sorprende que siga aquí; sin embargo, ha optado por ignorar mi existencia y no me vuelve a ver ni por un segundo.

Mejor así.
No lo soporto.

Hoy hago lo mismo.
Empezó la clase hace veinte minutos y he comenzado a calentar en el pasillo. Bien dijo que no me quería en su clase, pues no lo estoy.

Me sostengo apoyando una mano sobre la pared, concentrada en mis ejercicios.

—Anastasia, detente. Ahora—la orden del amargado llega a mis oídos, haciendo que volteé hacia él.

Cruzado de brazos y apoyado sobre el marco de la puerta, me mira con enfado.

—Oh—sonrío—. Buenos días, profesor Bastian.

Mantiene sus ojos en mí, esos que hielan mis huesos con tan solo una mirada.
Admito que a pesar de todo, jamás había visto un celeste tan precioso como ese.
Lástima que tiene que llevarlo un engreído como él.
Seguro que se vería mejor en otros ojos, más que en los de un amargado.

—No estoy de humor para tus bromas—da un paso más hacía mi—¿Por qué estás practicando afuera?

—Usted me corrió, ¿se le olvida?

También doy un paso hacia él, manteniéndome firme. Ahora solo nos separa una distancia de al menos un metro.

—No, no lo olvidé, únicamente quiero saber por qué sigues aquí cuando te eche de mis clases.

—Porque no va a lograr sacarme de Rochford.

Inclina su rostro, la desaprobación realzando sus ojos. Puede que odie que le lleven la contraria, pero, sorpresa, yo soy experta en eso.

Merezco estar aquí, y me voy a quedar.

—¿Tan segura estás?—una sonrisa burlona tira de sus labios. Me encantaría borrársela. Con un puñetazo, tal vez—¿Así que crees que no seré capaz de eso eh? No me conoces, Anastasia. No tienes idea de lo que soy capaz.

Cada vez se acerca más, el calor de su cuerpo acaricia el mío y su aroma me envuelve. El estómago me cosquillea por un segundo, hasta que recuerdo que al que tengo al frente no es más que un imbécil ególatra.

—No. Voy a quedarme—repito—. Le guste o no, tendrá que ver mi cara todos los días hasta que se memorice cada detalle.

Ríe lleno de diversión.

—Por favor, no has demostrado nada más que ser un desastre y una molestia. Una niña rica con un ego enorme.

—Haga y piense lo que quiera, no me iré.

Se encoge de hombros y su sonrisa se ensancha.

—No tan pronto, pero te convertirás en un fracaso y en un desastre para esta academia, y cuando lo hagas, te voy a ver llorando al ya no poder entrar más.

«Desastre»
«Fracaso»

Mi pecho me punza.
Michael.
Michael también pensaba que sería un fracaso.

—No es el dueño de la academia. Solo un profesor más y no es mejor que otros—replico. Abre la boca para responder, continúo primero—¡Engreído e insoportable! Corre a sus alumnas por errores mínimos y no tiene ni un poco de compasión, ¿Qué carajos le pasa?—el pecho me sube y baja con furia.

Forgive UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora