Capítulo 10: Caos en la fábrica

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Se encontraba desubicada, no sabía ni dónde estaba ni como había llegado allí, apenas podía entreabrir los ojos durante dos o tres segundos seguidos y lo único que veía era polvo en suspensión y caos. En su oído, un pitido agudo amenazaba con hacerle explotar la cabeza y muy al fondo escuchaba golpes y gritos que la aterrorizaban. En los pocos instantes que recuperaba parte de su consciencia trataba desesperadamente de moverse, pero su cuerpo no le respondía. Un dolor punzante en su pierna derecha le había confirmado minutos antes que aquello era real y no una pesadilla. Trataba de gritar a pleno pulmón, pero lo único que conseguía era que de su boca saliera un pequeño hilo de voz ahogada. El cansancio y desconcierto estaban haciendo mella en ella de nuevo, sentía que era inevitable sucumbir y perder el conocimiento de nuevo, ya se estaba dejando llevar cuando empezó a percibir un cambio en el ambiente, una presencia. El pitido continuaba fuerte y no conseguía distinguir con nitidez la voz de la persona que estaba a su lado, ni qué le decía ni a quién pertenecía. Trataba de abrir de nuevo los ojos, pero los párpados le pesaban demasiado. Notó una mano en su muñeca, esa persona le estaba tomando el pulso, quería gritar desesperadamente, reaccionar. A continuación, una mano le acarició la frente con mucha delicadeza, apartando su pelo de su cara, haciendo que recuperara parte de la calma que había perdido. Después, la mano se separó de su cara y quiso protestar, pero no lo hizo porque la volvió a notar, suave, esta vez sobre su propia mano, calentándola. – Marta, por favor, reacciona, por favor – la voz, era cálida, suave, sin duda pertenecía a una mujer. Se aferró a aquella voz y aquella mano y volvió a canalizar todas sus fuerzas en sus párpados para lograr por fin abrir sus ojos. Esa mirada, esos ojos entre castaños y miel, los utilizó de ancla para no volver a caer. – Ayuda, por favor, necesitamos ayuda. – La chica gritaba todo lo que ella no podía. Volvía algo más en sí y consiguió apretar ligeramente con su mano la de la joven que no la soltaba y notó como la muchacha se alegraba de aquel apretón repentino - Marta vas a salir de esta, ya lo verás, necesito que aguantes un poco. No pasa nada si no puedes hablar ahora, quiero que te concentres en no dormirte, es importante que te mantengas consciente. - Otro pequeño apretón y la chica asintió, mensaje captado. Otro estruendo, más gritos y una nueva presencia.

- Tasio, necesitamos ayuda, YA, muévete y trae una cuadrilla de operarios, tenéis que despejar primero el camino hasta la salida.

- ¿Está bien? Osti... es la jefa, mierda, mierda, la saco yo de ahí. – El trabajador desobedeció la orden de Fina y se acercó más a las dos mujeres.

- Se recuperará, pero necesito que me hagas caso, tenemos que conseguir sacarla para que pueda atenderla la doctora primero y llevarla a la ambulancia después. - ¿Doctora, ambulancia? Marta seguía desconcertada escuchando a la joven que mantenía un aplomo envidiable dado el caos en el que se encontraban envueltas. – No puedes sacarla tú, tiene una viga sobre su pierna derecha, si la arrastras empeorarás la herida que pueda tener. Tenéis que despejar el camino hasta la salida primero y después levantar entre varios la viga para que salga limpia. HAZLO YA – Tasio por fin entró en razón y salió disparado mientras gritaba pidiendo que entraran trabajadores a despejar el camino.

- ¿qee aaa paaasdo? – Por fin consiguió balbucear Marta, clavando de nuevo su mirada en la chica que sostenía su mano y trataba de calmarla. La joven se disponía a contestar, pero en ese instante llegaron los trabajadores, soltó su mano y se apartó para guiarles en cómo debían proceder para liberarla de la viga.

- Así, a la derecha, un poco más, perfecto, ya podéis soltarla. Tasio, ¿puedes sacarla en brazos? Debes tener mucho cuidado, intenta que su pierna quede lo más inmovilizada posible hasta que pueda examinarla la doctora Borrell.

Dolor en su pierna, movimiento, alguien llevándola en brazos y la mirada anclada en la muchacha de la que la alejaban cada vez más mientras la sacaban de aquel caos. Ya casi estaban en la salida, la luz del día se filtraba por la puerta de la nave que había colapsado y entonces una pequeña conexión cerebral se activaba. Ya apenas la distinguía por la distancia, pero por fin su mente la reconocía: Fina.

Toledo - París - ToledoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora