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Habían pasado dos años desde la caída del acantilado, ambos habían dado inicio a una nueva vida llena de oportunidades para ambos, no había sido fácil, habían días en los que no se hablaban por completo, molestos y extrañando la compañía del otro, fueron dos años difíciles dónde habían aprendido a sobrellevar las diferencias, aceptarse, conocerse verdaderamente, perdonarse, confiar plenamente el uno en el otro y sobretodo amarse inefablemente, ambos habían formado con su arduo trabajo una conexión irrompible.

Hannibal estaba feliz, conocía muy bien a Will, sin embargo habían más cosas que conocer y se vio fascinado por ellos, su relación había avanzado y Will desesperado había confesado sus sentimientos, los mismos sentimientos que Hannibal tenía miedo de confesar al no ser correspondido, pero lo fue y amaba la forma en la que Will no solo agradecía su contacto sino también lo buscaba, aaah will, su amado will buscando su compañia y contacto, tan cariñoso, protecto y controlador, amaba cada faceta de su caracter.

Sin embargo ambos anhelaban una familia, una familia donde ambos pudieran amar por igual, una criatura a su lado donde ellos pudieran demostrar su humanidad, anhelaban una familia donde ambos amaran por igual, donde ambos eligieran y lo quisieran, no una familia forzada llena de perversos deseos ocultos como la que habían intentado formar, era una familia donde ambos estuvieran de acuerdo y así lo hicieron.

Habían pasado dos meses donde ambos se habían movido de un lado a otro organizando todo para su adopción y ahora después de un mes de trabajo, ahí estaba, como si hubiera sido creada por ambos, aquella pequeña de ojos marrones, rizos castaños y pálida piel, era hermosa e inteligente, la habían reconocido desde que los dos pares de ojos se posaron sobre ella. El se divertía en esas mismas rutinas diarias donde ambos compartían hobbies aburridos, pero afables para los tres, le intrigaba como aquellos filosos ojos los miraban a ambos, observandolos silenciosamente absorbiendo todo tipo de información sobre ellos en aquella pequeña e inteligente cabecita, agradeciendo a Dios alegremente cuando la pequeña hablaba como poca veces lo hacía, en ocasiones cuando se dignaba hablar era franca y sincera, una mordacidad que lo divertía cuando recordaba a su will, tan arisca como él, la hija perfecta con la edad que ellos consideraban perfecta, con diez años de edad pero más inteligente que cualquier otro niño.

Hannibal se encontraba en su sala de estar, donde habían numerosos libros ordenados en los grandes estantes de la pared, después de los brazos de Will era su segundo lugar favorito y también el de la pequeña Hanna, la cual se encontraba a unos metros frente a él, en su propio sillón, leyendo un libro demasiado concentrada, el sonrió pues se sentía cálido.

Escuchó como el libro se cerraba y la pequeña se acomodaba completamente en el sillón alcanzando su pequeño cuerpo por completo en éste.

-Se cree que el libro favorito de una persona dice mucho de ellos- dijo la niña, con voz baja y lenta.

-A veces cuando se lee, las personas encuentran descritas características personales que no habían interiorizado y se identifican plenamente con la lectura- le contestó.

-¿Cuál es el tuyo?- le interrogó Hanna, mirándolo fijamente, ella nunca despegaba los ojos de los demás.

-La divina comedia por supuesto- contestó automáticamente.

-¿Buscabas un infierno que fuera peor que el tuyo?- interrogó la pequeña Hanna.

Hannibal sonrió y dejó su propio libro a un lado plenamente interesado, sintiendo el extraño sentimiento de estar en terapia, solo que esta vez él era el paciente, eso lo hizo sonreír más

AGAPÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora