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JULIETAYa había pasado una semana más metida en ese pozo de angustia y tortura en el que me encontraba, a ese punto, de lo único que estaba libre era de esperanzas. Ya no creía posible la idea de salir de ahí y recuperar la vida que para mí, antes era la cotidianeidad.
Los abusos de todo tipo no cesaron, y los clientes solamente aumentaron... Mi cuerpo estaba destrozado, al igual que mi alma. Suena estupido, pero realmente ya no me reconocía ni a mí misma. Me sentía encerrada en un cuerpo que ya no me pertenecía; otras personas se lo habían apropiado, me lo habían arrebatado.
Cuando dormía, tenía sueños en donde me reencontraba con todas las personas que tanto anhelaba volver a ver; visualizaba todos los abrazos, besos, caricias, palabras que le diría a cada uno...
(...)
Era viernes a la noche, uno de los días con más "demanda"; muchos hombres esperando su turno para poder cumplir su deseo asqueroso y morboso. No paraba de sorprenderme como a nadie le importaban mis lágrimas, mis quejidos... todos hacían oídos sordos y ojos ciegos ante cualquier signo de resistencia.
Algunos clientes y, a veces, hasta mis mismos proxenetas, me daban drogas con el fin de "atontarme" y que fuera más sumisa. Otras veces, yo misma decidía consumirlas, o tomaba pastillas para dormir para que todo pasara más rapido.
Esa noche, fuera de lo usual, estaba completamente limpia; sin ninguna sustancia en sangre. Ya había pasado el que parecía ser el anteúltimo cliente de la noche, y faltaba el que finalizaría con la jornada.
Como siempre solía hacer, esperaba acostada en la cama mientras miraba al techo, evitando dirigir mis ojos hacia cualquiera de los tipos que entraban.
- Shhh... - me dijo una voz de manera repentina, casi ni había notado el ruido de la puerta al abrirse o cerrarse.
Me había parecido raro que me chistara sin siquiera hacer ruido, así que moví mi cabeza y la levanté un poco para ver hacia la entrada de la habitación.
Apenas lo vi, me senté, saliendo de aquella posicion recostada, y me llevé las manos a la boca por el asombro. No podía creer quién acababa de entrar por esa puerta.
Era Charly, el mejor amigo de Fran, al cual no veía desde hacía muchísimo tiempo. Su presencia fue la primera alegría que había tenido en todo mi tiempo ahí adentro. Antes de permitirme pensar cualquier otra cosa, se acercó y me abrazó fuertemente, dejándome saber que él no iba a ser un cliente más.
Ahora entendía por qué me había chistado, era obvio que al verlo iba a querer gritar de alegría, pero debía controlarme, y eso fue exactamente lo que hice.
Charly me sostuvo con fuerza, como si con ese abrazo intentara transmitirme todo lo que unas simples palabras nunca podrían. Sentí sus brazos temblar un poco, y algo en su respiración me hizo entender que estaba tan nervioso como yo. Después de unos segundos, se apartó apenas para mirarme directo a los ojos, poniendo sus manos a los lados de mi cara.
- Tenés que estar tranquila, Juli - murmuró, con un tono de voz tan bajo que apenas lo escuché-. Estoy acá por vos, pero necesitamos ser cuidadosos, ¿sí?
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GANAS DE VERTE | guido sardelli - airbag
RandomEsta es la historia de Guido Armido Sardelli (35 años), y Julieta Parisi (24 años). Julieta es una prostituta. Tuvo que acudir a dicho "trabajo" por urgencias económicas, lo que la llevó a una cueva de sufrimiento, presión y ansiedad constante. En...