Kasia—Lo que te ocurrió no fue por dejar los medicamentos, pero podrías enfrentar algo mucho peor si los abandonas de repente —advirtió la doctora Allen, con un tono grave que retumbaba en la sala de consulta.
Me bajé de la camilla, inquieta, ignorando el susurro de su voz en mi mente.
—No quiero seguir tomando esas pastillas —murmuré, tratando de esquivar la mirada penetrante de la doctora. Su revisión minuciosa no había revelado nada que indicara que dejar mis medicamentos
estuviera relacionado con lo que me sucedió anoche.La doctora Allen guardó sus instrumentos y se giró hacia mí, sus ojos azules llenos de preocupación y autoridad.
—¿Quieres seguir teniendo pesadillas? —preguntó, su tono se volvió más firme.
—No, claro que no —contesté, sintiendo una oleada de frustración. —Pero la última vez que dejé de tomarlas no pasó nada. —La doctora se volvió hacia mí, sus ojos perforando los míos.
—No me mientas, Kasia. No soy tonta. —Su voz cortante me atravesó como un rayo. Suspire, derrotada.
—Está bien, me sentí un poco mal, pero no fue nada comparado con lo de anoche —confesé finalmente, la ansiedad se apoderaba de mí. —Lo de anoche fue... fue como si me estuviera muriendo. Si no fuera por Row... —Me detuve, incapaz de continuar, y la doctora Ruby frunció el ceño, captando mi vacilación.
—Kasia, si dejas las pastillas de nuevo, las consecuencias podrían ser tan graves como lo de anoche —dijo, su voz firme, sin apartar su intensa mirada de la mía. —Lo que te sucedió no fue por los medicamentos, sino por la inyección que te administraron cuando ingresaste aquí. —Sentí que la sangre me abandonaba el rostro.
Entonces, pasé toda la noche pensando que era eso, y resulta que esa maldita inyección fue la culpable.
—¿Qué es esa inyección? ¿Por qué me la dieron? —Las preguntas se amontonaban en mi mente, las palabras salieron atropelladamente mientras el pánico comenzaba a arremolinarse en mi interior.
Ruby suspiró, su rostro suavizándose ligeramente.
—Esa inyección se administra a todos los que llegan aquí. No preguntes más, no puedo darte respuestas.
Asentí, aunque una furia sorda bullía en mi interior. Me dirigí hacia la puerta, sin esperar una despedida.
—Kasia —llamó la doctora, deteniéndome justo antes de salir. —No dejes de tomar las pastillas si quieres vivir en paz. Prométemelo.
Suspiré profundamente, sintiendo el peso de su mirada.
—Lo haré —dije, forzando una sonrisa que apenas conseguía disimular mi frustración. Apenas hoy conocí a la doctora, ya que aquel día cuando Megan me lanzó el cuchillo y aquella pelea con las chicas y viene por si me había roto algo, había un joven que parecía tener unos años más que yo. Durante nuestra conversación, mencionó que la doctora estaba de viaje y él la estaba suplantando.
No sé si soy la única que se siente así con ella, pero desde que entré a este consultorio y hablé con la doctora, me he sentido muy cómoda y comprendida todo el tiempo. Había algo que me hacía querer confiar en ella. Incluso llegué a pensar en la idea de tenerla como mi psicóloga personal.
Me río internamente por las ideas que cruzan mi mente.
—¿Me lo prometes, Kas? —insistió, sus grandes ojos azules fijos en los míos mientras empujaba un mechón de su cabello rubio detrás de la oreja.
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De Secreto y Sangre
De Todo¿Alguna vez has sentido que tu vida no es tan normal como parece? Kasia siempre lo supo. A pesar de la insistencia de sus padres en que todo estaba bien, ella no podía evitar sentir que algo faltaba, que había un secreto oculto bajo la superficie de...