25. La gala

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Juanjo se dirigía a la mesa con la mirada preocupada de Denna sobre él. Cuando vio que su amiga iba a preguntarle le indicó que ya hablarían y siguió con su cena.

Lo único que Martin vio cuando volvió a la mesa fue a un Juanjo distinto, mucho más parecido al que había conocido cuando entró como director de la agencia sustituyendo a su padre que al Juanjo al que se había acostumbrado las últimas semanas.

Su risa, más exagerada de lo normal, llenaba ahora aquella mesa mientras sus amigos disfrutaban con sus expresiones y sus salidas ingeniosas.

-Estás que te sales, maño, ¿qué te has metido cuando has ido al baño?

-Sabes que no me drogo, Nairela, pero me han dado una buena noticia y estoy...- miró alrededor de la mesa, saltándose deliberadamente a su jefe. -pletórico.

Nadie, a excepción de Denna y el propio Martin, se habían dado cuenta del no tan sutil cambio de actitud de Juanjo y el trasfondo que tenía, y una guerra se desataba en el interior del vasco. Rabia, decepción, nervios, dolor y preocupación era lo único identificable en los sentimientos que tenía, totalmente equivocado pensando en lo poco importante que había sido para Juanjo.

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-Come on, guys! Os va encantar lo que hemos preparado.

Siguieron a Chiara, que iba agarrada del brazo de Martin, con caras ilusionadas. Al final del grupo, un poco apartados, estaban Juanjo y Denna.

-No te voy contar nada ahora, voy a divertirme y ya hablaremos cuando estemos en Madrid.

-Como quieras, cariño... pero estoy muy preocupada.

-Tranquila, Almu, que estoy bien...- Denna levantó la ceja, demostrando una vez más de que lo conocía como si lo hubiera parido. -Estaré bien, en serio. Tengo el corazón hecho de hormigón armado.

Le sonrió después de decir esto y adelantó sus pasos hasta ponerse al lado de Alex, aprovechando este que su novia volvía a estar cerca de él para agarrarla de la mano.

Cuando iban a entrar, Juanjo sacó su paquete de tabaco y les dijo que entraría cuando se terminara el piti.

Pero nunca entró, porque llevaba casi dos horas fingiendo que todo estaba bien, que no le habían roto el corazón e insultado de la peor manera: insultando a su hermano pequeño. Cuando se aseguró de que nadie lo vería escabullirse volvió a enchufarse otro cigarro y se dirigió lentamente a su cabaña.

Siete días . En siete días volvería a casa, las ajetreadas calles de Madrid lo envolverían y, poco a poco, se olvidaría de Martin Urrutia.

Aquella noche muchos preguntaron por Juanjo, y fue Martin quien les explicó que Juanjo se había disculpado con él personalmente pero que algo le había sentado mal en la cena y se tuvo que retirar. Denna, que sentía el dolor de Juanjo como suyo propio, no pudo contenerse cuando pilló a Martin solo en una esquina de la sala donde estaban celebrando el éxito del proyecto.

-Qué buen mentiroso eres, Martin Urrutia.

-¿Perdón?

-Que eres un mentiroso, y que llevas sin dirigirle la palabra a Juanjo desde anoche, así que dudo mucho que te diga a ti "personalmente" -remarcó la palabra con comillas con las manos- que está indispuesto incluso cuando ni si quiera me lo ha dicho a mi, con quien lleva desahogándose todo el día.

Martin no era tonto, Denna sabía mucho a través de Juanjo, así que no tenía sentido negarle todo.

-¿Y qué querías que dijera? ¿Que no soportamos estar bajo el mismo techo?

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