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La noche había caído. Los ninjas de Konoha alistaban sus pequeñas cabañas improvisadas alrededor de la fogata que Sasuke había encendido. El calor de las llamas apenas mitigaba el frío de la noche, pero no bastaba para despertar a Naruto. Seguía inmóvil, profundamente dormido, ajeno al murmullo del bosque. La técnica que había utilizado, combinando el Kogane no Sora, el Haraichin, sus clones y el rasengan, había sobrepasado incluso sus enormes reservas de chakra. Aunque Naruto poseía una cantidad abrumadora de energía, no dominarla por completo lo dejaba vulnerable.

El equipo lo sabía. Lo cuidaban en silencio, atentos a cualquier cambio. Pero era Itachi quien permanecía más cerca, observándolo de reojo desde la penumbra, sin apartarse demasiado.

Itachi, sentado en una de las ramas más bajas de un árbol, mantenía sus ojos fijos en la figura dormida del rubio

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Itachi, sentado en una de las ramas más bajas de un árbol, mantenía sus ojos fijos en la figura dormida del rubio. Sus facciones delicadas parecían más suaves bajo la tenue luz de la luna. Mientras lo miraba, un pensamiento fugaz cruzó su mente: "¿Cuándo dejó de ser aquel niño despreocupado y bullicioso que conocí?"

Naruto había cambiado. Ya no era el chico que reía a carcajadas y gastaba bromas sin cesar. Ahora era alguien más astuto, más contenido. Pero a pesar de ello, su esencia permanecía intacta: esa carisma natural que lo hacía brillar, esa luz que parecía atraer a todos a su alrededor, incluyéndolo a él.

Una voz grave lo sacó de sus pensamientos.

—Yo haré guardia, Itachi-kun. Descansa —dijo Orochimaru, con un tono más calmado de lo habitual.

Itachi asintió sin decir palabra. Bajó del árbol con la misma gracia felina que lo caracterizaba y se acomodó junto a Naruto. Sin pensarlo demasiado, deslizó su mano hasta alcanzar la de su prometido. En tres meses, se convertiría en su esposo, y aunque nunca lo había buscado ni deseado, esa perspectiva comenzaba a llenarlo de un calor desconocido.

Desde el incidente en su habitación, su relación había cambiado. Ya no eran solo aliados; los besos furtivos y las caricias tímidas hablaban de algo más. No lo admitiría, pero la idea de casarse con Naruto no le causaba conflicto. Al contrario, lo emocionaba. Los polos opuestos se atraen, pensó mientras cerraba los ojos. En Naruto había encontrado un contraste perfecto para su mente y su corazón.

Tomando la mano de su prometido, Itachi se dejó llevar por el sueño, un sueño donde el mundo exterior dejaba de importar.

A la mañana siguiente, despertó con una sensación extraña: vacío. Abrió los ojos de golpe, buscando a Naruto, pero el rubio no estaba a su lado. Se incorporó de inmediato, sus ojos recorriendo el campamento. Orochimaru y Sasuke seguían dormidos. "¿Dónde está?", pensó, sintiendo cómo una punzada de preocupación se alojaba en su pecho.

Se levantó y saltó sobre un árbol cercano, intentando divisarlo desde las alturas. Fue entonces cuando lo escuchó: el rugido constante de una cascada, ahogado por la distancia y el murmullo de las hojas. Por la noche no lo había notado, quizás por el cansancio.

Guiado por el sonido, Itachi avanzó entre las copas de los árboles hasta que llegó a un claro. Allí estaba él, en medio del lago que la cascada alimentaba. Naruto flotaba con la mirada perdida, sumergiéndose a ratos en el agua cristalina. La escena era hipnótica.

La luz del amanecer bañaba su piel desnuda, dándole un brillo casi etéreo. Por un instante, Itachi quedó paralizado. Es hermoso, pensó, sintiendo cómo ese único pensamiento se clavaba en su mente.

—¿Vas a quedarte ahí mirándome, ttebayo? —dijo Naruto de repente, sin girarse, delatando que sabía perfectamente que Itachi estaba allí.

El Uchiha sonrió, ligeramente divertido. Con la misma naturalidad de siempre, bajó del árbol, se despojó de su ropa hasta quedar en bóxers y caminó hacia el agua. Cada paso que daba parecía acercarlo a algo más que a su prometido.

Naruto lo miraba mientras se acercaba. Cuando finalmente estuvo a su lado, el rubio alzó una mano, acariciando con suavidad la mejilla de Itachi. Este gesto, tan simple pero lleno de ternura, lo desarmó.

—Desde que descubrí que era doncel —murmuró Naruto, rompiendo el silencio—, supe que me comprometerían algún día. Que no sería yo quien elegiría a mi pareja. Por eso nunca me permití enamorarme. Pero nunca imaginé... que serías tú. —Sus labios se curvaron en una sonrisa que contenía sinceridad y algo más, algo que Itachi no podía definir del todo.

Itachi respondió con otra sonrisa, pero sus ojos hablaban de algo más profundo. Lentamente, se inclinó hacia él y lo envolvió en un abrazo lleno de calidez. Naruto, aunque sorprendido, correspondió al gesto.

—Gracias... por ser tú quien llegó a mi vida —susurró el rubio, apoyando la frente contra el pecho de Itachi.

El Uchiha tomo su menton y elevo su rostro hasta que sus miradas se conectaron. Itachi acarició la mejilla de Naruto, sus dedos deteniéndose en sus labios, rozándolos con cuidado. Entonces, sus rostros se acercaron. Naruto podía sentir el aliento cálido de Itachi, y un cosquilleo desconocido se extendió por su piel. Naruto sentía la enorme necesidad de ser besado. No lo admitiría, pero estaba deseoso de ser dominado en ese beso, de sentir las manos de Itachi en su cuello y apretarlo levemente, que sus enormes manos bajaran por su cuerpo y acariciarlo completo. También deseaba tocar el cuerpo del hombre frente a él. Lo exitaba eso lo tenía bastante claro.

—Te deseo —confesó el rubio, casi sin aliento.

—También te deseo —respondió Itachi, su voz grave y cargada de intensidad.

Itachi acarició nuevamente el bermellón de los labios del pequeño, Itachi lamio los propios. Y sin esperar más, comenzaron a besarse, Naruto se dejaba hacer al sentir como Itachi tomaba completo control sobre aquel errático beso. Sintió lo que tanto había deseado. Las grandes manos de itachi lo tomaron delicadamente del cuello y sintió como lo apretó suavemente mientras el beso seguía. El beso no se detenía, ambos se sentían en el mismísimo cielo.

La respiración de Naruto comenzó a acelerarse, sus manos inquietas comenzaron a moverse lentamente por el pecho desnudo del mayor. Disfrutaba cada leve contacto, disfrutaba la cercanía, disfrutaba aquel beso. No podía negar que comenzaba a gustarle. Sintió la mano de Itachi recorrer su espalda, y terminar en su cintura, minimizó más la distancia entre ellos. Ahora ambos sentían sus cuerpos mojados, piel con piel, piel ardiente, piel desconocida que apenas se conocía. Naruto sintió la hombría de Itachi en su abdomen, el mayor le llevaba bastante estatura. Sacó un leve gemido, sonido que le hizo perder la compostura al mayor.

—No quiero soltarte —murmuró Itachi, con los ojos oscuros fijos en los azules de Naruto, llenos de deseo.

Naruto sintió la mirada de Itachi, esos onix que sentía que lo desnudarte sin esfuerzo, como si vieran más allá de su alma, como si quisiera devorarlo, como si entregarse a él era como entrar en una especie de adicción, una perdición. No sabía cómo explicarlo, con tan solo su mirada...

—Entonces... no me sueltes —replicó el rubio, con voz baja, casi como un ruego.

El sonido de la cascada seguía envolviéndolos, aislándolos del mundo. Era su burbuja, un refugio donde solo existían ellos. Y en ese instante, no hubo dudas, no hubo miedos. Solo había deseo, y estaban dispuestos a entregarse completamente, sin reservas.

Cicatrices (Itanaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora