• Capítulo 22: Solo para ti •

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Paula Beck

Con ligeros pasos me hace retroceder, hasta dejarme caer suavemente sobre mi cama.

Me besa despacio, acaricia cada parte de mi piel, y dejo mis miedos de lado. Se deshace despacio de cada botón de su camisa, arrojándola a cualquier parte de la habitación.

Me permito acariciar la desnudez de su espalda sin dejar de besarlo cuando coloca su cuerpo encima del mío sin lastimarme.

Siento sus manos acariciando mis piernas, mis muslos. El calor de su boca atrapa mi cuello, besando mis clavículas.

Escucho el sonido de su cinturón al desabrocharse.

Con sus dedos retira levemente los tirantes de mi pijama de mis hombros.

—¿Puedes apagar la luz?—pido.

—Quiero verte—susurra.

—Tengo miedo—menciono.

—Lo sé—responde, tensando las mandíbula—pero voy a cuidarte.

Me dejo llevar, y baja los tirantes junto al resto del pijama, dejando mis pechos expuestos. Cuando creo que dejará mi vestido a medias, lo retira por completo de mi cuerpo.

Dejando mi inseguridad a flote.

Observo el brillo de sus ojos. Y lejos de decepcionarlo dice:

—Eres preciosa.

Mis mejillas se encienden, y siento mi cuerpo vibrar cuando siento sus labios sobre mis pezones erectos. Su lengua se desliza en movimientos circulares, sus labios tiran de mi pezón y su mano libre lo palpa con delicadeza.

Mi mano baja hasta su bulto y una sonrisa se escapa de su boca cuando siente mi tacto.

—Es injusto Morelli—menciono—tienes demasiada ropa.

Introduzco mi mano entre sus ropas. Por primera vez lo siento, duro como una roca para mí.

Un gruñido se escapa de su boca cuando comienzo a mover mi mano alrededor de su erecto pene, a mi disposición cuando de una estrategia se deshace de su pantalón.

—Justo así—jadea sobre mis labios.

—¿Te gusta?—pregunto, insegura de si lo estoy haciendo bien.

—Me encanta—dice—pero eres tú quien importa.

Deja suaves besos entre la separación de mis pechos, descendiendo cada vez más. Besa mi abdomen y se detiene a la altura de mí ombligo, rodeándolo con su lengua y haciéndome vibrar de placer.

Mis piernas tiemblan cuando separa las separa y desliza mis bragas por mis piernas, dejándome completamente desnuda ante él.

La humedad de su boca viaja hasta mi intimidad, apoderándose de ella como solo él sabe hacerlo, haciéndome tocar el cielo por la manera en que tira de mis pliegues con su boca, el como juguetea con mi clitoris, y el como introduce su lengua dentro de mi vagina.

Aprieto mi seno con mis manos, y con mi mano libre presiono su cabeza para que vaya más profundo. Arqueo la espalda, consumida por el placer.

—Todavía no, Pauli—advierte.

Noto como acaricia su miembro, sin dejar de probarme. Sus ojos se encuentran con los míos, y pese a que quiere que sea yo quien disfrute, quiero sentir el poder de hacerlo consumirse de placer al igual que yo.

—Quiero estar arriba—pido.

—Lo que ordenes, preciosa.

Gira nuestros cuerpos, dejándome encima de él. Me remuevo por encima de su cuerpo, al colocar mis piernas alrededor de su cintura y se incorpora en la cama, hasta dejar que nuestros pechos se unan, creando un calor que jamás había sentido.

"El caos que somos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora