Hubo un tiempo en el que el equilibrio entre la luz y la oscuridad era sutil, casi imperceptible, como el filo de una espada que separa lo justo de lo condenable. Ángeles y demonios, custodios de este frágil equilibrio, se movían entre los pasillos de un mundo que jamás cuestionó su existencia. Los ángeles, responsables de las personas nobles y las acciones virtuosas, influían en los corazones de los mortales, susurrando esperanzas y sembrando semillas de sabiduría que prometían germinar.
Los demonios, viles y despiadados, con una justicia desequilibrada pero que en su última razón cumplía el cometido de alejar la salvación de los pecadores, se encargaban de castigar a aquellos que sus corazones latían odio y desespero. Siempre a la sombra de los aleteos blancos y los brillos dorados, comenzando a ser juzgados por sus métodos de aniquilación desalmados.
Así el equilibrio no podía sostenerse para siempre. Una chispa, un acto de desafío, rompió los pactos que durante siglos habían evitado la catástrofe. Los demonios habían sido seducidos por el egoísmo y la envidia, queriendo arrastrarse hacia lo alto de la pirámide, hacia la alabanza más alta y la admiración más honesta. Y así, la guerra se desató, no solo entre los seres, sino también en la tierra que juraron proteger sin destruir.
El cielo y el infierno se derramaron sobre el mundo humano, sus batallas arrasando ciudades, paisajes y vidas por igual. Los mortales, atrapados en una guerra que no podían comprender, se vieron obligados a tomar partido o ser consumidos por el caos. Y cuando el conflicto alcanzó su climax, los ángeles decidieron escabullirse en las sombras, renunciando a sus principios y alas emplumadas. Mientras los demonios gozaron de lujos por un plazo corto hasta que tomaron iguales medidas, al ser echados y denigrados por la raza humana que se había levantado.
Ahora, el mundo que una vez fue ha desaparecido. Los antiguos líderes se han extinguido o han cambiado para siempre, dejando a los supervivientes con la tarea de reconstruir entre las ruinas de una civilización quebrada. Pero en esta nueva era, marcada por cicatrices imborrables, una pregunta persiste: ¿puede realmente surgir algo nuevo de las cenizas de una guerra tan divina como devastadora?
El fin de una era siempre marca el comienzo de otra, pero las vidas de los ángeles y demonios todavía laten en cada rincón de este mundo cambiado. Un mundo que ya no se toma la vida a la ligera, dividido por la discriminación, la porquería y la neblina que ciega hasta el más despierto.
—Ya contaste esa historia la noche anterior—se ríe en lo bajo Aries. Marcando un constante circulo con la uña de su índice en la barra de la taberna, sumergido en el relato que el bartender de rostro quemado y ojo expuesto sugirió contar por cuarta vez en la semana. En su mente sólo giraban alas y catástrofes luego de posar su atención en escucharlo.
El hombre libera una risa burlesca, masajeando el vaso de cerveza por dentro con la tela agujereada que denominaba "trapo". Pone el último vaso limpio en el armario con humedad y cierra las puertas, girándose hacia él para invitarlo a retirarse con un gesto amistoso hacia la puerta.
—Nos veremos mañana entonces—se levantó de su asiento, hurgando en los bolsillos de su chaqueta para pagar lo bebido.
El tintineo de la moneda al caer sobre la mesa finalmente selló la conversación por esa noche en el bar.
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Cielos Caídos
Fantasy(Zodiaco) Los ángeles y demonios mantenían una armonía cada uno por su parte, equilibrando los sucesos de la humanidad. Pero luego de una guerra sangrienta entre ambas figuras superiores, la Tierra queda desesperanzada y dando un giro completo a to...