₆₃Fuego y sangre

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No me interesan tus gritos, sólo tu vida. Recuerdo qué me dijiste. Sólo la muerte puede pagar el precio de la vida༻

Dany despidió a todos para preparar a Khal Drogo para su cabalgada final a las tierras de la noche

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Dany despidió a todos para preparar a Khal Drogo para su cabalgada final a las tierras de la noche. Le lavó el cuerpo, y le cepilló y aceitó el pelo, recorriendo por última vez los mechones con los dedos y sintiendo su peso, recordando la primera vez que lo había tocado, la noche de su boda. El pelo de Drogo jamás había sido cortado. ¿Cuántos hombres morían sin que les hubieran cortado el pelo jamás? Hundió la cara en la cabellera y aspiró hondo la fragancia oscura de los aceites. Olía a hierba y a tierra cálida, a humo, a caballos... Olía a Drogo.

Perdóname, sol de mi vida, pensó. Perdóname por todo lo que he hecho y por lo que he de hacer. Pagué el precio, mi estrella, pero era alto, demasiado alto...

El sol se ponía ya cuando los llamó para que trasladaran el cuerpo a la pira. Los dothrakis observaron en silencio cómo Jhogo y Aggo lo sacaban de la tienda. Dany iba tras ellos. Lo tendieron sobre sus cojines y sedas, con la cabeza apuntando en dirección a la Madre de las Montañas, muy lejos, al noreste.

—Aceite —ordenó Dany, y le llevaron las jarras y las vertieron sobre la pira, empapando las sedas, las ramas y los hatos de hierba seca, hasta que el aceite goteó entre los troncos de abajo y el aire estuvo impregnado de su fragancia— Tráiganme los huevos —ordenó a las doncellas.

En su tono de voz había algo que hizo que se apresurasen en obedecer. Ser Jorah la tomó por el brazo.

—Mi reina, los huevos de dragón no le servirán de nada a Drogo en las tierras de la noche. Es mejor venderlos en Asshai. Venda uno y podrá comprar un barco para volver a las Ciudades Libres. Venda los tres y será una mujer rica el resto de su vida.

—No me los entregaron para que los vendiera —replicó.

Ella misma trepó a la pira para colocar los huevos en torno a su sol y estrellas. El negro junto al corazón, bajo el brazo. El verde junto a la cabeza, rodeado por su trenza. El de color crema y oro abajo, entre las piernas. Dany lo besó por última vez, y sintió el dulzor del aceite en los labios.

Al bajarse de la pira, advirtió que Mirri Maz Duur la miraba.

—Estás loca —le dijo con voz ronca.

—¿Tan lejos anda la locura de la sabiduría? —preguntó— Ser Jorah, traiga a la maegi, átela a la pira.

—¿A la...? Mi reina, no, escucheme...

—Haga lo que digo. —el caballero siguió titubeando, hasta que la rabia de Dany estalló— Juró obedecerme, pasara lo que pasara. Rakharo, ayúdalo.

La esposa de dios no gritó cuando la arrastraron hasta la pira de Khal Drogo y la ataron entre sus tesoros. La propia Dany le vertió el aceite sobre la cabeza.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora