CAP-15

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Emma

Estoy temblando en los brazos de Axel. Todo pasó de repente: los disparos, los gritos, los cuerpos sin vida en el suelo. Recordarlo hace que mi respiración se acelere y las lágrimas amenacen con salir. Axel intenta calmarme, acariciándome suavemente la espalda y susurrándome palabras tranquilizadoras, pero nada parece funcionar.

El auto disminuye la velocidad y finalmente se detiene. Es Saska quien conduce, y lo hace con una calma inquietante, como si la escena que dejamos atrás no lo hubiera afectado en lo más mínimo. Veo a través de la ventana cómo nos acercamos a una casa grande, aunque mucho menos imponente que la mansión en la que estábamos antes. Tiene un aire más acogedor, aunque mi mente sigue demasiado tensa como para fijarse en los detalles.

Axel abre la puerta del auto y me saca en brazos con cuidado, como si temiera romperme. A nuestro lado camina Saska, ajustando las mangas de su camisa de forma despreocupada, pero sus ojos están siempre atentos, como si vigilara cada rincón.

—Vamos, preciosa, necesitamos que descanses —dice Saska, guiándonos hacia la entrada de la casa.

Al entrar, el interior resulta cálido y sencillo, un contraste con el lujo opulento de la mansión. Me llevan a una habitación en la planta alta. Saska abre la puerta y deja pasar a Axel conmigo en brazos, mientras él se apoya contra el marco.

—Quédate aquí, preciosa. Tómate tu tiempo —dice Saska, su tono tranquilo, pero con un toque autoritario—. Date un baño para relajarte. En el armario hay camisetas, toma una y descansa un rato.

Saska se acerca antes de que Axel me deje sobre la cama y pasa sus manos por mi cabello con suavidad. Luego, con movimientos lentos, recoge un lazo de su bolsillo y me ata el cabello en una coleta baja.

—Así estarás más cómoda —murmura, dejando que sus dedos rocen mi cuello por un instante antes de apartarse.

Solo asiento, incapaz de decir algo. Axel y Saska intercambian una mirada rápida antes de salir de la habitación, dejándome sola.

Camino hacia el baño y dejo que el agua caliente corra por mi piel, tratando de borrar no solo la suciedad, sino también la tensión acumulada en cada músculo de mi cuerpo. Me pongo una de las camisetas largas que encontré en el armario; es de Axel, y tiene su aroma. Sin entender por qué, eso me da un poco de calma. Apenas dejo caer mi cuerpo en la cama, el agotamiento me vence y me duermo casi al instante.

...

Me despierto al sentir un roce en mi rostro. Una caricia suave, persistente, que me saca del sueño poco a poco. Al abrir los ojos, veo a Axel y Saska a mi lado. Están sentados en el borde de la cama, mirándome con expresiones suaves pero intensas, que me hacen sentir vulnerable.

—¿Qué... qué hacen? —pregunto, incorporándome y alejándome un poco de ellos, el corazón acelerado.

—¿Por qué te alejas, preciosa? —pregunta Axel, con una sonrisa divertida—. Hace unas horas no te despegabas de mí.

—Eso fue diferente —digo, abrazándome las piernas—. Estaba asustada.

—Eso no importa —interviene Saska, su tono serio pero relajado—. Se supone que eres nuestra mujer. Tenemos derecho a cuidarte... y a tocarte si queremos.

—Solo por un contrato —respondo rápidamente, tratando de sonar firme—. Cuando todo esto termine, me iré.

—No lo creo —dice Axel, inclinándose un poco hacia mí—. Nos encargaremos de enamorarte, preciosa. Y te quedarás con nosotros.

Sus palabras me golpean, pero no dejo que lo noten. Algo en mi interior se revuelve, pero mantengo mi expresión neutral.

—Eso nunca pasará —respondo, desviando la mirada.

Saska sonríe de lado, con una confianza que me irrita.

—Hagamos una apuesta, entonces. Si en cinco meses logramos enamorarte, te quedas con nosotros. Si no lo hacemos, te dejaremos ir. ¿Qué dices?

Sé que debería negarme. Es un juego peligroso, y ellos son fuego. Pero, por alguna razón, arder me resulta tentador.

—Acepto —digo finalmente, con un tono desafiante.

Ambos sonríen, satisfechos. Mientras los veo salir de la habitación, no puedo evitar preguntarme quién será el verdadero ganador en este juego... y quién terminará quemándose más.

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𝕹𝖔𝖘 𝖑𝖊𝖊𝖒𝖔𝖘 𝖕𝖗𝖔𝖓𝖙𝖎𝖙𝖔 𝖇𝖞𝖊

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Mafia con sabor a café Donde viven las historias. Descúbrelo ahora