ＳＴＡＲＢＯＹ [Alejandro Balde]

𝟙𝟜

𝘊𝘢𝘧é 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘤𝘢𝘰𝘴

𝐍𝐈𝐍𝐀'𝐒 𝐏𝐎𝐕

Cuando llegué a casa, aún podía sentir la presión de sus dedos en mi mano, como si el calor de su tacto se hubiera quedado impreso en mi piel. Era extraño cómo algo tan sencillo como un baile bajo las estrellas podía remover tanto dentro de mí. Cerré la puerta detrás de mí y dejé el bolso en la entrada, intentando ordenar el caos de emociones que Alejandro había despertado esa noche.

No tenía sentido. ¿Cómo alguien podía entrar en tu vida de esa forma, casi sin permiso, y de pronto ocupar tanto espacio? Me senté en el sofá, abrazando un cojín mientras la escena en la azotea se repetía en mi mente. El sonido de su risa contenida, la forma en que sus ojos parecían pedir disculpas por cosas que ni siquiera eran su culpa, y ese beso...

Suspiré, sintiendo un calor familiar en mis mejillas. No sabía si lo que sentía por Alejandro era demasiado pronto o demasiado intenso, pero había algo en él que me hacía querer quedarme. Algo en su fragilidad, en ese intento suyo de parecer fuerte cuando en realidad estaba lleno de grietas, me resultaba profundamente humano. Y quizás por eso, tan atractivo.

Me levanté para prepararme un té, buscando algo de calma antes de ir a dormir. Mientras esperaba a que el agua hirviera, recordé su expresión al hablar de Indara. Había una sombra en sus ojos, algo que no había desaparecido ni siquiera cuando estábamos bailando. Quería preguntarle más, saber qué era lo que tanto le pesaba, pero me contuve. No quería presionarlo.

El silbido del hervidor me sacó de mis pensamientos. Me serví el té y volví al sofá, esta vez con mi manta favorita. Apoyé la cabeza en el respaldo, cerrando los ojos mientras el aroma de la manzanilla me envolvía. Pero mi mente seguía trayéndolo a él.

¿Qué significaba para mí? No era solo atracción, estaba claro. Había algo más profundo, algo que no podía ignorar. Alejandro tenía una forma de mirarme, como si buscara algo en mí que él mismo no sabía poner en palabras. Y aunque me aterraba un poco, quería descubrir qué era.

✶

A la mañana siguiente, recibí un mensaje de Alejandro. No era largo ni dramático, pero cada palabra me hizo sonreír:

"Buenos días, Nina. Espero no haberme pasado con la improvisación de anoche. Quiero que sepas que me hizo bien. Mucho. Gracias por estar ahí. ¿Te apetece un café esta tarde?"

Respondí antes de pensarlo demasiado:

"Buenos días, Alejandro. No tienes que agradecerme nada, de verdad. Y claro, un café suena perfecto."

El resto del día pasó en un estado extraño de nervios y expectativa. Intenté concentrarme en mis clases y en terminar un par de entregas pendientes, pero cada vez que mi mente divagaba, volvía a la azotea, a su sonrisa tímida, a ese beso que aún sentía en los labios.