Libélula

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Pour ma libellule.

Un ser habitado por la tranquilidad y el bienestar no angustia a su corazón sometiéndolo a pensar en cómo defenderse de lo hostil; ve al cruel a los ojos y este le provoca ternura. Acaricia sin miedo, abraza a los depredadores, es compasivo con los que atentan en su contra.

Una libélula se posa en el hocico de su cazador y le hace cosquillas suaves. Entonces, cambia la vida entera.

El pez que sigue la luz en las profundidades y descubre que era una trampa del abismo. No huye. Se admira de la bioluminiscencia y deja de existir.

La persona que deja de lado una actividad emocionante para vendar la herida de alguien que acaba de resbalar. Que no se arrepiente y agradece poder haber nacido. Que seca las lágrimas del otro con una dulzura incomparable.

El flujo ininterrumpido de los rápidos. El sonido vasto de las chicharras en la noche de un paseo. Verse envejecido a uno mismo. Caer en cuenta de que ese familiar murió, murió en realidad. Lograr algo increíble sin haberlo deseado. Encestar luego de haberse rendido. Encontrar las palabras adecuadas para consolar. Ser amado por otros mamíferos a donde sea que vaya. Ser perdonado. Ser víctima de un milagro.

No viví hasta que tuve la fortuna de sentir amor por ti. No pensaba en el futuro hasta que empezamos a idear planes: rogué a todos los dioses encontrar la manera de hacernos inmortales, a cualquier costo. No había disfrutado en realidad las bebidas calientes hasta que percibí tu temperatura por primera vez. Había sepultado mis ideales y mis promesas, mi recuerdo de un compromiso antiguo; entonces, tu gracia me rozó. Entendí qué es ser joven porque me hiciste reír con algo ridículo, absurdo. La belleza en tu forma de respirar. Tu apertura al aprendizaje y a la memoria. Lo sagrado que es para ti cada detalle: quise hacerme partículas para que me atraparas y me hicieras la especia de tu desierto subterráneo. Amé la infancia cuando nos imaginé jugando a buscar animales imaginarios en el aire y en el fondo de un lago.

La manera sutil en la que doblegas mi altísimo ego: una gota de agua que se desliza por la hoja hasta hacerla tocar el valle. La saciedad que nunca sentí, la plenitud de tenerlo todo y por fin descansar abrazándolo. Vernos y sonreír con los ojos de gel.

El momento en el que uno termina de presentarse y hay un silencio antes de los aplausos, la libertad de haberse entregado y no tener nada que pueda ser arrebatado; entregarse a voluntad por afecto. El gesto de cordialidad y respeto que hace un dúo antes de empezar a batallar. La gradualidad con la que un volcán habla.

Tu aroma, tu piel, la fuerza de tu tímido corazón al bombear, tu generosidad, tu bondad. La sabiduría que no presumes y la humildad brillante que te abre todos los caminos.

El genio del suspenso.

Deseando que sean correspondencias y no solo opiniones de periódico.

La creatividad que tienes para decir que no. La responsabilidad que intentas ofrecer. La adorable forma en la que te enojas.

La velocidad inaudible con la que siempre consigues lo que deseas.

Lo fraternal y amable.

Lo ficcional: alguien así no es de este mundo. ¿Quién te diseñó?, ¿a qué escritora le lloro hoy?, ¿cómo existes?

Guadual eucalípticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora