Yoko no puede ocultar su dolor y preocupación cuando, una vez que aseguran que todo está controlado, ella está viajando hacia la clinica con la medica que suele atender a Faye. Obviamente no todo es legal, mas al menos es una persona de confianza según dijo Sak.
Los minutos viajando le parecen eternos y ya no tiene uñas para morder. Está asustada, tiene demasiado miedo de lo que le hayan podido hacer a su esposa. Faye es la persona más fuerte que conoce y confía en su forma de ser capaz de cuidarse, pero incluso ella puede cometer errores.
Una vez que llegan, el equipo completo de guardias que la rodean la guía hacia el interior de la clinica. Yoko suspira cuando están acercandose a la habitación indicada, los nervios de la forma en que va a encontrar a Faye la invaden. Esperaba cualquier cosa, menos... aquello.
—Es que es... el amor de mi vida, ¿sabías?
Yoko se queda quieta en su lugar mientras Faye está llorando abrazada a la que parecía ser su doctora. La mujer desconocida mira a Yoko y esta no sabe como reaccionar.
Faye, enterrada en el pecho de la mujer, continua llorando. —Es una fresa, así chiquita y rica. La puedes aplastar con los dedos, pero cuando se enoja da miedito.
Silencio. Todo está en silencio unos segundos.
—Lookmhee, ¿me estás escuchando?
Faye sale de su "escondite" y la mira, la doctora llevando sus ojos a Faye y luego a la puerta para que preste atención. Faye mira molesta a donde Lookmhee señala y es ahí que su sonrisa crece mucho más.
—¡Fresita, estás aquí!—es entonces que Yoko nota la forma rara en la que está hablando, lento y a tropiezos—. Lookmhee, ella es mi esposa, mirala, a que es muy hermosa, ¿verdad? Es mía, toda mía, está chiquita y la cuido mucho.
—Tuve que idiotizarla para tratar sus heridas, esa que habla es la medicación—dice Lookmhee separandose de Faye.
Yoko se quiere reír por la mala mirada de Faye a Lookmhee. —Me parecía, no me dice fresita frente a nadie.
—Soy su hermana además de su doctora y ahora sí que he visto todo de ella.
Lookmhee finalmente se despide para dejarlas solas, a lo que Yoko se acerca a Faye en la camilla y esta tiene algunos golpes en la cara y una venda en el abdomen. Quiere preguntar muchas cosas, mas le da risa que Faye esté lamiendo una paleta como una niña de cinco años y le levanta los brazos a ella.
—Abrazame—pide quejandose del dolor despues.
Yoko lo hace, por supuesto. La rodea con los brazos cuidadosamente, en silencio pero sonriente de verla en una etapa graciosa.
—Yo...
—Dime.
—¿Sabes por qué me gustan tus ojos?
—¿Porque brillan?
—Además de eso—suspira—. Porque me miras con amor y eso me vuelve invisible.
—¿No es invensible?
—Eso.
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