La confusión permanecía en Tania mientras su hermano la abrazaba.
—¿Te preocupas por mí?... —Su voz tenía un tinte de duda.
Alfredo apretó más el abrazo.
—Claro que sí, hermanita —respondió burlón—. Soy la persona que más se preocupa por ti.
Antes de que Tania pudiera reaccionar, sintió los labios de su hermano rozar su mejilla.
—Recuérdalo, Tania.
Le fue imposible reaccionar. La confusión que sentía solo creció, apoderándose de su mente como una neblina pesada.
Soltó el abrazo y salió de la habitación sintiéndose extraña, como si algo en su interior hubiera sido alterado irremediablemente.
Sacudió la cabeza, intentando borrar aquel momento, pero su mente lo repetía una y otra vez, hasta que, agotada, se resignó.
Volteó una vez más hacia la habitación de Alfredo.
Sus manos comenzaron a temblar, y un susurro de frustración escapó de sus labios.
—Maldita sea...
Intentó mantener la compostura, pero su cuerpo estaba fuera de su control.
Cuando finalmente llegó a la calle, buscó un lugar donde sentarse.
Encontró un banco y se dejó caer sobre él, incapaz de detener el temblor que recorría sus extremidades.
Llevó una mano al pecho, notando la rapidez de sus latidos y cómo el frío empezaba a extenderse por su cuerpo.
—Cálmate... —se dijo a sí misma, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
Su cabeza daba vueltas, y su visión se volvía borrosa.
Sus uñas se clavaron en sus piernas, como si aquello pudiera servirle de ancla a la realidad.
Pero solo se engañaba.
La sangre subía lentamente a su rostro, como un oleaje que no podía detener.
Aquello era una pesadilla
El pecho de Tania subía y bajaba a toda velocidad.
Antes de que pudiera darse cuenta, un grupo de personas la rodeó.
—¿Estás bien?, ¿Necesitas ayuda? —Preguntó una mujer en tono preocupado.
Manos desconocidas intentaron sostenrla y calmarla. A pesar de su agitación, Tania lentamente se recuperó.
—Gracias...
Aunque realmente lo sentía, no podía parar de pensar en lo que había pasado con su hermano.
Aquello la mantenía atrapada en un lugar que no le permitía interactuar.
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Aquellas voces...
HorrorElla no estaba viva...¿o sí? Carla nunca le haría daño, él lo sabía. Pero entonces, ¿por qué sentía su presencia acechándolo en cada rincón? Alfredo está convencido de que no dañó a Carla... pero las voces y la sombra que lo persigue dicen lo contra...