Capítulo Diecisiete

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Alfredo sonrió, luego de que su hermana abandonara la casa.

Giró la cabeza, encontrándose con la foto de su amada.

Él sonrió y tomó el portaretrato. lo agarró, apretandolo con fuerza hasta oír el crujido de la cerámica.

Ese ruido, lo estremeció y a la vez, le produjo un placer que muy pocos podían reconocer.

Al hacerlo, liberó lo poco que había quedado de la cordura que antes poseía.

La foto de Carla había quedado desprotegida.

Tomó el papel y lo llevó a su cama, ocultandolo debajo de su almohada.

Mientras ocultaba la foto de su novia fallecida, el rostro de su hermana se le impuso en su mente.

Una sonrisa siniestra apareció en su rostro.

—Identicas...—Se dijo a sí mismo.

Una vez, su hermana le había dicho que buscara alguien más a quién amar.

Carla le había aconsejado lo mismo, antes de sumergirse en la eterna oscuridad.

Carla y Tiana...

Dos mujeres que no compartían nada, pero a la vez...compartían todo.

¿Y si su hermana era la reencarnación de su amada?

Si alguien lo escuchara, lo tacharía de loco y seguramente lo estaba.

Pero al pensar en los ojos de Carla y luego en los de Tania, lo hizo arrastrarse más hacía el lugar que él creía era real.

Aquella era una prueba.

Por más que hubieran diferencias.

Sacó un álbum de fotos y tomó la foto de Tania, ocultandola en la misma almohada en la que tenía escondida la foto de Carla.

—Son la misma...lo son...

Lo sabía o al menos, eso creía...

Lo había comprobado cuando su hermana se llenó de nerviosismo al besarle la mejilla.

Lo había comprobado al ver su sonrisa cada vez que lo veía.

Su novia había dejado de respirar, pero había aprovechado a entrar en el cuerpo de su hermana. Por eso ella quería que la superara...

—Sabía que volverías... —Murmuró, mirando en dirección a la almohada.

Veía cómo las fotos de las dos mujeres se entrelazaban.

Aquellas voces...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora