prólogo: vos confiá

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“Un novio para Garnacho

Nuestro amigo (Alejandro Garnacho Ferreyra, de 4to 1ra) está soltero y vos ¡sí, boludo, vos! Podés ser el que se gane su corazón.   A lo largo de cinco etapas analizaremos a todo aquél que se sume mediante cuestionarios y pruebas para ver quién es el indicado.

La primera etapa será el miércoles 16 de Marzo a las 17:00hs en el aula abandonada de música, ¡te esperamos!

Requisitos: ser chabón de 4to o 5to año

Atte.  La promo 25”

Un diseño hecho en Canva, con un fondo rojo vino, las letras y el diseño de lazo que se expande a lo largo de los bordes contrastando en un tono blanco cremita, un cartel lo suficientemente grande (de 44 centímetros de alto y 25 de ancho) como para evitar pasar desprevenido y llamar la atención de quien pase.  

Quienes fueran los amigos de este susodicho Garnacho realmente estaban decididos a (o desesperados por) conseguirle una pareja.

¿Alguien realmente vería ese cartel y diría “ah, que interesante este supuesto Garnacho del que sé poco y nada, del cual el cartel no tiene información alguna, me voy a sumar a ver si nos terminamos enamorando”? ¿Los profesores verían el cartel y los arrancarían, o los dejarían ser porque ya fue, los de quinto no tienen nada mejor que hacer (o tienen, pero de alguna forma, incluso si le dedican 10% del año escolar al estudio y el otro 90% al pelotudeo, se arreglan para entregar todo en tiempo y forma… anda a saber qué tan probable es eso, ¿no?)?

Anda a saber.

¡Ustedes, manga de hijos de puta!

— Alejandro, baja el tono.

— Me chupa la pija el tono, ¿¡qué poronga es ese cartel!? ¿¡Ustedes saben las burlas que llevan haciéndome todo el día!?

El protagonista de todo esto, Alejandro, con su melena no tan recientemente teñida de rubio, las raíces empezando a tornarse de su natural tono mármol, y la piel de su cara y orejas coloradas como tomate, entra al cuarto haciendo un escándalo digno de que hayan escrito en la pared que tenía el pito chico.

— Vos querías que te hagamos enganche con tu tortolito, estamos en eso.

— ¡¿Pero-

— Sh, sh, sh — se mete Julián, el diseñador, Alejandro ya había asumido eso, él era el único boludo de todos los quintos que le pondría empeño a un cartel tan pelotudo, con la excusa de ponerlo en su currículum cuando sea diseñador gráfico.

— ¡Vos no me mandés a callar que supe que eran ustedes tres por tu cartelito de mierda hecho en Canva!

— Bueno, vamos bajando el tono- — interrumpe Enzo, poniendo una mano entre su novio y el menor. — que aparte Juli hizo el cartel en Photoshop.

— … ¿Y a mí que carajos me imp-

— Lo que iba a decir. — Lisandro vuelve a tomar las riendas de la conversación, hartándose de las exclamaciones sin punto. — es que nadie se puede enterar, pero lo hicimos para que él se acerque y haga las pruebas.

— ¿Pero son boludos? ¿Y qué pasa si no aparece? — ahora sí, el tono de voz del nacido en Madrid es más bajo, genuinamente preocupado, imaginate si su reputación de fuck boy que no le importaba nada es tirada a la basura al pedo.

— Va a aparecer, vos tranquilo.

— ¿Cómo sabés?

Vos confiá en mí, carajo, va a aparecer.  Ahora volvé para tu aula antes de que suene el timbre.

— Bueno.  Pero apenas llegue el 26 los sacan.

— … Dios mio, pendejo. — Lisandro se para, tomándole el pelo con una mano y tironeándolo burlonamente pero con gentileza, moviendo su cabeza de un lado para el otro como si el menor fuese uno de esos muñequitos que ponés en el auto nomás para verlos moverse como un boludo. — Estás más perdido que buzo en el espacio, es hoy 26, el cartel está desde ayer.

— ¿Y recién ahora me entero?

— Y… — Los cuatro se hacen en un círculo, las mesas de los tres amigos de quinto año están juntas, eventualmente se mueven de una forma en la que ellos están sentadas sobre ellas y Alejandro sobre la silla que, hasta hace un rato, descansaba el cordobés, apoyando el pecho contra la reposera, los codos contra las rodillas de Enzo, la cabeza en sus propias manos.  El último mencionado es el que toma la palabra para, sorpresivamente, sumarse a la movida de burlarse de él. — vos también vivís en una, si entras con el celular en la mano y de pedo salís de esa aula tuya, mucho no me sorprende.

— Dah, Enzo, no seas malo.

— No estoy siendo malo, gato, vos sabes que te quiero, estoy siendo realista nomás. Medio pelotudo sos.

— Bueno, nos estamos yendo de tema. ¿Cómo saben quién se va a meter y quién no?

— No sabemos.  Lo único que sabemos es que tu turrón de maní va a estar allá, no te desesperes.

— Bueno.. ¿Pero y si no va?

— Les decimos a todos que nadie pasó la primera etapa y fue.  Pero va a ir, vos tranquilo y nosotros nerviosos, Ale.  ¿Y vos que hacés acá, no deberías estar en clase?

— Tengo clase con el facho de historia y el chabón flashea que le caigo bien y había un 90% de chance de que me fuera a tomar el pelo.  Les juro que llego a presenciarlo y soy capaz de lanzarme a pegarle una trompada.  No importa, ya pediré por el grupo que manden lo que hicieron.

De ahí la conversación sigue para cualquier lado hasta el reloj llega a las cinco y Alejandro se vuelve para su aula, adormilado por tantos mimos en el pelo, y los tres mosqueteros van a ver si lo de los carteles (distribuídos estratégicamente a lo largo de la institución) valió la pena o no.

Ojalá sea gracioso al menos.

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⏰ Última actualización: Nov 16 ⏰

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