Capítulo 9

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Mi hermano se acercaba, y yo... no pude quedarme. No pude controlarlo. Salí corriendo, sin pensar, sin saber qué hacer.

Lo dejé allí, en la cafetería, mirando mi espalda mientras me alejaba. Y yo solo corría.

Corría, sin rumbo, sin una meta clara.

De repente, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Un sonido cortó el aire, como si el tiempo se detuviera por un segundo. Mi cuerpo reaccionó demasiado tarde, atrapado en una pesadilla donde todo se mueve en cámara lenta.

Antes de que pudiera reaccionar, vi un coche acercándose a toda velocidad. Mis piernas no respondieron, mi mente no podía procesarlo... solo me quedé allí, paralizada, esperando lo peor.

El sonido del claxon aún resonaba en mis oídos cuando, de repente, un coche frenó justo frente a mí, rozándome a una velocidad aterradora. Me quedé congelada, incapaz de moverme, con los ojos cerrados y los brazos cubriéndome la cabeza, esperando lo peor. Pero una voz me sacó de mi trance.

-Cielos, Gala. Perdón. No te vi. ¿Estás bien? -preguntó, una voz temblorosa, pero llena de preocupación.

Era Karime. Ella había salido del coche que casi me atropella, y ahora estaba ahí, mirándome, asegurándose de que estuviera bien.

Me miraba con esos ojos negros llenos de preocupación. De repente, ella miró mis manos, temblando por la ansiedad y por todo lo que acababa de vivir.

Envolvió sus brazos en mi cintura y puso su cabeza en mi hombro mientras yo respondía su agarre. Parecía como si tratara de protegerme de todo lo sucedido.

Ninguna de las dos quiso moverse hasta que un pitido ensordecedor interrumpió el momento. Un coche, esperando que Karime avanzara, pasó a nuestro lado, furioso, tocando la bocina.

Me solté del abrazo de Karime.

-Vamos a otro lado. - Dijo Karime y yo asentí sin decir nada, y, con un suave tirón, nos subimos a su coche. Karime nos condujo hasta un callejón cercano, lejos de ese lugar.

Apenas llegamos, salí del coche y me dejé caer en la banqueta, tratando de recuperar el aliento. Mi corazón seguía desbocado. Karime se sentó a mi lado, en silencio, ofreciéndome el consuelo que tanto necesitaba.

Apoyé mi cabeza en su hombro y dejé que las lágrimas salieran. Lloraba por tantas cosas: por lo que le había hecho a mi hermano, por lo que había sucedido en la cafetería, por casi ser atropellada... y por todo lo que sentía que había dejado sin resolver. Pensaba que, si otra persona hubiera estado al volante del coche, tal vez no estaría aquí.

Karime me abrazó, me permitió desahogarme, y comenzó a cantarme suavemente una canción de cuna mientras me abrazaba hasta que mis lágrimas se calmaron.

-Lo siento -dije, rompiendo el silencio. Mi voz sonó más quebrada de lo que quería-. Seguro que tenías tus planes y yo interrumpí todo.

-No te preocupes. Lo importante es que estés bien -respondió ella, mientras mi cabeza seguía en su hombro.

Me aparté un poco, miré al suelo. Fue entonces cuando me di cuenta de algo: Karime había sido mi apoyo en estos días, y yo solo la había tratado mal.

-Siento no haber sido una buena persona contigo -dije, mirándola-. He sido cruel, y te pido perdón.

Karime me miró sorprendida, pero sus ojos reflejaban algo más: comprensión. No parecía molesta. Solo se quedó en silencio, procesando mis palabras.

-No tienes que pedirme perdón -respondió, su voz suave pero firme-. Entiendo por qué lo hiciste. Y... también entiendo que no debí haberle dicho nada al director para que no te castigaran.

Never Let Me GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora