the alchemy

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Martin

-¡Juanjo, Juanjo!- llaman a mi novio en el pasillo que hay al otro lado de la puerta mientras este sigo posando sus rosados e hinchados labios sobre los míos, mientras me acaricia la cadera con delicadeza.- Ven ya, que empieza el partido.

-Me tengo que ir- me susurra, separándose levemente, como pidiéndome perdón con la mirada.

Asiento, y me siento en uno de los bancos del vestuario de chicos mientras veo a Juanjo recoger sus cosas a toda velocidad, dándome un último beso antes de salir disparado hacia el campo de fútbol americano.

Espero unos minutos para salir y que no sea sospechoso, y mientras, me pongo a pensar en todo lo ocurrido estos meses.

Me acuerdo cuando nos conocimos en clase de historia, y como a Juanjo le costaba un montón estudiarlo, porque le aburría. Era más de números, resolver problemas y encontrar soluciones. También recuerdo perfectamente el día en el que nuestra profesora nos puso juntos en un trabajo para que yo ayudara a Juanjo.

Al principio ambos no nos hablábamos el uno al otro, el me odiaba y eso era recíproco. Yo no le odiaba, más bien, no me caía bien porque este, aparentemente, me odiaba sin razón alguna, y además, se creía superior a los demás, y yo no puedo con eso. Pero poco a poco, al vernos obligados a pasar tiempo juntos y a solas, empezaron ha haber pequeños roces, caricias o sonrisas que cambiaron totalmente el rumbo de nuestra relación.

Ya no nos odiábamos, si es que alguna vez lo habíamos hecho, si no que nos empezamos a sentir atraído el uno por el otro. Y, finalmente, un día, tirándose en la cama de mi habitación, Juanjo unió sus labios a los míos en un beso tímido, lleno de miedos e incertidumbre. No sabíamos que iba a pasar, y únicamente nos dejamos llevar.

Empezamos a saludarnos por los pasillos, a pasar las tardes juntos y gastar los descansos de clase encerrándonos en el baño para liarnos y saciar las ganas que teníamos del otro. Y al principio eso parecía suficiente, unos cuantos besos y sonrisas y todo apañado. Pero todo lo que sentíamos cada vez fue a más. Cuando me tocaba sentía mariposas en el estómago, cada vez que me susurraba una cosa bonita mi corazón se derretía y solo quería pasar mi tiempo libre con él y nada más. Me daba miedo estar enamorándome tan pronto y tan rápido, era como una montaña rusa de emoción sin final, a toda velocidad y sin frenos.

Y no pude hacer nada más que dar todo por él y disfrutar del momento, del aquí y del ahora sin importar el futuro, porque no sabemos que va a ocurrir.

Y sí, tengo miedo por saber qué ocurrirá, pero también intriga por saber cómo sucederá. Al fin y al cabo es un secreto nuestro que un día u otro saldrá a la luz de alguna forma, es imposible mantenerlo siempre bajo las sombras de la oscuridad.

Ya pasado un tiempo, salgo del vestuario, cerciorándome antes de que no hay nadie vagando por los pasillos que pueda preguntarse que hago aquí, saliendo al campo en el cual se va a disputar el partido final.

-¿Dónde estabas?- me pregunta mi amiga Ruslana cuando llego a la grada para ver el partido y me siento en uno de los lugares.

-En el baño- miento tanto a ella como a mí otra amiga Chiara, que por mucho que no quiera, he tenido que estar ocultándolas todo lo que ocurre con Juanjo.

Y me da mucha rabia, porque me apetece muchísimo gritar a los cuatro vientos que es mi novio, que llevo meses de relación con él y que estoy enamoradísimo. Pero no puedo.

-¿Tanto tiempo has tardado?

-Es que... Había mucha gente- aparto la mirada para que no sepan que, claramente, las estoy mintiendo a la cara.

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⏰ Última actualización: Nov 17 ⏰

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