xiii. far from home

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★ capítulo trece ★
LEJOS DE CASA

El sol apenas comenzaba a alzarse sobre Desembarco del Rey, derramando un tenue resplandor sobre la Fortaleza Roja

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El sol apenas comenzaba a alzarse sobre Desembarco del Rey, derramando un tenue resplandor sobre la Fortaleza Roja. Desde la pequeña capilla del castillo, Alicent Hightower permanecía arrodillada frente a la imagen de la Madre, sus manos entrelazadas en una plegaria silenciosa. No había lágrimas en sus ojos; las había derramado todas hace semanas. Ahora solo quedaba preocupación y furia.

Había pasado una luna desde que tuvo noticias de Gael, su dulce Gael. Aunque no compartían la sangre, había amado a la niña como si lo hicieran. Más aún que a algunos de sus propios hijos, se atrevería a pensar en sus momentos más sombríos.
Criarla había sido un bálsamo para las heridas que le dejó la vida al lado de Viserys, un Rey más ocupado en sus sueños de dragones que en su propia familia.

Alicent apretó los dientes al recordar la indiferencia de Viserys cuando le había planteado su preocupación.

—Es joven, Alicent. Gael siempre ha tenido un espíritu libre. Regresará cuando esté lista. Solo está enojada, ya lo conoces —había dicho el Rey, mientras removía sus miniaturas de Valyria en la maqueta que ocupaba todo su salón.

—¿Espíritu libre? —había replicado ella, con el veneno asomando en su voz—. ¡Es tu hija! No es una figurilla de piedra para que la descuides hasta que te plazca recordarla.

Viserys había suspirado, un gesto tan lleno de fastidio que a Alicent le ardió la piel. Siempre elegía el camino más fácil, siempre delegaba sus responsabilidades como padre. Pero no era solo él a quien culpaba.

Lady Jeyne Arryn también tenía parte de la culpa. Gael había pasado gran parte de su tiempo en el Nido de Águilas como pupila y Alicent estaba segura de que las historias de independencia y fuerza de las mujeres Arryn habían prendido fuego a los sueños infantiles de su hija. Y luego estaba Aegon, el mayor de sus hijos, que vivía arrastrando el nombre de los Targaryen por el fango...

—Un burdel... —murmuró Alicent, su voz temblorosa al recordar los informes de Criston Cole. ¿Qué habría visto Gael allí? ¿Qué la habría llevado a un lugar tan sórdido? La idea de que su hija, tan pura y distinta a Aegon, pudiera haberse ensuciado con su decadencia, era intolerable. 

Cuando su doncella, Talya, entró silenciosamente a la estancia, Alicent levantó la cabeza. La mujer tembló al encontrarse con sus ojos enrojecidos, tan cargados de ira y angustia que parecía que podrían incendiarla.

—¿Alguna noticia? —preguntó Alicent, con un tono más afilado que un cuchillo de acero valyrio.

Talya negó lentamente, sus labios moviéndose como si quisiera disculparse, pero Alicent levantó una mano para silenciarla.

—Puedes retirarte.

Talya obedeció, pero no antes de ofrecer una reverencia. Alicent permaneció inmóvil un momento antes de levantarse con la gracia que siempre le había exigido su rango, aunque su interior era un torbellino.

betrayal of the crown | house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora