right there?

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"Aula 210B, después de tus clases".
 
Decía la nota que encontró en su casillero. Sabía de quién era, por la letra. Solo él la tenía así de linda, y solo él le haría llegar una nota como esas. No había nadie más interesado en su persona que él. 
 
Por eso fue que empezó a dirigirse hasta esa aula. 
 
Jeonghan sabía que no debía, pero quería hacerlo. Nunca supo seguir la lógica, siempre fue más de perseguir lo que le llamaba la atención, lo que lo atraía, y Minghao le gustaba, razón suficiente para ir. 
 
¿Estará siendo muy... dócil? ¿O tal vez muy sumiso? ¿Y si estuviera siéndolo, era eso malo? Él no pensaba así, pero Jeonghan tendía a pensar sobre lo que las personas pensarían si lo vieran aceptando este tipo de invitaciones. Suponía que lo juzgarían, pero Jeonghan seguía sin verle lo malo. 
 
Era un adulto, sabía lo que hacía y lo que quería. 
 
Quería a Minghao, y Minghao lo quería a él; estaba bien. 
 
Mirando su celular, cayó en cuenta de que a esta hora ya todo el mundo debió haber salido del recinto. Duda mucho que queden ellos dos solos porque el lugar era inmenso, sumando que el personal de aseo se quedaba hasta tarde, pero está seguro de que no habrá nadie alrededor de esa aula. 
 
Sus pisadas, inseguras pero continuas, hicieron eco por los blancos y vacíos pasillos. Le faltaba poco. Mientras más se acercaba, más la emoción nerviosa en su cuerpo se empezaba a reflejar en él. Sus manos sudaron, su respiración se volvió inestable, pudo escuchar el latido de su ansioso corazón en sus oídos y su cabeza se volvió un enredo de anticipados pensamientos que le elevaron la sensación excitable que le generaba Minghao. 
 
Se burlaría de él. 
 
No había ni llegado y ya estaba intranquilo, jadeoso y sensible. Podía ya imaginarse la cara que pondría. Alzaría una ceja y sonreiría de lado apenas lo viera en ese estado. 
 
Sin poder más con su propio nerviosismo, aceleró su ritmo. Abrió lentamente; primero divisó unas cuantas sillas y mesas, después el tapado ventanal que daba vista a la cancha y, por último, a Minghao. 
 
Se le olvidó que esta aula era la de actuación. 
 
Estaba sentado en el borde del bajo escenario, moviendo sus pies lentamente en el aire. Una de sus manos, llena de anillos y con las uñas pintadas de negro, descansaba en sus delgados muslos. Mientras que con la otra miraba su celular. El cabello que antes le caía por toda su cara, ahora apenas cubría sus ojos.
 
Los mismos que ahora lo miraban. 
 
Minghao era hermoso. 
 
—Cierra con seguro. —Le indico con voz suave, bajándose y yendo detrás del escenario. Hizo lo que dijo. Una vez asegurada la puerta, fue a dejar sus cosas en el escritorio de al lado, y quitándose el suéter, Minghao volvió, secándose las manos en el pantalón. —Ven. —Palmeo donde él se encontraba previamente sentado. 
 
Terminó ahí, intentando fingir que estaba bien. 
 
Está al borde de la muerte. 
 
Jeonghan no pudo verlo directo a los ojos, simplemente no podía. Así que solo se dedicó a ver su pecho, el que se asomaba disimuladamente por la camisa desabotonada que tenía; no estaba del todo expuesto, solo eran los primeros botones que tenía sueltos. Luego lo vio aflojar la camisa de sus muñecas, arremangándola hasta sus codos. 
 
Tragó difícilmente cuando sus manos se posaron ahora en sus rodillas, abriéndolas. Minghao se acomodó en ese espacio que le ofrecían sus piernas separadas. 
 
Su lugar favorito, le dijo una vez. 
 
El calor subió a sus mejillas cuando su barbilla fue alzada suavemente; caricias pequeñas se empezaron a sentir ahí. Finalmente, sus miradas se encontraron mientras que el corazón de Jeonghan caía a su estómago. La tenue y única luz del escenario se reflejó en la perfecta cara de Minghao, el cual sonreía, como suponía, de lado. Pero no era burla; Jeonghan pudo sentirse adorado por la expresión que le dirigía. 
 
Tal vez porque Minghao lo adoraba. 
 
—Lindo. —Con esa palabra, empezó. Se acortó la distancia entre ellos y sus labios comenzaron a bailar juntos. Ambos gimieron ante el contacto, Minghao de desespero y Jeonghan de sorpresa. El chino empujaba y presionaba en su boca, haciendo que su cabeza estuviera inclinada hacia atrás. Parecía querer entrar en él, pero a Jeonghan le estaba costando seguirle el tan acelerado ritmo con el que lo besaba; era demasiado. Minghao se separó con brusquedad, sus labios rojizos e hinchados de los que salían jadeos quedando a la vista de un inquieto Jeonghan. —Abre. —Ordenó. 
 
Eso hizo. 
 
Otro desesperado beso empezó, pero esta vez más húmedo. La lengua de Minghao entró en su cavidad, saboreándolo, quitándole el aliento y haciendo un desastre. Uno sucio. Saliva se derramó de las comisuras de sus labios. Minghao lamió; Jeonghan gimió. 
 
De nuevo, era demasiado. 
 
Él no está acostumbrado a esto; Minghao estaba besándolo como si quisiera comérselo entero. Y si bien esa era la razón por la que estaba ahí, seguía pareciéndole un montón qué procesar y tomar. 
 
Unas manos firmes se posaron en su cintura; de ahí lo empujaron más al borde. Sus piernas se abrieron más inconscientemente y el agarre que tenía en el brazo de Minghao se apretó cuando este golpeó su bulto contra el de él. 
 
Jeonghan no era muy fan de follar en seco. Prefería el contacto físico por encima de eso mil veces, pero esa era la manera de Minghao para prepararlo. Mojado estaba desde que entró, pero el chino no tiene por qué saber eso. 
 
Las fuertes y firmes embestidas contra la ropa se sentían bien. Muy bien. Volvió a jadear contra la experta boca de Minghao, quien chupó y mordió su labio cuando se separó.
 
Dios. 
 
Delgados y ágiles dedos quitaron su camisa. La parte superior de su cuerpo quedó expuesta a la mirada hambrienta de Minghao; sus dilatadas pupilas lo recorrieron, haciéndolo sentir aún más indefenso en la mejor manera posible. Le gustaba la atención de Minghao. Este agarró sus manos y las puso en su pecho. 
 
—Quítamela. —Jeonghan lo hizo. Fue torpe y algo lento, pero logró tirar la prenda de los hombros del chino. Dejándole a la vista su tonificado pero suave pecho. 
 
No iban a desnudarse por completo, no aquí, en la universidad. Con eso bastaba. Y, claro, el pantalón. 
 
Minghao fue lo suficientemente rápido en desabrocharlo y Jeonghan lo suficientemente flexible para sacarlo con los jeans a medias. No molestaba. 
 
—Abre. —Volvió a exigir, eso hizo. Hinchados labios se abrieron y los largos dedos del chino entraron en su boca. —Chupa. —Eso hizo.
 
Pasó su lengua por la punta lentamente, cerrando sus ojos, lamiendo y chupando. Se quedó un tiempo ahí; ya cuando estuvieron húmedos los sacó. Y sin esperar mucho, Minghao penetró. 
 
—¡Ah! —Su voz salió ronca, rota. Los dedos de Minghao eran largos, muy largos. Tan bueno. 
 
Movió sus caderas como pudo para sentirlo mejor, más adentro. Chapoteos rítmicos se empezaron a escuchar en el aula; aquella habitación estaba llena de los gemidos guturales de Jeonghan, que se deshacía en su lugar. No podía pensar, ni hablar, solo sentía, y se sentía bien, lleno. 
 
Lloriqueó cuando Minghao los sacó. 
 
—Estás listo. —Para él, siempre lo estaba. —Avísame si duele. —Minghao agarró su miembro, dirigiéndolo a su dilatada entrada. Entró en él, esta vez lento, tomándose el tiempo para que Jeonghan se acostumbrara a su tamaño. Paró para verificar en él. 
 
—No... —Se quejó quedadamente. —Estoy bien, sigue, por favor. —Minghao terminó por clavarse en él de una estocada. —¡Ah! S-sí. 
 
Jeonghan inclinó su pelvis hacia abajo, para más profundo, pasando sus piernas en la cintura de Minghao y sus brazos por los hombros de este. Así era más cómodo. 
 
Luego su cuerpo se convirtió en temblores y jadeos. 
 
Minghao arremetía contra él con fuerza. Duro, firmemente en su interior, golpeando los lugares correctos, los que hacían a Jeonghan más sensible. Lágrimas de placer ya se habían acumulado en sus ojos, se derramaron por sus sonrojadas mejillas y fueron limpiadas por Minghao, quien era un manojo de gemidos roncos directo a la boca abierta de Jeonghan.
 
—Tan lindo, hyung. —Suspiró. —Tan lindo para mí.
 
Jeonghan era hermoso, un desastre hermoso debajo de él, y Minghao lo adoraba. 
 
Un grito más alto se escuchó después de otra dura embestida.
 
—Ahí... —Soltó Jeonghan, jadeoso. —¡Ahí, Hao, ahí! 
 
—¿Justo ahí? 
 
—P-por favor, Hao, ahí... —sollozó. 
 
Minghao daba en el punto correcto, el que dirigía a Jeonghan directo a ver estrellas, el que lo ponía a lloriquear por él, pidiendo más de la deliciosa sensación de sentirlo tan dentro de él, golpeando en su punto dulce. 
 
No duraría mucho más, no si seguía así. 
 
El nudo en su estómago empezó a formarse, la presión generando más calor entre los dos cuerpos acoplándose. Una mano llena de anillos se dirigió a la mitad de estos y rápidamente empezó a estimular el miembro desatendido de Jeonghan. 
 
Fue demasiado. 
 
Se corrieron al tiempo. La semilla de Minghao llenó aún más a Jeonghan, cuyo cuerpo se sacudió entre los brazos de Minghao, llegando a su clímax. 
 
Se quedaron así, recuperando el aliento y la razón de ser juntos. Con un beso, Minghao salió de Jeonghan con cuidado, para dirigirlo al baño detrás del escenario. 
 
—¿No te lastimé? 
 
Jeonghan le negó. 
 
—Todo estuvo bien. 
 
—¿Le di justo ahí, no? —Otra vez, esa pícara sonrisa de lado. 
 
La linda risa del castaño resonó en el cuarto. 
 
—Sí, Hao, le dijiste justo ahí. 

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