Mara despertó entre escombros, con la piel sucia y la garganta seca. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, ni siquiera cómo había llegado. Todo había comenzado con el crujir de las ciudades que una vez fueron llenas de vida, ahora sepultadas bajo la niebla, las ruinas, y el eco de lo que ya no existía. La guerra había terminado, pero no hubo vencedores ni víctimas; solo sobrevivientes, rotos, vacíos.
El recuerdo de su madre seguía vagando en su mente como una sombra. Recuerdo los últimos momentos con ella, en la casa que alguna vez fue su hogar. El miedo había sido tan palpable que, cuando la arrebataron de su lado, no hubo despedida, solo la sensación de que algo se rompía en su interior, como un cristal al que le ha dado la última gota de presión antes de estallar.
Mara no entendió entonces lo que sucedía, no entendió cómo el mundo se había desmoronado en un solo instante. Había visto cómo el cielo cambiaba, cómo el sol dejaba de brillar, cómo la tierra ya no ofrecía promesas de crecimiento. La gente huía sin saber adónde ir, solo deseando escapar de la guerra. Pero la guerra, como una enfermedad invisible, había calado hasta los huesos de la humanidad, y lo que quedaba de ella ya no podía ser reparado.
Caminar por las ruinas era como caminar por el abismo de su propia mente. No había señales de vida. A veces escuchaba susurros, ecos que venían de las profundidades de los edificios caídos, de las calles desiertas, pero cuando se acercaba, todo volvía a la calma, y la sensación de soledad se volvía más densa.
Un día, encontró lo que quedaba de una estación de tren. Lo que antes había sido un lugar de movimiento, de despedidas y llegadas, ahora era una tumba de hierros retorcidos y madera podrida. En las paredes, rastros de pinturas desvanecidas contaban historias de viajes olvidados, de personas que alguna vez fueron, pero que ya no lo eran. Allí, en una esquina, encontró una carta. La letra estaba borrosa, pero podía distinguir algunas palabras: "No sé si algún día regresaré. Si me encuentras, prométeme que no olvidarás lo que fuimos."
Mara se quedó mirando la carta durante un largo tiempo. ¿Quién había sido esa persona? ¿Había tenido alguna vez una familia, una vida como la suya? No lo sabía. Nadie lo sabía. Todo lo que quedaba eran fragmentos de un pasado que ya no tenía sentido.
A medida que el sol caía y la oscuridad llenaba el horizonte, Mara se dio cuenta de que ya no sabía lo que era vivir. Ya no sentía hambre, ni frío, ni miedo. Solo una constante sensación de vacío, como si su alma misma se hubiera desintegrado y dejado solo una carcasa sin propósito.
En su camino, encontró más cuerpos. Algunos eran tan descompuestos que se habían convertido en parte del paisaje, mezclándose con la tierra como si nunca hubieran existido. Otros estaban apenas intactos, pero los ojos vacíos, mirando al infinito, mostraban que ya no quedaba nada en ellos. Mara les pasó por encima, sin detenerse a llorar, porque ya no le quedaban lágrimas. Había perdido todo lo que la ataba al mundo, y ahora el silencio era su única compañía.
Una noche, llegó a un río seco, donde la niebla era aún más densa. Se sentó junto a las aguas estancadas, mirando al horizonte, preguntándose si alguna vez volvería a ver el cielo despejado o si la humanidad, con todo su sufrimiento, había sido olvidada por completo. En ese momento, entendió algo que la dejó aún más vacía: el fin de todo había llegado sin previo aviso, y nadie sabía cómo o por qué. La guerra no había sido una guerra, sino una muerte lenta y cruel, que había terminado con la memoria de todo lo que alguna vez fue.
Mara siguió adelante, porque no sabía hacer otra cosa. El eco del silencio la envolvía, mientras el mundo alrededor de ella se desvanecía, hasta convertirse en un recuerdo imposible de alcanzar. Sin embargo, en algún rincón de su alma rota, la pregunta persistía: ¿por qué sobrevivir, cuando todo lo demás ya no existía?
Pero nunca encontraría una respuesta.
Y así, Mara continuó caminando. Sin rumbo, sin esperanza. Simplemente viviendo, porque la vida, de alguna manera, seguía sucediendo. Pero el final ya había llegado, y nunca lo supo. Solo vivió para ser el último eco en un mundo que ya no tenía voz.
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Ecos del Silencio
General FictionEcos del Silencio es una novela profundamente desgarradora que explora los límites de la desesperación y la soledad en un mundo devastado por una guerra que ya no tiene sentido ni remedio. A través de los ojos de Mara, una joven que ha perdido todo...