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El silencio en la casa era opresivo, roto únicamente por el tenue zumbido de la luz del despacho de Dimitri. Jake permanecía de pie frente a su padre, los brazos cruzados sobre el pecho como si intentara protegerse de las palabras que sabía que estaban por venir. Dimitri lo observaba desde su silla, sus ojos fríos fijos en su hijo.

—¿Hasta cuándo planeas seguir escondiéndomelo? —preguntó Dimitri con un tono cargado de decepción.

Jake apretó los labios, evitando mirar directamente a su padre. Sentía el peso de su mirada como una daga en la espalda.

—No sé de qué hablas. —respondió finalmente, pero su voz traicionó el temblor de su interior.

Dimitri se levantó con calma, pero cada uno de sus movimientos parecía calculado, casi amenazante. Dio la vuelta al escritorio y se plantó frente a Jake.

—No me mientas, Jaeyun. Sabes que no me gusta que me mientan.

Jake retrocedió un paso, instintivamente llevándose una mano al vientre. La cercanía de su padre hacía que su corazón latiera con fuerza, aunque intentaba mantener la calma.

—Es mi vida, no tienes derecho a intervenir.

—Es mi vida cuando tus errores pueden poner en riesgo el equilibrio de las familias. ¿O acaso no entiendes lo que significaría para los Park y para nosotros si esto se supiera?

Jake no pudo evitar fruncir el ceño ante las palabras de Dimitri. No había preocupación genuina en su voz, solo una obsesión enfermiza por mantener su control.

—¿Es eso lo único que te importa? ¿El maldito equilibrio? —escupió Jake, sintiendo cómo la rabia le quemaba el pecho.

— Claro que no, Jaeyun. Pero entiendelo, ha pasado un mes desde entonces... Tú panza se está notando y no puedo creerme capaz de ocultarselo a Seung-o.

— Entonces vámonos de aquí. No es de tu incumbencia la problema que tengas ellos con otras bandas.

— ¡Son familia, Jaeyun!

— ¡No lo somos! ¡Ellos no son mi familia, las personas que mataron a mi madre no pueden ser mi familia! — Gritó exhausto y salió del despacho sin mirar atrás.
Su padre se quedó perplejo con muchos pensamientos en la mente.

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Jaeyun subió las escaleras con pasos apresurados, sintiendo el calor de la rabia aún quemándole la piel. Al llegar a su habitación, cerró la puerta de un portazo y dejó escapar un suspiro cargado de frustración. Se frotó las sienes, intentando calmar el torbellino de emociones que Dimitri había desatado.

El sonido de un leve carraspeo lo sacó de su trance. Heeseung estaba allí, sentado en el sillón junto a la ventana, como siempre, vigilante pero discreto. Sus ojos oscuros estudiaron al oemga con una mezcla de curiosidad y preocupación.

• 𝐅𝐀𝐓𝐄𝐃 • | ʲᵃᵏᵉʰᵒᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora